jueves, 25 de julio de 2013

LOS JINETES



          En el bullicio matutino de la montaña arremetido entre la maleza, resuena el ruido de la palazón que se arrastra dentro de la hojarasca, el paso de una partida de sujetos por las veredas serpenteantes de húmedo musgo. El marchar de los cascos se hace acompañar del rezongo de las bestias, que paso a paso transitan, sin mayor respingo buscando hacia el lado seco del río, el recorrido de sus aguas, tropieza con las piedras y se recuesta en tumbos, los andenes rebotan para desembocar en los vados formando las pozas que despiertan en mansa tranquilidad.
          El aullido de los monos, riegan de alerta a la distancia, el endeble sonido que recorre las copas de los chico zapotes, la manada de zaraguates se aleja y su bulla parece que se extingue, dando paso a la silbatina de columpio de los cenzontles. Los zancudos también han empezado ha hacer festín cuando insistentemente pican a los jinetes El grupo se asoma por la orilla del paso seco de la corriente, atraviesa pausadamente, algunos dejan que las mulas le den un refrescante sorbo para la fatiga.
          El ascenso se hace difícil cuando el camino se empina, los hijares de los animales sufren el embate de las espuelas, impulsándolos a esforzarse para alcanzar lo plano de la joya, allí se detienen en espera de los rezagados. El trayecto en delante es un campo abierto que se encuentra poblado de matas de maíz en flor, que se pandea al dar paso a los pasantes, adelante unas cuantas chozas que se entregan en humareda, luego de ponerse alerta por los ladridos de los perros, que viene al encuentro de los desconocidos
          Los seis hombres descienden de sus cabalgaduras y se apostan frente al pequeño pozo comunal que resiste en su brocal, con sus cubos llenos de cristalina agua para la visita. Un anciano prendido de un bastón de palo, les sale al encuentro, se retira el sombrero y les da la bienvenida.
---Viejo,  donde está toda la gente.---
--- Han salido a cubrir sus siembras.---
--- Tenemos hambre, habrá alguien que nos de rancho?---
--- Somos pobres mi amigo y no hay quien regale comida, por estos lugares.---
--- A desgracia de caserío, ni para un par de tortillas!---
          Los hombre se acomodaron en la entrada de los ranchos, mientras hurgan para ver que encontraban en sus adentros.
          El anciano con todo y su dificultad, se marcha medio arrastrando su pierna, para un rancho que se localizaba un poco mas retirado.
---Oiga viejo, a usted como es que le dicen. “El llanta pache”, ja, ja, ja, ---soltaron en carcajada los visitantes.
          El ni se inmutó, continuó su paso y se metió a su pocilga. Las bromas y los chascarrillos continuaron de parte del grupo. Una vez adentro, tomó por la boca a una muchacha que escondida lagrimeaba del miedo, le conminó a permanecer en silencio, poniendo su dedo índice frente a la boca. La chica temblaba y se envolvía con sus propios brazos.
--- Haber mija, escondete allí donde están las redes de mazorca.--- mientras buscaba dentro de un cajón de ropa. Como rascando en el fondo sacó un pantalón de manta y una camisa, las hizo un molote y se las lanzó a la chica --- vestite con eso, derepente la pasás de patojo.---
          Ella sin protestar procedió a colocarse la ropa, una vez cumplida la orden, el abuelo le arreglo la vestimenta, con el corvo le cortó de tajo ambas trenzas, le sacudió el pelo, le zampó un sombrero de paja y le amarró un pañuelo el pescuezo para disimularle.
---Papá Chente! ---Le protestó quedito--- Mi pelo…
          El destino del pelo había ido parar a un costal de chunches, con todo y la rabieta de la muchacha. En ese instante uno de los forajidos se hizo presente en la entrada del cuartito.
--- Y que tenemos por aquí?---
---Es mi nieto, se quedó aquí porque ha estado enfermo…---
---Si y tiene una cara de desnutrido que no cree en nada, este quizás no sirve ni para los oficios de la casa, verdad? Viejo.---
--- Ha estado malito mi patojo…--- dirigiéndose al muchacho.--- Haber sentate aquí, --- se sentó, juntando sus rodillas y con las manos a los lados.--- no vaya ser que te caigas, con lo débil que andás--- Agarró un trapo y se lo lanzó sobre la cabeza.--- limpiate la cara.--- El anciano le hacía muecas y se tocaba las orejas, con el fin de que se diera cuenta que se le había olvidado quitarse los aretes. Se cubrió rápidamente y procedió a eliminar sus aritos de fanta.
El fulano dio la vuelta  ya en la puerta preguntó:
--- Y como es que se llama el ischoco, pues---
---Mari…---respondió la chica, pero fue interrumpido por el anciano.
---Mario, así se llama---
          La tarde empezó a caer y el resto de los habitantes del caserío se dejaron venir, las mujeres fueron conminadas a hacer la comida mientras los hombres, con lujo de fuerza y amedrentados por las armas fueron llevados frente al cabecilla. La orden era reclutar hombres para los carteles de la droga, mejor si eran patojos jóvenes, por lo que después de amordazarlos, los hatearon en el frente de uno de los ranchos.
          Una de las mujeres, correteaba las gallinas para hacerla parte de la cena, se le acercó al anciano.
--- Y ese patojo también anda con ellos?---señalándolo.
--- Callate!…. es la Marina, --- arrejuntándose rumbo hasta la cocina, le dijo al oído --- Fue lo único que se me ocurrió, para protegerla---
--- Vaya manera de protegerla y ahora se la van a llevar de todos modos, según dicen reclutados para las gentes de la droga.---
Al día siguiente.
          El cortejo procesional se levantó de madrugada, los seis hombre a caballo, halando con lazos a los dos hombre del caserillo y a el Mario, a pesar de las súplicas de su abuelo a quien le dieron una paliza por intentar detenerlos, salieron por la talanquera que da el camino de la aldea, mas cercana.

--- Papá Chente…!--- Una aguda voz se deja escuchar entre el monte, las lepas apenas sostenidas con trancas y las láminas que se recuestan en las orillas de un patio lleno de cachivaches, se sacuden al movimiento. Un anciano asoma sus narices en las rendijas de una puerta de chiriviscos, envuelto en una chamarra de lana, se apoya en una muleta para acudir al llamado en las afueras. Su vista ya no le ayuda y las fuerzas ya le hacen falta, pero valiente se yergue en el portal para ver quien lo solicita.
--- Quien vive. --- grita.
          El caserío ya dejó de existir y las iguanas han hecho sus nidos en los troncos viejos que se apilaba en frente del pozo. Un caballo se abre paso por el monte que circunda el lugar donde alguna vez hubo casas. Divisa a pesar de su ceguera parcial, a un jinete que se acerca a menudo trote.
--- Quien vive…!—repite, levantando la mano para hacerle el alto.
          El jinete desmonta y lo enfrenta.
--- Abuelo…, mi abuelo… soy yo Mario… digo Marina, pensé que jamás le volvería a ver.---
          El abuelo se tambalea y está a punto de caer al suelo. Ella lo sostiene y le levanta.
--- Hay Mija, que bueno saber de ti. Te veo muy bien, delgada pero con fibra.--- el viejo se suelta en lagrimas.--- Perdóname, perdóname. Yo deje que te secuestraran, que te llevaran a una muerte segura. Pero veo que estás bien o mejor que antes.---
--- Si abuelo, he vuelto, para decirte que si no fuera por Ud., nunca hubiera salido de esta chifurnia. Las ganas y el coraje que aprendí me sirvió para sobrevivir. Sabe… nunca imagine que pudieras haberse salvado de la tierra arrasada del ejército. Gracias a Dios está vivo.---
          La tarde ha caído y los pájaros que rondan, hacen sus trinos, buscando el paraje ideal para dormir, la cúpula de los celajes hace respirar el aire templado de la primavera que se engalana en flores, en el escenario un anciano se persigna y hace la señal de la cruz agradeciendo al buen Dios el regreso de su Nieto o digo Nieta.    

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