Donde
recogí mis fuentes de cristalina imaginaria, no lo sé! Un legado de mis
ancestros?, cuanto mas de mis amigos y parientes, algunos de consanguinidad, otros
de afinidad como José Blamides, que le dio un toque conciencia a mis garabatos
iniciales. Todos me empujaron para envolverme en esta libertaria profesión, de
ideas, de lucha, de escritura naciente, una manera cimarrona de expresarse, sin
recibir lineamientos, ni educación, sin gratificación más que del alma, simplemente
influenciada por las lecturas y creo que con una muy buena fuente de
inspiración, las musas.
Ocupando
mis espacios libres en el intermedio de mis trabajos, levantándome después de
un sueño de pesadilla, urgía de un pedazo de papel y un lapicero para no dejar
escapar las historietas imaginadas, sentado en la butaca de un avión, en las
arenas negras de la playa, renovando la piel con las quemadas de sol y rodeado
de cientos de bichos que me interrumpían con certeros piquetazos. Metido en la
sala de un hospital en espera de las cigüeñas, donde recordaba mis experiencias
en el área rural y de las enseñanzas de mis maestros en el arte de la
maternidad.
Mirando
a la distancia el imponente volcán de agua, en los campos, nacieron las
historias de las inditas de mi tierra, con sus trajes de colores y lo típico de
sus mercados. Las que en febril carrera carroceaban los cántaros en la cabeza y
envuelto en un herraje, un niño que apenas enseña su cabeza, tras el hombro de su
madre. La estampa de las pilonas donde se hacen los lavaderos con los huipiles,
en el chapoteo que salpican con el jabón de coche, enjambre de muchachitos que
juegan en los alrededores del lugar, apegándose a la falda de corte de las nanas, que buscan su protección
cuando tras una caída lloran y moquean la ropa.
Las
casitas un tanto de madera, donde se escuchan cuando aplauden al echar las
tortillas y el humo de la leña trasuda por las tejas del techo, mientras la
llovizna se hace presente en los días que usualmente son fríos. Las gallinas
recorren los patios, cuando en alharaca proponen la postura de un huevo, los
blancos patos las saludan estirando sus cuellos cuando se acercan a los charcos
donde revuelven el lodo para sacar gusanitos.
En
los campos los marchantes se agazapan para la recogida de los almácigos de
rábano, las exuberantes zanahorias, que anaranjadas son hateadas en las maletas
de sacos de brin para enviarlas al mercado. La fértil tierra que huele a campo,
donde los paisajes en alguna oportunidad fueron manchados de sangre por las revueltas,
masacres de ambos bandos en la asolada incomprensión del socialismo.
Historias
de guerrilleros inconformes, de nativas obligadas a satisfacer los malos
instintos de esbirros vestidos de verde olivo que abusaban de cuanta mujer que
caían en sus asaltos. Niños que no comprendía porque sus tatas eran rociados
con balas en nombre de la patria, enterrados a granel en cementerios que de
pronto eran clandestinos, formando a futuro parte de la memoria histórica de un
desangrado pueblo indiano del altiplano.
Allí
estaban mis plegarias, junto a las voces de remembranzas de las musas, que no
permitía que me olvidara de ese trozo de historia cobarde, que asoló las
comunidades.
Paso
a decir, de mis predilectas son las narrativas de casas embrujadas, los muertos
y aparecidos, que se encuentran con el manto de la muerte, dejando espíritus
que se niegan a abandonar esta vida, ha veces sin una despedida, para mostrar a
algún deudo alguna vivencia que les de pendientes les haga reflexionar. Atreverse
a pensar que existe un mas allá, detrás de una puerta, como el limbo, que
resguarda a los espíritus antes de desaparecer en el infinito. Camposantos que
en lugar de ser lugares tranquilos y de reposo, se tornan por las noches en un
club de emocionadas almas que conviven con esqueletos, entes no de carne y
hueso, que abandonan sus nichos para disfrutar de sus chabacanerías en el borde
del purgatorio. Los mas juguetones abandonan sus ataúdes para trasladarse hasta
donde se encuentran los deudos para soplarle como aparecidos y darles un
mensaje de escalofriante miedo.
