domingo, 14 de julio de 2013

LA GATITA



          Salta en el tejado, como pie de lana, apenas el peso hace señales por el peso, camina a paso lento, con la lengua limpia sus los largos bigotes, hasta llegar al borde del tejado que le queda en alto. Otro brinco y se queda sentada por un instante mientras enrosca la cola, rascándose el cuello con su pata, muestra un bostezo, tras un maullido de haraganería y un sutil estirón se pone de pie. Ya en la cornisa corretea, como un trapecista en el delgado borde del acápite de la pared.
          Vigilando para todos lados se mete como un ladrón por un agujero que pinta en la siguiente casa, detrás de una lámina que se encuentra destrabada, sobre los empolvados machimbres, se arrastra hasta encontrar un nido, allí le esperan tres hermosos gatitos, que se lanzan vivos sobre ella en búsqueda de su chiche. Las tres bolitas de algodón, de variados colores, le ronronean mientras maman su alimento.
          La madre todas la mañana hace su ronda en busca de alimentos, revisa las bolsas de basura, donde en ocasiones encuentra pedazos de comida, los cuales masca hasta deglutirlo y llenarse para su tarea de mama, o derepente se le atraviesa algún ratoncillo que le ha agarró la tarde en su regreso a su madriguera y se convierte en el plato fuerte del desayuno.
          En otras ocasiones ágilmente se escapa de las fauces de los perros que vigilan los patios y como fieles defensores de sus amos no le permiten asomarse hasta la cocina, esos días a veces son malos nada de restos, sin poder probar alimento alguno, pero afronta su responsabilidad con sus cachorros, con el estómago vacío.
          Al filo de la noche, cuando la luna llena se prende en el firmamento, deja una vez mas el nido, con la ilusión de conseguir algo que le sustente, por lo que se aventura a ir aun mas lejos, baja por una ventana que se quedó abierta, siempre cuidadosa observa en su interior y da un brinco se posa sobre la mesa, donde a través de su olfato descubre dentro de una servilleta de flores, unos trozos de pan, con la ayuda de sus patas, destapa el tesoro, echada y sosteniéndolo con las uñas, le busca la manera de darle un mordisco, vaya si no parece un suculento plato, el cual degusta si parar.
          Siempre alerta, intuye que alguien se acerca y con un bocado a medio comer se lanza hacia la ventana, donde se detiene en el marco, hasta que alguien enciende la luz, hace su último esfuerzo y salta hasta tejado, dejando atrás el estruendoso golpe de una chancleta que le fue lanzada para espantarla y rebotó en la pared contigua.
          Masticando el último trozo de pan, se vuelve a su tradicional camino que la lleva a su hogar, la ufana madre se pasea sobre los tejados, frente a grupos de gatos que le maúllan a su paso. Acaso alguno de los felinos vagos, es el padre de los gatitos?
          Se acerca sigilosa hasta su madriguera, encuentra únicamente a uno de los gatitos, que duerme placidamente, se altera y comienza la búsqueda por las vecindades, sale del tejado y se dirige hasta la habitación de la casa que es parte del tejado donde vive, desciende a través de una higuera y siguiendo su olfato e instinto maternal, se acerca a una puerta que se encuentra cerrada, rasca incesantemente para abrirla, ella sabe que se encuentran adentro, escucha los maullidos y ronroneos de los cachorritos, junto a las risas de unos niños.
          Al no poder penetrar, regresa por donde llegó y se planta en vigilancia sobre una pared que da de frente a la habitación, donde les alerta a través de sus maullidos, pero sin animarse a buscar la manera de entrar, mueve la cola en señal de preocupación a la espera que alguien abra la puerta. Ya es tarde la noche se ha transcurrido, sin mayor novedad. En el dilema de a quien atender la gata opta por ir en búsqueda del cachorro en la madriguera, que por ser el mas pequeño, no tiene tanta picardía de abandonar su lugar.
          En su regreso encuentra un agujero que parte de una de las vigas del techo que conducen hacia el dintel de una puerta, donde una tabla que se encuentra rota da paso al interior del cuarto, asoma su cabeza por allí, pero el hoyo es pequeño, con un gran esfuerzo logra pasar bajando en caída libre hasta el interior de la habitación. Manchada de telarañas y bañada en polvo, cae sobre la cabecera de uno de los sillones, donde encuentra enroscados los dos gatitos perdidos, que reclaman al verle.
          En un momento los niños aparecen en escena acompañados de un adulto.
--- Papá….papá.  mira los gatitos que nos encontramos.---
El padre les detiene, al ver la presencia de la gata.
---Cuidado, debe de ser la madre y los debe de venir a buscar, déjelos.---
--- Yo los quiero para mi --- dice uno de los niños --- ya les dimos de comer y les pusimos una lata con leche para alimentarlos.---
--- Bien, pero no creo que la gata esté dispuesta a dejarlos…
          Efectivamente, el padre sabiamente le abre la puerta del patio y deja que salgan, ella agarra con su hocico uno de los cachorro, sale corriendo subiéndolo al tejado, repite entonces el procedimiento con el segundo. Les lleva hasta el nido, bajo las protestas de los niños que sienten haber perdido sus mascotitas de juguete.
          La vida se repite y la señora gata sale a sus rondas matutinas en búsqueda de la comida, consiga o no alimentos se hace su caminata diaria una tradición. Cuando regresa a casa ya sabe que no están, los tres cachorros encontraron la manera de bajar a la casa, camina por las vigas y se queda observando en el agujero del machimbres. Abajo en el salón sus tres gatitos, juguetean alegremente con los niños, quienes les miman y los alimentan. No quieren regresar.
  

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