sábado, 6 de julio de 2013

EL POZO DE LOS DESEOS



          Al final de una vereda encaminada con grandes árboles, de ramas gruesas y callados movimientos, se encontraba un claro en medio del bosque, espacio marcado por una joya rodeada de arbustos llenos de frutos de la zarzamora, acomodados con flores de Agapanto morado lila, que le daban una belleza sin par. Allí las ruinas de una construcción, que en alguna oportunidad fue la vivienda de familias de leñadores que fincados en la región, se mantenía alejados del bullicio de la población. La casa emergía en las faldas de una montaña, añeja como el tiempo, abandonada a las visitas de los exploradores caminantes que alguna vez, osaban pasar en su camino a surtían sus recipientes de la fresca agua, en las fuentes maravillosa y en el añejo pozo.
          Este se encontraba reclinado en una ladera de la montaña, forrado de musgos, unos cuantos varejones ocultos con hojas de helecho que se encontraba en los alrededores del pozo cuyo brocal de paredes rocosas se sostenía con dos trozas carcomidas por la vejez. Los ganchos en forma de horqueta se unían a través de una polea que rechinaba, cuando la garrocha se movilizaba por las ráfagas del viento y, cuando el lazo que se enroscaba en la cúpula, pendía como badajo de campana al mecerse en su interior, mientras sostenía una cubeta de madera.
          El agua a no mas de tres brazadas reflejaba como escudo de plata, las tonalidades del cielo y las pasajeras nubes, que huían hacia el sur empujadas por el aire, curiosa semblanza que por las noches los destellos de la luna se veían como espejo en la profundidad del pozo.
          En la compañía de las aves que de brinco en brinco dejaban circular sus trinos en la soledad de los restos de la destruida construcción, mantenida únicamente por la estructura piramidal de una chimenea, que aun permanecía ennegrecida a puro hollín de fogaratas del pasado. Polvo, ceniza y tierra era la combinación de lo que quedaba de la semblanza de la fogata.
          A la distancia se dejaba escuchar el rumor de una caída de agua que salpicaba sobre las rocas, chapoteando en una pequeña poza que se formaba a sus pies,  mientras tanto los coyote que anunciaban su presencia con sus aullidos, se recorrían como el eco, por las cañadas del húmedo bosque.
          Las sombras del vaho se destapan y se levantan al infinito, cuando el calor del interior de la montaña se hace crudo, los rayos del sol evaporan las gotas del rocío que permanece colgado de las hojas tiernas y a ras del suelo, donde deambula un ejército de hormigas que transportan hojas de diversos colores y tamaño, en fila india, forman una línea que ordenadamente cargan en peso, toda clase de broza para depositar en el nido escondidos en las raíces de los helechos, donde protegen a las nuevas generaciones.
          A inmediaciones recorren en una pequeña vereda, un par de perros, que con la lengua de fuera suspiraban del esfuerzo que les causaba abrirle el paso a su amo, quien con machete al cinto y un rifle, de cañón algo oxidado, hacían la ronda de la cacería, por los senderos del claro de la arboleda, donde se encontraban las ruinas de la casucha. Caminando con sigilo se acercaron hasta llegar hasta el centro donde en alguna oportunidad existió una habitación, frente al alón del caído tejado que descansaba sobre la pared del pasadizo de la entrada.
          Los perros ladraban y correteaban desaforados tras alguna alimaña que se les había atravesado en su camino, permaneciendo atentos en su carrera cuando la presa lograba desaparecer debajo de los destrozos y maderas que reposaban pudriéndose por el paso del tiempo.
          El cazador limpió unas trozas y apiló unos ladrillos para procurarse un sitio para descansar y tomar su bastimento, de su mochila sacó unos panes, una jarrilla de hojalata, un par de huevos endurecidos y un rimero de tortillas, en el suelo juntó unas piedras y con algunas ramas y rajas de ocote encendió el fuego.
          Frente a él, se mostraba el pozo, se acercó y de un solo empujón, lanzó la cubeta hasta el fondo, al chasquido del agua muestra que ya hizo contacto, se asoma y ve al fondo además del reflejo de su cabeza, observa una imagen de alguien que se encuentra a la par, lo que  hace es levantar la cabeza, no ve a nadie a su alrededor. Repite la operación y efectivamente se ve una cabellera de mujer que se encuentra frente a él, justo en el brocal, se altera pero se ve solitario, con los nervios de punta, extrae la cubeta sin ver hacia el fondo, vierte el agua en la jarrilla, se detiene mira a sus alrededores pero no logra observar nada ni a nadie  Encoge sus hombros y regresa a su fogata...
          Acomoda la jarrilla en el fogarón y mientras coloca en las brazas unas tortillas, respinga y se extraña que los perros que se encuentran echados a su diestra, se levantan, ladran y  le gruñen, instintivamente, él se voltéa y señalando con la luz de un leño hacia donde se encuentra el pozo, observa una mujer que se le acerca caminando. Toma con su mano la cacha del machete, sin blandirlo, mientras los perros salen corriendo despavoridos a la proximidad de la presencia.
          Ella se detiene frente al joven, mientras un halo de calofríos le recorren el cuerpo y como la tarde ya daba sus señales de convertirse en penumbra y dejar pasar la noche, el ambiente se le saturo de una sensación de miedo, no pudo incorporarse, entonces se acurrucó junto a la fogata, escondiendo la cabeza entre sus rodillas, soltó el sombrero que rodó a los pies de la dama...
--- Que es lo que haces en estos parajes perdidos--- inquirió ella.
--- Andamos…, digo ando de cacería--- tomando algo de valor--- Y tú que haces aquí?.---
---Yo!. Aquí es donde me encuentro, estoy a cargo de cuidar el pozo.---
--- ¿Cuidar el pozo?, no lo entiendo…---
---Acaso tú no sabes que este es el pozo mágico de los deseos… todas las personas que beben de su agua, pueden pedir un deseo y si eres de buen corazón se te concede. Además de la vida eterna que te brinda.---
--- Tan solo así!---
--- Debes de cumplir con algo, si eres el afortunado.---
--- Que tendría yo que hacer para este merecimiento.---
--- Tendrías que venir a visitarme por lo menos una vez cada año, o quedarte a cuidar el pozo, junto a mi…
--- Y si no fuera así. Si al caso yo no deseara hacerlo…
---No podrías marcharte de este lugar, cargarías con la congoja de no haberme liberado de esta condena. Y yo que soy el alma del pozo te obligaría a permanecer en este lugar, en cambio si eres condescendiente te podría dar todo cuanto desearas, al quedarte conmigo, cuidaríamos el lugar, sería nuestro palacio de amor….---
          No muy conforme el joven insistió en permanecer sentado, mientras la dama insistía en llevarle hasta la orilla del brocal, donde le indicaba que podría ver reflejados en el agua todos los tesoros y grandes cosas que ella le podía dar.
          Una bella melodía se escucho proveniente de los alrededores, que la mujer, utilizó para atraer al cazador, quien se encontraba hipnotizado, se levantó como un zombi y con las manos adelante se dirigió hasta donde ella se encontraba, mas que atraído por la belleza, la cantaleta le cegaba la mente. Al llegar hasta la orilla, ella se le abalanzó y le abrazó con gran fuerza e hizo el intento de lanzarlo dentro del pozo.
          En ese momento uno de sus perros, se lanzó sobre la pareja, botando a su amo, él cayó de bruces, pesadamente, recibiendo un golpe en la cabeza. Cuando volvió en si y se percató de lo sucedido, la joven desapareció.
          Tomó sus cosas, la jarrilla que se encontraba hirviendo junto a las brazas, la volteó para apagar el fuego, comentó en voz baja.
---Upa, que salvada, sino es por el chucho, no se que me hubiera pasado…Menos mal que de verdad no había probado el agua. Esos espíritus chocarreros se le presentan a uno y están dispuestos a acabar con uno. Al fin y al cabo no tenía ningún deseo. Lo único es que ojalá tenga algo de cazar en el retorno.--- Se encasquetó su lámpara en la frente, revisó su rifle y dio marcha.
--- Vamos Sultán…, vamos Canelo, hay que regresar a casa---
          En el fondo del pozo, el alma de la mujer, se muestra encolerizada por haber perdido a una víctima. Dicen que en el fondo hay muchos hombres que sucumbieron a sus peticiones. Ahora condenados lloran su desventura.

  



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