Ha
veces pensar no es suficiente, rascarse la cabeza, a menos que sea por
cacarañicaras, le ebciende la luz de una sátira, de una novela de princesas
adormecidas en el castigo de una torre, de un antiguo y salobre castillo, que
es custodiado por aves de rapiña, dragones amenazantes que atizan con su
aliento de fuego, quemando los campos que circundan la montaña del maléfico
monarca. Espadas mitológicas que son blandidas por paladines que se ven
protegidos por los magos del bien, cuyos talismanes son escudo contra los
lenguazos de fuego de la bestia.
Ballestas
y catapultas que arremeten desde los benditos campos de los ejércitos de los
cruzados, donde los templarios después de contrarrestar a los musulmanes, hijos de Alá, regresaron a sus
reinos extendidos en la Europa
medioeval. Arturo y sus caballeros de la mesa redonda resguardaron su isla
Britania de las nuevas conquistas. En su retirada los del Islam, fincaron
colonias en la península Ibérica, con sus monumentos como la giralda en
Sevilla, la Alambra,
otras edificaciones como la
Serranía de la Ronda
Musulmana en el extremo sur junto al estrecho de Gibraltar, a
un pasito del continente Africano de lo que hoy se conoce como Marruecos. Allí
donde los descendientes del Islam, se corrieron como inmigrantes furtivos hacia
los puertos de Cádiz, sobre el Atlántico, con el espíritu aventurero se
lanzaron hacia la América. Upa!
de pronto el apellido viene de por allí, con la venia de las musas.
Volviendo
al presente mis encuentros con el deporte de los nietos, que en algún momento
formaron parte de mi formación, en el Inglés Americano, patojo de 10-12 años,
con uniforme de franela, a quien ponían a disfrutar de la pelota, en los
campeonatos Inter colegiales, donde por la poca habilidad del entrenador, nunca
pasamos de sope a gavilán, víctimas constantes de aguerrida novena Santa
Apolonia, de los hijos de los dentistas, Gálvez y Bocaletti. Luego con los hijos, excelente peloteros que
dieron su do de pecho en los equipos Astros años 78-83, con cumplidas
ascensiones a la liga mayor en equipos como Susertex, Opticas América y Municipal.
En la actualidad dos nietos que han representado a nuestro país en los
campeonatos Latinoamericanos en Puerto Rico y Panamá.
Encontrando
jocosas anécdotas como, con Juanito, con tan solo 9 años, sin mayor experiencia
suple al catcher, en Boca del Río, Veracruz, México. Algo que le sirvió como
estímulo para convertirse en el mejor receptor de su categoría en los
siguientes años. El mayor, genio y figura de su padre, en el campo corto, convirtiéndose en uno de los mejores
bateadores de su categoría.
Vaya
si no he disfrutado de estas cosas deportivas, que con un poco de sal y
pimiento he plasmado en las crónicas, los dimes, diretes y chanzas de lo que se
maneja dentro de las dirigencias deportivas, donde hay que ser cuate o pariente
de los dirigentes para formar filas de los contingentes que viajan a los
torneos, o tener plata para costearse sus propios gastos, hasta llegar a hacer
coperechas para que alguno de los entrenadores viaje en nombre de la liga,
porque la Fedebeis
apenas aporta, a menos que se trate de algún dirigente departamental que no
sabe ni papa de beis bol, a quien si le pagan todo, viáticos, viaje etc. Con
tal que comprometa su voto con la dirigencia que va en búsqueda de manosear los
destinos del deporte, muchos encapsulados en reelecciones de junta directiva.
Como
esta es una crítica, que pocos leen porque no les conviene, menos que le pongan
coco, se vuelven palabras que se lleva el viento, entonces volvamos a los
imaginarios de seguir, pensando y escribiendo las genialidades que se me viene
a la mente, que entonces le echamos el muerto a las señoras que nos ponen las
ideas en la cabeza, con colochos y sin máscaras, digo entonces las hadas
madrinas, las musas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario