sábado, 27 de julio de 2013

CUNDE EL PANICO



          Tirado en el suelo, un vaso de gaseosa, un cenicero lleno de envoltorios de dulces de sabores, una caja de las de pizza a domicilio, con la tapa levantada, con sendos trozos a medio comer. Un cartón de letras y letreros de la llamada Guija,  debajo de las patas de una silla, con una copa de vidrio que permanecía arrimada a una lámpara de gas que aun prendida, con el vidrio aun manchado de hollín.
          Carmelina, la sirvienta, entró a la habitación, a realizar su labor diaria de limpieza, se asombró ante el descomunal desorden, se detuvo por un momento a medio salón, recostándose sobre el palo de la escoba, se quedo meditando, movía su cabeza en un decir no, sobre lo que podría haber sucedido la noche anterior.
          Recogió la lámpara y la apagó, luego con la caja de comida, la colocó sobre un escritorio, volteando a ver como quien dice sino hay nadie, agarró un pedazo le dio una mordida, luego lo envolvió en una servilleta guardándolo en el bolso de su delantal. Como que el bocado de la pasta le había producido la energía necesaria para principiar, agarró fuerza, campantemente se puso a barrer el espacio, juntando las otras cosas que se encontró regadas, al observar la tabla de cartón del juego, lo vio, luego lo dobló en dos,  poniéndolo en la repisa junto a la ventana de la habitación.
          En el pasón de las hebras de raíz de la escoba, topó con la copa, esta rodó, hasta meterse debajo de un librero que se recostaba en la esquina, diligente se agachó y metiendo la mano debajo del mueble, no alcanzó a encontrarla, por lo que recostó la cara cerca del piso, sin lograr verla. En ese instante un calofrío le recorrió el cuerpo, que la hizo levantarse de un brinco, se retiró, se tornó temerosa, asustada, pero viendo la necesidad de terminar su oficio repasó un tanto aligerada los arrastres con la escoba sin llegar a todos los rincones. Esa espinita de intranquilidad le quedó en la conciencia,  se apresuró en colocar las cosas en su lugar y en un decir amén y sin sacudir los muebles, abandonó el cuarto.
          Al filo de las 2 de la tarde, las dos niñas, por cierto, gemelas de 14 años, regresaron bulliciosas de su día de escuela. Comentaban, entre otras cosas, las miradas del chico de la cuadra, los piropos del muchacho de la clase del grado superior, a quien calificaban de cuadrado, en fin en tono de sonrisa, con la alegría que les caracterizaba, ingresaron aun vestidas  en sus cuadriculados uniformes escolares de celeste y blanco, su felicidad expresaba su calidad de vida, así como su feliz del acontecer del día.  Penetraron a su habitación, de donde pasados unos cuantos minutos ambas salieron coquetamente transformadas, jeans apretado y sudadero de última moda con el escudo de la Universidad la una,  la otra pantaloncitos cortos a medio muslo, con un top color turquesa, que le cubría discretamente el sostén de sus incipientes senos.
          Directo al comedor donde la madre les esperaba con la comida servida, después de mostrarle su cariño y un tierno saludo, se dispusieron en sus respectivos sitios alrededor de la mesa.
--- Niñas….como que se durmieron ya tarde anoche, verdad? ---
--- Si, mamá, estudiando, además que le teníamos que ayudar a Luky con la presentación que tiene que hacer el próximo lunes.---
--- Y seguro que se quemaron las pestañas.--- insistió jocosamente.
--- Claro madre, o acaso no somos buenas estudiantes?---
--- Hummm.....!, me imagino. Oiganme Y que tanto hacían que les escuchaba en una gran alharaca y gritería a eso de la media noche.
--- Es que en un rato de descanso, nos pusimos en el suelo a contar cuentos, luego dispusimos jugar con la guija, apagamos la luz y con la llama de una lámpara, nos apostamos recostadas en el piso,  a media luz… No se imagina que fue lo nos pasó….
          “Acostadas en una alfombra, las tres chicas, curiosamente experimentaban, con una pequeña copa de vidrio sobre un tablero de letras, La Guija, habían colocado cada una de ellas su dedo índice sobre la orilla del vaso pequeño, luego de un rato de estar chanceando con risas y bromas, asombradas se percataron que la copa se movía por si sola, recorriendo todo el espacio del alfabeto y los monosílabos de SI y NO en las esquinas de la tabla. A un principio se asustaron, pero lo fueron tomando con tranquilidad, conforme adquirieron confianza, principiaron a hacer preguntas, se les veía realizadas al obtener respuesta.
          Siempre con el friíto que les soplaba por el cuello, se les ponía la piel de gallina, pero le hicieron valor para inquirir por los chicos que les parecían guapos, enamorados mas adecuados, candidatos para noviazgo, las respuestas fueron cada vez mas agresivas y temerosas, hasta llegar al punto que les dio miedo, por lo que ellas trataron de suspender la sesión, pero la copa siguió en frenético movimiento apuntalando letras, formando palabras y frases que seguía en voz alta una de las muchachas, que parecía estar en trance.
          El rechinido de la apertura de una puerta, les hizo asustarse de gran manera, las tres entonces se abrazaron, al dirigir la mirada hacía donde se había producido el ruido no lograron ver nada, el vasito como loco se colocaba en el centro, como quien quiere seguir insistente en la comunicación a través del texto, que les reflejaba.
---Queremos saber con quien nos comunicamos…--- fue la pregunta de una de las niñas..
          Temblando de miedo hizo que una de las gemelas se soltara en llanto, mientras Luky, se tapaba los ojos con ambas manos. La mas valiente, atenta a los movimientos, enclavó los ojos en el tablero. Siguiendo los movimientos de la copa, esta se arrastró sobre el cartón posándose en las siguientes letras:  M, corrió al otro extremo y se colocó en la U, luego la E, seguidamente  la R, la T por último retornó a la E.
---La MUERTE! --- Gritó desaforada, mientras un manto de humo negro se posó indeleble sobre el espacio dando una sensación de vacío. El vasito dio vuelta y luego rodó junto a la lámpara.
          Los gritos mas sensación de espeluznante miedo, las hizo que se levantaran muertas de pánico y desbocadas se corrieran a refugiar en la habitación del dormitorio, escondidas dentro de las chamarras de una de las camas, el trío se aculó, mientras un misterioso ruido de arrastre de cadenas les confirmó la presencia de algo sobre natural. Una voz de ultratumba resonó en pasillo.
--- ¡NO DEBERAN DE JUGAR CON LOS ESPIRITUS, DEJENLOS DESCANSAR EN PAZ! ---
Y todo volvió a la calma.”

--- Fíjese pues mamá….
          La señora dando muestras de incredulidad, salió con la siguiente charada.
---Seguro que a la tal Luky nunca mas le van a dar permiso de venir a quedarse a dormir, NO vino a estudiar, llevaba las ojeras de desvelo hasta los cachetes y de ajuste la asustaron.---
--- Será mama, que eso es posible.---
--- Bueno que les quede de lección que deben de no meterse a jugar esas cosas.
          En el letargo de la entrada de la noche, un leve moviendo se produce en el estudio, una copa rueda desde el interior de la base del mueble y se deposita boca abajo, en el centro de la habitación, marcando el punto del portal del miedo.





jueves, 25 de julio de 2013

AVIONETAS



          El cielo anaranjado y oscuro, el día empieza a clarear, la brisa del mar rasura el rostro de los mozos que se recuestan en la arena, agazapados se hacen a la espera de la próxima encomienda. Las gaviotas ya se desparraman sobre las olas, los pelícanos que saludan con sus alas se desperezan en los troncos del improvisado muelle, donde golpean en espuma los tumbos del salado mar. La corona del rey sol, se insinúa en el oriente, iluminando la playa, cuando se levanta la neblina de la húmeda madrugada.
          A la distancia se escucha el sonar de un motor, que haciendo altos y bajos se desliza a unos cuantos metros sobre la arena. Las fogatas que permanecen encendidas son avivadas con gasolina para que la visibilidad sea buena, la avioneta es avistada y se dirige en franca picada hacia el área, rasurando la cabeza de los hombres en tierra, suelta un par de paracaídas que bambolean sendos paquetes de regular tamaño, que se somatan en línea frente a las olas.
          Amadeo corre detrás del encargo que cae dentro de las pequeñas olas que se desparraman en la playa, donde las conchas blancas hacen su aparición junto a los maratonistas cangrejos venenosos, recoge la caja, envolviendo la tela del paracaídas, que luego los deposita en un camión destartalado de palangana roja, que lo espera junto a una de las casetas de bebidas del caserío, el otro encargo cae en el cerco de una de las casas de veraniegas de Aldea. Con el machete rompe las pitas, como chapear el monte y el artefacto que lo transportó, lo junta y efectúa el mismo procedimiento, sobre la palangana de la troca.
          El otro muchacho, con una caja en los hombros corre hacia el punto de reunión y un tercero se aventura a la reventazón a recuperar una cuarta caja que se jaló la fuerza del mar. El sol ya ha hecho su ingreso a la distancia y el bullicio del poblado se enriquece con los cantos de las aves y los estornudos de los chompipes que recorren los caminitos bajo los árboles de marañon. Los chuchos se ponen a ladrar, gruñendo agresivamente al ponerse al paso de la patrulla que se dirige, con polvazón, a toda prisa hacia la entrada del tortuguero que desemboca en la playa.
          Una emocionante persecución se lleva a cabo, en los linderos de las callejuelas que corren paralelas a los chalets de la playa, donde deambulan los transeúntes, que caminan al trabajo, se ven alterados, por la loca carrera que zangolotea los vehículos en larga carrera que los lleva en dirección a los perseguidos. Los policías, agitados sobre la palangana de la patrulla, se agarran hasta de los dientes para permanecer al tanto de los acontecimientos.
          En el otro rumbo, donde los zanjones son llenados de basura se deslizan los tripulantes que huyen del delito, los cuidadores perennes vestidos de plumas negras, se levantan al vuelo al ver interrumpido su festín de restos. Los zopes han dado saltitos sobre los troncos, acometiendo dentro de las bolsas de plástico apiladas en el agujero. En grupo entran en conflicto para obtener lo mejor de su alimento, negociando con los carroñeros que se lanzan hacia los volcanes de bultos y se dan cita para rescatar sus restos de comida, en las orillas como limpia, las gentes le pegan fuego y se incineran los fardos de papel y otras perchas no reciclables.
          El portón verde, se ha cerrado después de el ingreso del vehículo, tan solo en un vigiadero se ven unos ojos que expectantes siguen la pista del grupo de policías, que al cruzar en la boca calle pierden su presa, se topan con un callejón sin salida y de retorno se incrustan en el poste de un cercado que delimita el campo de pelota, un acelerón que produce una basta nube de polvo, sigue hasta el final del camino que los conduce a la carretera principal. Nadie vio nada, nadie sabe nada. El sargento después de detener la patrulla, desciende, se quita la cachucha y limpia su copioso baño de sudor. En un arranque de frustración y cólera termina con un portazo, del vehículo.
          Después de lanzar no se cuantos  intropelios y maldiciones, se deja llevar con sus compañeros hasta la garita que franquea la estación, donde parapetados con sacos de arena de río, como estado de guerra,  reposan placidamente un piquete de haraganes, dentro de la casuchita, que les sirve de cuartel.
          Han pasado un par de días, el golpe de las olas que se hace mas sonoro cuando cambia la marea, se vuelve remanso e invade los bordos frente a las casetas de palma, acompañándose de la brisa fresca que empapa el rostro de los veraneantes que juegan a castillos y piletas en el lindero de la playa. En hondura que se espesa después de la reventazón, se divisa un barril de metal que flota entre los tumbos, este se acerca o se aleja según el movimiento del mar y boga en un espacio de unos cuantos metros. Dando varios traspiés encallando en la pedrería del recodo de la playa. Uno de los chicos se acerca y con harta sorpresa lo rueda hacia la parte mas seca, haciéndolo su premio, recompensa entregada por el océano.
          Lleno de alegría y con la ayuda de sus amigos, lo encaraman en una carreta y en procesión lo llevan por el camino donde termina la arena, atravesando los sembradillos de pashte, hasta el callejón que da tope con el cementerio, donde los tripulantes del pick up destartalado, les hacen espera.
          El trato ha sido sellado, cada uno de los patojos recibe su recompensa, un billete café claro de Q.100, excepto el chico que fue el que lo encontró, quien recibe un billete azul oscuro que marca Q. 200. Saltando de felicidad cada quien se aleja, haciéndose ilusiones de lo que van a ir a gastar.
          Santo pecado, ignorancia o inocentada, los chirices se engolosinan en sus compras en la tienda, donde después de un chillo, caen en manos de la policía, que investiga de donde salió ese dinero.
          En el ojo de la atalaya del edificio, alguien certifica que no hay nadie en las vecindades, el portón verde de metal se abre. Una lujosa Suburban sale precipitada, seguida de una camioneta 4X4 que la colea, corren en alocada fuga hacia el entronque con la carretera, donde toman el asfalto, metros adelante un retén de soldados y policía acomete, le hace la parada. El rechinido del frenado se hace evidente mas por la camioneta de los guaruras que por descuido casi hace impacto con la otra. Bajo la lupa de varias armas de grueso calibre y una metralla sobre un jeep, los tripulantes de la polarizada son conminados a abandonar los vehículos. Un pelotón de soldados empuña sus armas, mientras los hombres calzados de chalecos antibalas, hacen su descenso estratégico, con el fin de proteger a su capo.
          Hay un cruce de palabras con el pasajero de la Suburban, mas no de balas, que finaliza con la captura del jefón, quien con una sonrisa en la boca se apresta a ser trasladado, hasta la alcaldía del pueblo, pero sin chachas.
          El dinero fluye y los habitantes de la comarca se apostan en el frente del edificio edilicio. Gritan consignas y amenazan a las autoridades. La injusticia que se está a punto de cometer, al detener al DON,  máximo benefactor del pueblo, es imposible. Las piedras empiezan a impactar las paredes del edificio y los machetes se ensañan dentro de la gritería.
          Antes de que reviente el polvorín. El jefe edil, toma la palabra y enfrenta a la turba, que después de las explicaciones, lo previsible, ofrece la liberación del encartado, que en el compás del tiempo, sale vitoreado por la muchedumbre, los vecinos se disipan y desaparecen por la localidad, muchos sobándose la bolsa del pantalón y pensando en que dispondrán de sus pistillos. Fue un error, dijeron, no hay ofendido y menos ofensor, al menos no hay pruebas de todas las acusaciones que fue objeto el DON.
          En el fondo de una cantina en las afueras del pueblo, en una mesa de paisanos, liban, a mas no poder, un grupo compuesto por el Alcalde, su secretario, el jefe de la policía y otros prominentes autoridades. Brindan de bohemios por la suerte del dinero y por el acontecimiento.
---A la salud del DON!--- grita uno.---
--- Si, Sin él este pueblo no sería nada.---.

          A lo lejos se escucha entre los chasquidos de las olas, el motor de una avioneta, que se planea junto a la playa para dejar su cargamento de muerte. Nadie se inmuta de lo que sucede, ya es parte del paisaje.

LOS JINETES



          En el bullicio matutino de la montaña arremetido entre la maleza, resuena el ruido de la palazón que se arrastra dentro de la hojarasca, el paso de una partida de sujetos por las veredas serpenteantes de húmedo musgo. El marchar de los cascos se hace acompañar del rezongo de las bestias, que paso a paso transitan, sin mayor respingo buscando hacia el lado seco del río, el recorrido de sus aguas, tropieza con las piedras y se recuesta en tumbos, los andenes rebotan para desembocar en los vados formando las pozas que despiertan en mansa tranquilidad.
          El aullido de los monos, riegan de alerta a la distancia, el endeble sonido que recorre las copas de los chico zapotes, la manada de zaraguates se aleja y su bulla parece que se extingue, dando paso a la silbatina de columpio de los cenzontles. Los zancudos también han empezado ha hacer festín cuando insistentemente pican a los jinetes El grupo se asoma por la orilla del paso seco de la corriente, atraviesa pausadamente, algunos dejan que las mulas le den un refrescante sorbo para la fatiga.
          El ascenso se hace difícil cuando el camino se empina, los hijares de los animales sufren el embate de las espuelas, impulsándolos a esforzarse para alcanzar lo plano de la joya, allí se detienen en espera de los rezagados. El trayecto en delante es un campo abierto que se encuentra poblado de matas de maíz en flor, que se pandea al dar paso a los pasantes, adelante unas cuantas chozas que se entregan en humareda, luego de ponerse alerta por los ladridos de los perros, que viene al encuentro de los desconocidos
          Los seis hombres descienden de sus cabalgaduras y se apostan frente al pequeño pozo comunal que resiste en su brocal, con sus cubos llenos de cristalina agua para la visita. Un anciano prendido de un bastón de palo, les sale al encuentro, se retira el sombrero y les da la bienvenida.
---Viejo,  donde está toda la gente.---
--- Han salido a cubrir sus siembras.---
--- Tenemos hambre, habrá alguien que nos de rancho?---
--- Somos pobres mi amigo y no hay quien regale comida, por estos lugares.---
--- A desgracia de caserío, ni para un par de tortillas!---
          Los hombre se acomodaron en la entrada de los ranchos, mientras hurgan para ver que encontraban en sus adentros.
          El anciano con todo y su dificultad, se marcha medio arrastrando su pierna, para un rancho que se localizaba un poco mas retirado.
---Oiga viejo, a usted como es que le dicen. “El llanta pache”, ja, ja, ja, ---soltaron en carcajada los visitantes.
          El ni se inmutó, continuó su paso y se metió a su pocilga. Las bromas y los chascarrillos continuaron de parte del grupo. Una vez adentro, tomó por la boca a una muchacha que escondida lagrimeaba del miedo, le conminó a permanecer en silencio, poniendo su dedo índice frente a la boca. La chica temblaba y se envolvía con sus propios brazos.
--- Haber mija, escondete allí donde están las redes de mazorca.--- mientras buscaba dentro de un cajón de ropa. Como rascando en el fondo sacó un pantalón de manta y una camisa, las hizo un molote y se las lanzó a la chica --- vestite con eso, derepente la pasás de patojo.---
          Ella sin protestar procedió a colocarse la ropa, una vez cumplida la orden, el abuelo le arreglo la vestimenta, con el corvo le cortó de tajo ambas trenzas, le sacudió el pelo, le zampó un sombrero de paja y le amarró un pañuelo el pescuezo para disimularle.
---Papá Chente! ---Le protestó quedito--- Mi pelo…
          El destino del pelo había ido parar a un costal de chunches, con todo y la rabieta de la muchacha. En ese instante uno de los forajidos se hizo presente en la entrada del cuartito.
--- Y que tenemos por aquí?---
---Es mi nieto, se quedó aquí porque ha estado enfermo…---
---Si y tiene una cara de desnutrido que no cree en nada, este quizás no sirve ni para los oficios de la casa, verdad? Viejo.---
--- Ha estado malito mi patojo…--- dirigiéndose al muchacho.--- Haber sentate aquí, --- se sentó, juntando sus rodillas y con las manos a los lados.--- no vaya ser que te caigas, con lo débil que andás--- Agarró un trapo y se lo lanzó sobre la cabeza.--- limpiate la cara.--- El anciano le hacía muecas y se tocaba las orejas, con el fin de que se diera cuenta que se le había olvidado quitarse los aretes. Se cubrió rápidamente y procedió a eliminar sus aritos de fanta.
El fulano dio la vuelta  ya en la puerta preguntó:
--- Y como es que se llama el ischoco, pues---
---Mari…---respondió la chica, pero fue interrumpido por el anciano.
---Mario, así se llama---
          La tarde empezó a caer y el resto de los habitantes del caserío se dejaron venir, las mujeres fueron conminadas a hacer la comida mientras los hombres, con lujo de fuerza y amedrentados por las armas fueron llevados frente al cabecilla. La orden era reclutar hombres para los carteles de la droga, mejor si eran patojos jóvenes, por lo que después de amordazarlos, los hatearon en el frente de uno de los ranchos.
          Una de las mujeres, correteaba las gallinas para hacerla parte de la cena, se le acercó al anciano.
--- Y ese patojo también anda con ellos?---señalándolo.
--- Callate!…. es la Marina, --- arrejuntándose rumbo hasta la cocina, le dijo al oído --- Fue lo único que se me ocurrió, para protegerla---
--- Vaya manera de protegerla y ahora se la van a llevar de todos modos, según dicen reclutados para las gentes de la droga.---
Al día siguiente.
          El cortejo procesional se levantó de madrugada, los seis hombre a caballo, halando con lazos a los dos hombre del caserillo y a el Mario, a pesar de las súplicas de su abuelo a quien le dieron una paliza por intentar detenerlos, salieron por la talanquera que da el camino de la aldea, mas cercana.

--- Papá Chente…!--- Una aguda voz se deja escuchar entre el monte, las lepas apenas sostenidas con trancas y las láminas que se recuestan en las orillas de un patio lleno de cachivaches, se sacuden al movimiento. Un anciano asoma sus narices en las rendijas de una puerta de chiriviscos, envuelto en una chamarra de lana, se apoya en una muleta para acudir al llamado en las afueras. Su vista ya no le ayuda y las fuerzas ya le hacen falta, pero valiente se yergue en el portal para ver quien lo solicita.
--- Quien vive. --- grita.
          El caserío ya dejó de existir y las iguanas han hecho sus nidos en los troncos viejos que se apilaba en frente del pozo. Un caballo se abre paso por el monte que circunda el lugar donde alguna vez hubo casas. Divisa a pesar de su ceguera parcial, a un jinete que se acerca a menudo trote.
--- Quien vive…!—repite, levantando la mano para hacerle el alto.
          El jinete desmonta y lo enfrenta.
--- Abuelo…, mi abuelo… soy yo Mario… digo Marina, pensé que jamás le volvería a ver.---
          El abuelo se tambalea y está a punto de caer al suelo. Ella lo sostiene y le levanta.
--- Hay Mija, que bueno saber de ti. Te veo muy bien, delgada pero con fibra.--- el viejo se suelta en lagrimas.--- Perdóname, perdóname. Yo deje que te secuestraran, que te llevaran a una muerte segura. Pero veo que estás bien o mejor que antes.---
--- Si abuelo, he vuelto, para decirte que si no fuera por Ud., nunca hubiera salido de esta chifurnia. Las ganas y el coraje que aprendí me sirvió para sobrevivir. Sabe… nunca imagine que pudieras haberse salvado de la tierra arrasada del ejército. Gracias a Dios está vivo.---
          La tarde ha caído y los pájaros que rondan, hacen sus trinos, buscando el paraje ideal para dormir, la cúpula de los celajes hace respirar el aire templado de la primavera que se engalana en flores, en el escenario un anciano se persigna y hace la señal de la cruz agradeciendo al buen Dios el regreso de su Nieto o digo Nieta.    

domingo, 21 de julio de 2013

VIVA LA REINA.



          En el salón comunal, condecorado con gusanos de pino, globos y acordeones de papel de china, se aprestan a celebrar uno de los principales actos de la feria tradicional del pueblo, acto social, popular que hace interesante la tradición del que hacer religioso y político. Es muestra de la celebración mas importante de la comunidad, es la fiesta del Santo patrono de la villa, que año con año lleva alegría y esparcimiento a los lugareños, que además de verse en un período de solas y esparcimiento son visitados por turistas de todas las latitudes y de las comunidades circunvecinas.
          Es una de las fiesta que se ve engalanada ramilletes de flores, con la presentación de todas las guapas chicas casaderas, que se estrenan coquetamente a la vida social, es todo un acontecimiento, emoción que por una vez en la vida da brillo a la muchachada que renace en vestidos de gala que se lucen, engalanados con muchos fustanes, moñas multicolores, producción de las costureras de la comarca que haciendo gala de habilidad usan los modelitos sacado de las últimas revistas de modas traídas de otras latitudes.
          Incluyendo el magno evento la fiesta de coronación de la Reina de belleza, de la Señorita simpatía y de la madrina de deportes, es todo un acontecimiento que hace participar a todo el pueblo en las actividades de deportes y sobre todo culturales, que acercan a la participación de las personalidades del ámbito municipal, los coterráneos que viven en otras lugares y  las autoridades del departamento
          El alcalde, de basta barriga, que la rodea con un cinto de cuero adornado con un chorro de jaretas de balas y su .45 con cacha de concha nácar, como personaje, en su curul, observa a las lozanas muchachas participantes y se saborea en el momento en que se entorcha la punta de su repoblado mostacho. Con el inicio de la música, se envalentona sobre la tarima, se alza los calzones a través del cinturón y carraspeando al acercase al micrófono para iniciar el acto, es todo un pavo real contorneándose en el momento del discurso y la colocada de la banda conmemorativa. Después de la felicitación, le da un apretado abrazo que dura mas de lo normal, la hermosa muchacha, ganadora del concurso, se arregla su vestido y saluda al público. Ella, además de ser la mas bonita, fue la que hizo la mejor campaña, juntó mas pisto para comprar los votos, cuya ventaja fue tener de pariente a algún funcionario patrocinador, que la uso como propaganda del partido que lo promueve. Es la sonriente soberana, con un bouquet en la mano, que saluda alegremente...
          El diputado distrital, a su diestra, le coquetea al invitarla a  recibir la corona de distinción, le ensambla un sonoro beso, aprovechándose de las circunstancias. La joven que a pesar de guardar la apariencia se sonríe, hace una agria respuesta, mientras se limpia con el dorso de la manga de sus guantes de tres cuartos de brazo. La corona es colocada sobre el bello peinado en forma de turbante.
          Las bandas y los diplomas son entregados a las restantes chicas participantes, tras los aplausos de aprobación de las damas de honor, como siempre hay alguien que grita enardecido su inconformidad por la premiación, pero la bulla le hace callar... ¡Viva la Reina! Es la cantaleta.
          El alcalde levanta la mano,  La Ecos del Pacífico, marimba del lugar, se hecha a volar, con un vals, para que el baile sea roto, la reina hace su iniciativa junto a su joven caballero a quien la corbata le queda ceñida al pescuezo y le levanta las orillas del cuello de la camisa almidonada, este sacude su desteñido tacache azul y se lanzan al ruedo. Se inicia entonces la barrida de las hojas de pino que cubren el piso del salón, el maravilloso olor que desprende, le dan un aspecto especial y aromático a los rincones del salón. Poco a poco se van agregando otras parejas, el cantineador del maestro que siempre le hecha ojos a las mozuelas de pelo canche, se lanza al ruedo con una chica, los pequeños juguetones usan la pista para resbalarse y amontonarse en la alfombra del despenicado pino.
          Los valientes muchachos de sombreros de palma que mostrando su hombría se recuestan en el mostrador donde sirven las bebidas, empinándose las cervezas, se ponen como en vitrina, para que las muchachas atrevidas aglomeradas en un grupo al otro lado de la sala, les hagan movimientos de coquetería, caídas de ojos etc. Para ver si alguno rogado, se anima a solicitarlas en un baile.
          La pachanga aumenta en clientes y en acalorada competencia de danzarines, aunque los chicos esperan que conecten las bocinas para que el espacio  permita que la disco truene con sus ritmos estrafalarios, luces de colores, reflectores que como espejos, lanzan sus destellos sobre las mesas de los asistentes. Los miembros de la marimba se ven conminados a sentarse o hacer mas largo su reposo de intermedio.
           Una vez iniciado el escandaloso ruido, las parejas de patojos brincan como que se hubiesen parado en un hormiguero, levantando las manos para halarse los espíritus en loco frenesí. Que bailes son esos, se comentan las señoras que desde las ventanas del salón vigilan a sus hijas que se envuelven en giratorias volteretas en el centro de la pista. Mas de una inocente chiquita se retorna a las naguas de la nana al verse menospreciada viendo que no puede o el baile no es de su complacencia.
          La mesa principal se ve poblada de botellas de guaro e infinidad de latas de cerveza, el padrino de la soberana con el nudo de la corbata a media camisa y con el saco hecho nudo en el respaldo de la silla, se entonan para cantar su borrachera. El cura en ceremonial charla con las damas fufurufas, le hacen partícipe de las últimas novedades del mandado, los sustos a la orden del día, sorpresa un bajón de la energía eléctrica pone en suspenso a todo el mundo, La Reina con las enaguas en la mano grita asustada por el apagón, corre hacía la entrada del salón previendo cualquier inconveniente, el silencio no se hace esperar seguido de un ¡Ahhhh!, de la muchachada.
          Las viejas cuchichean, en búsqueda de las hijas, quienes se ven desprotegidas en la oscurana, una manita por allí, otra sobigiadita con grito mas allá, hasta que la luz es restablecida, los patojos como inocentes se salen a fumar un cigarrillo, para dar a entender un yo no fui!
          Allí empiezan los caídos, los que no alcanzaron a llegar a la puerta, quedándose a media sala en tropezones estrepitoso, los otros llevados en zopilotillo son evacuados hasta depositarlos en las aceras de la calle, para que el efecto del exceso de los guaros, le transforme de borrachera a irreparable mona y finalice con una sutil goma.
          Las hojas de tamal empiezan a soltarse, aunadas a los trozos de pollo con ensalada de verduras con mayonesa, plato tradicional que circula entre los comensales, en la mesa de las autoridades se sirven con cubiertos de metal, junto a las canastas de pan pirujo y en rodajas del llamado pan de sándwich. Especial para gente importante.
          Las grandes ollas de fresco de horchata servidas en vasos de plástico, para acompañar la comida de los niños y las patojas, que se sientan en el puro suelo a disfrutar su alimento, mientras la marimba se adorna con una melodía de tranquilo reposo.
          La mañana se ha despertado como después de una batalla, los perros desayunan de restos de los platos que quedaron a medio andar, los volcanes de pino se han acomodado en los rincones donde mas de algún parroquiano no logró regresar a casa y se quedó embrocado acompañado de Morfeo.
          En la calle de enfrente una señora con un canasto cubierto de mantas de colores, surte de atol blanco con frijoles para arrestar la resaca, con los que aun perdidos arremeten en los callejones circunvecinos, buscando como abotonarse la camisa o encasquetarse los zapatos que perdieron en el jolgorio.
          En el recinto de una casa una voz femenina, argumenta a grito pelado.
--- ¡No te da vergüenza! Patricia, mirá la hora que viniste, hecha un esperpento, desarreglada y con olor a cerveza. ¡Hummm...! en mis tiempos mi mama me hubiese dado una tremenda tunda….
---Mamá, no es para tanto, eso de ser REINA, es una vez en la vida…
--- Eso de la feria, me pone como la ching…!, menos mal que es una sola vez al año, volveme a pedir permiso, vas a ver? ---
          Se deja escuchar un sopapo.
--- ¡Ayyy!--- grita la chica---Mamá, como que usted nunca fue joven…---

OJOS NEGROS TRISTES


          Las líneas verticales, se dibujaban en el panorama, cuando las gotas en caída libre se chocaban con las hojas de los árboles, el aguacero constante arremetía junto a las ramas del bosque de los cipreses, en un templado día de primavera..
          A través de una pequeña ventana, una niña de grandes ojos negros tristes, miraba el escenario, con el vapor de su respiración opacaba el vidrio donde recostaba la boca, hincada sobre un taburete contemplaba la naturaleza exterior, con una mano se agarraba  se sostenía del marco, mientras que con la otra dibujaba caritas sobre las muestras de vaho. Un relámpago precedido de un profundo trueno rompió el silencio de la habitación dentro del compás de la lluvia que rebotaba en el tejado.

          Encerrada en su castillo de adobe y lepa, recurre a sus pensamientos para armar sus fantasías en el transcurso de su solitaria vida, se pone a arrullar a su muñeca de largas trenzas hechas de madeja de lana negra a la que le falta una pierna, su rasgado vestido se detiene con un amarre en el cuello, ella se comporta como que fuera una madre en su cuidado, desde envolverla en un pañuelo, hasta mostrarle un imaginario biberón que lo sacude en su pintada boca, para insinuar que la amamanta.
          Ensimismada se acurrucaba en su cama, donde para sopesar el frío se cubría con una sábana de pitas que le dejaba descubiertos los pies. Los agujeros en sus calcetas mostraban los dedos y las uñas, los cuales escondía apretándolos con sus manos o halándose el tejido del escarpín doblándolo sobre si mismo.
          Por debajo de la puerta alguien le ha dejado un plato con un rancio caldo y el trozo de una papa, lo que parece ser su única comida del día, lo recoge, colocándolo en una mesita donde esta un cabo de candela a medio derretir, los pedazos tiesos de un pan, de donde corren despavoridas un par de cucarachas que hacen su comilona, sin mucho protocolo, haciendo una cara de desagrado, se empina el trasto para beber el líquido y luego se sienta a masticar el resto del menú. Pasa entonces, su brazo cubierto con la manga de un maltrecho suéter para limpiarse los labios y luego escupe la cáscara de la verdura.
          Han pasado unas cuantas semanas que ella no la dejan salir al patio, el castigo se lo han hecho eterno, desde que el padrastro la enclaustró, por el abandono de su madre, los pensamientos y las lágrimas se han vuelto recuerdos, los vestigios del maltrato se han evidenciado en moretones a lo largo de su cuerpecito a sus escasos 11 años.
          Chorreada como quien desconoce el baño, se recuesta en el piso, a jugar tierra, hace caso omiso de su entorno, mientras sus pensamientos se hacen sordos, quizás con la esperanza de que algún día reaparezca su madre, para que la saque de su encierro. Las únicas voces que logra percibir son las de la mujer que le reparte el rancho por las tardes, la otra de su padrastro, quien la maldice cada vez que se acerca a la puerta a tirarle la cazuela de la comida.
          En las hojas de un viejo calendario y con el cabo de un lápiz mordido del borrador, ha pintado las nubes de un cielo propio, con ángeles, pajarillos y la ternura de un rostro de una adolescente a quien le han limpiado las lágrimas, con el círculo de un radiante sol con cara de sonrisa. Todo es belleza, en listones conmemorativos que proyectan en su mente la pintura milagrosa de una casa rodeada de flores, en blanco y negro que marcan su espíritu de la desventura.
          En el transcurso de las noches a veces despierta, sus grandes ojos negros de la que sombrean las ojeras, permanecen inmóviles fijos en el techo de teja, donde imagina pequeñas mariposas que se dan a la tarea de sobrevolar sus pensamientos, con el dedo índice se pone a dibujar en el aire las figuras de una mujer que llega hasta su cama con cumplidos regalos, engalanadas cajas de figuras de colores, exuberantes ramos de flores con enorme pastel de chocolate que le brilla en 11 velitas de cumpleaños. Se saborea, tras embadurnar su dedo en el rico adorno de crema de su deseo,  el dedo gordo  termina dentro de la boca que la hace adormecerse, con una sonrisa de tranquilidad.
          Un sobresalto de sorpresa le despierta, al escuchar la caída de un pesado cuerpo en el cuarto consigo, una discusión agreste se produce con el incesante tronido de golpes que sacuden las paredes de madera de su habitación, cándida de miedo se esconde entre sus chamarras, mientras el pleito se hace silencioso, lleno de quejas y sollozos. El ogro se hizo presente, la concubina se ensaña, reclamando miles de cosas entre tantas, el cuidado de la niña prisionera, pero un bofetón la hace callar y todo vuelve a la normalidad en el trascurso de un llanto.
          Los gallos han anunciado un día con abundante sol, los nubarrones de cielo encapotado han volado hasta las montañas y la silbatina del campo se deja escuchar como un concierto de primavera. La niña se asoma en las rendijas de la puerta, con el fin de observar el panorama del patio de la casa que permanece quieto. Una sombra se interpone a su vista y el ruido del picaporte la hace regresar y esconderse debajo de su camastrón encapotado por un petate.
          El hombre de agria figura, calzado en botas de hule hace su ingreso, con un gran vozarrón, conmina a la niña a presentarse so pena de castigo, envalentonado sacude la mesa, lanzando las cosas al suelo, lo que obliga a la jovencita a abandonar su escondite, se planta temblorosa a los pies del fulano, quien la recibe con un cuerazo del cincho que lleva en mano. Ella se reciente y cae al suelo, apenas se queja, ya no traspira mas que odio por los castigos, por lo que ya no se levanta. En actitud de capataz y con las manos empuñadas en la cintura, le lanza senda patada.
---Ya ves, pedazo de…, esa que dice ser tu madre, no se anima a asomarse ha este lugar a recogerte y saldar cuentas conmigo.---
          La niña únicamente le mira, con sus grandes ojos negros y tristes, que llenan de compasión, más con el sufrimiento a flor de piel dentro de su silencio.
--- La P… esa no solo me abandonó por otro, se guevió mi pisto y encima te dejó de prenda, como si fueras ganga… Eso si, sin en un tiempo no se aparece, te hago negocio, yo se de alguien que me dará buena plata por ti.---
          Ella se levanta y tomando su muñeca con la mano, se compadece de si misma y en resistencia pasiva se sienta a al orilla de la cama a arrullarla.---
--- ¡Tu mama si te quiere! --- es la cantaleta que repite sin levantar la vista --- ¡Tu mama si te quiere!---
El hombre se le aproxima y de un manotazo le bota la muñeca, que se estrella en el suelo, profiriéndole insultos y amenazas.
   
          Año y medio después.
          A través de una pequeña ventana, la jovencita de ojos negros tristes, y grandes hoy contempla acongojada el escenario del horizonte de la campiña, los golpes recibidos y la violencia del pasado, aun le manchan de morado la conciencia. Imagina detrás de unas lágrimas, el concierto armónico de la naturaleza, que nunca le hace sonreír.
          Con un vestido corto de listón rojo a sus espaldas, enseña su calzoncito de vuelos rosados, zapatos negros, sin calcetas, que le dan una imagen diferente de mujer,  madurada por la vida. Salta desde la banca que la acerca a la ventana, su nuevo pedestal, se acerca hasta la cuna, donde recoge su actual muñeca, bebé de carne y hueso,  a la que arrulla, envuelta en pañales y mantilla la acomoda entre sus brazos para ofertarle una pacha, antes de que llore.
--- ¡Tu mama si te quiere! --- es la cantaleta que repite sin levantar la vista --- ¡Tu mama si te quiere!---
          La pequeñita recién nacida  llora ante la impaciencia de la joven madre, que no hace mas que cantar.
--- ¡Tu mama si te quiere! --- canta con una pena, congoja que le duele dentro de su pecado de ignorancia --- ¡Tu mama si te quiere!--- Lo que no se es que si tu papa, te quiere!---


sábado, 20 de julio de 2013

ENCAPUCHADO



          Arrastrando los pies como si sus pecados le agobiaran tanto, inmerso en la neblina que se hace cargo de transportar la figura espectral de un ente que deambula en forma  silenciosa. Los perros anuncian con sus aullidos el sobresalto de lo extraño que los hace inquietos y temerosos. Los nubarrones que acaso se dejan intimidar por la pálida luna, la que se esconde tras los tejados, cuando se desparrama en el sereno que moja las empedradas calles.
          La sombra que viaja, en zancadas de muerte, sobre la acera de la calle de las ánimas, se desliza cubriéndose con una capa de color negro, que se levanta con el impulso del viento en contra, en su carrera, lleva además cubierta la cabeza haciendo gala de un sarcástico miedo en su caminar.
          La ventana de los curiosos se cierra al verle pasar como un pálido susurro, cuando se le observa que se acerca hasta centenarios arcos de la entrada del camposanto, donde como de costumbre una campana hace su tañido anunciando cuando el espíritu traspasa el portón de la entrada. Así se  comporta por costumbre, la apocalíptica ánima, cuando sale de su averno, como todas las noches de la época fría.
          En el mesón, casona vejestoria que se levanta  junto al parque, después de escuchar las campanadas de la iglesia, rozando las 4 de la madrugada, hace su apertura. Los encargados del lugar sacuden los pasadizos y los húmedos cuartos con las escobas de palma para procurarse la limpieza y cuando los encuentran, ensañarse con los bolitos que se han quedado aún durmiendo la mona, para que abandonen su resaca. El gordo que es el mozo, que se presta en ayuda a los comerciantes, amaneció engarabatado, abrazando el escaparate del Santo, que veneran en el lugar, prodigando sus rezos y con los ojos desorbitados, nervioso y temblando de pánico, se niega a desprenderse del lugar. Azuzado por las gentes, en medio de gritos y balbuceo de oraciones se levanta, volteando a ver por todos lados, se dirige en plena carrera hacia las afueras del edificio, para caer hasta el frontispicio de la iglesia, donde somata el portón en búsqueda del cura. La puerta se abre en una de sus pesadas hojas y se lanza a los pies del religioso, en búsqueda de un consuelo o quizás de algún perdón.
                    El padrecito se acurruca y le sostiene la cabeza alborotada, el recién llegado se hinca y le agarra la sotana con sus grotescas manos manchadas de lodo le jala la vestimenta para mostrarle su pena para lograr que lo entienda.
--- Malo…!, malo…! --- dice y se aferra a la ropa.
--- Que pasó.--- le grita y le hace ademanes en forma de pregunta.
---Miedo…!---y hace sonidos guturales de llanto, mientras se toca la cara mostrando asombro--- mucho miedo!---.
          Junto al sacristán, el sacerdote, le ayuda a levantarse y le hace que les acompañen hasta el interior del templo, donde después de proporcionarle un bocado de pan, lo interrogan para investigar el origen de sus miedos. Después de hacerse entender relata con sus pocas palabras y mímica, todo el acontecimiento.
--- La muerte…!, era la muerte! --- repetía angustiado ante el sacerdote, que lo consolaba.
          A todo esto la diaria faena sigue igual, los vendedores levantaron con su carga de artículos y se dispusieron a poblar el portal del mercado, donde colocan sus comercios, encima de sábanas de nylon en pleno suelo mostrando los volcanes de multicolores granos y canastos de verdura, para ganarse su día, a lo mejor ajenos a lo sucedido.
          La policía se ha hecho presente en la casa parroquial, inquiriendo por el paradero del Mozo, pesa sobre él, la investigación como testigo presencial la causar de la muerte de un acaudalado señor, que fue decapitado cerca da la glorieta del parque infantil y alguien alcanzó a verlo que corría enardecido, alejándose del lugar,  minutos después del suceso.
          Una leve llovizna ha empezado a caer sobre el poblado que en solitario los vecinos se disponen a irse al reposo, a la distancia el silencio se hace evidente, interrumpido a veces por un relámpago a lo largo de las montaña, de pronto del zaguán de una elegante casa sale un hombre, montando su caballo, él cubierto con un sombrero de ala ancha y una capa plástica de color claro que le cubre parte de la bestia, se desliza en pleno trote sobre el asfalto de la avenida principal, las luces que alumbran en los postes se hacen pálidas a medida de que la lluvia se intensifica, en viaje directo y justo cuando se acerca a una glorieta cubierta de bougambilea, del pequeño parque,  allí le salta un hombre vestido de capa negra que despide halos de pánico, quien le franquea el paso, la sombra de una guadaña reluce desafiantes en sus manos.
          El caballo, entonces, pega un regresón y luego relincha, haciendo que el jinete salga despedido y descienda a través de un golpe por el anca del animal,  rápidamente se incorpora y se declara un encarnizado duelo, batalla donde reluce un arma, que escupiendo un par de balas, hace frente al intruso, que ni siquiera se inmuta, ni le produce daño. La filosa cuchilla, vuela y pasa rasurando el cuello del caballero, su cabeza rueda por el suelo hasta llegar a las bancas de la glorieta. El caballo asustado se encabrita y huye en galope despavorido a lo largo del mojado  camino, donde se pierde.
          El maléfico asesino se mofa de su actuación, toma por el pelo la cabeza de su oponente, como trofeo lo levanta sobre sus manos que se manchan de sangre en señal de triunfo.
          Por detrás de la glorieta aparece un bulto que se enseña en medio de las retorcidas ramas de las flores, con sus grandes ojos desorbitados se levanta produciendo ruido por su presencia, lo que hace que el encapuchado lo vea, se acerque y con el índice de su huesuda mano le señala.
---Haz visto como se ejecuta a un malévolo y adinerado asesino. Que destruye hogares y familias. Ja, ja, ja. Tu serás el testigo--- fue la voz de ultratumba que se dejó escuchar en el lugar.
          Después de recobrar la conciencia el gordo, que de casualidad adormitaba en ese lugar, apenas se dio por enterado, corrió como loco, pensando en una infinidad de cosas, todas amenazas, asumiendo que el señalamiento era una condena para él. Se santiguó cuantas veces pudo y se fue a esconder, en los cuchitriles del Mesón. Donde amaneció cerca del escaparate de San Antonio.
          En los pasadizos del cementerio se moviliza un cortejo, la caja de roble blanco con aldabones de bronce, cargado por elegantes ciudadanos se encamina hasta el suntuoso mausoleo, los deudos se dan consuelo y los grupos de acompañantes, se hacen valla y repiten el réquiem.
          En el fondo tras una elevada palmera, el esqueleto de una osamenta se regocija con la guadaña en mano. Y el eco de una sonora carcajada se la lleva el viento y espanta a los dolientes.

jueves, 18 de julio de 2013

AL AGUA... PATOS



          Correteando alrededor de la alberca, un grupo de patojos, cargados de felicidad y rebosantes de sonrisa, disfrutaban de unas merecidas vacaciones del descanso de fin de año. El ardiente sol de la costa, invitaba no solo a un chapuzón, sino a unas buenas bebidas refrescantes, de unas heladas cervezas, acompañadas de un sustancioso seviche de mariscos Y de un suculento almuerzo.
          Los cocoteros saludaban de vez en cuando, al mecerse por las escasas ráfagas de brisas provenientes del mar, algunos cargados de sus frutos en racimos, en la que las ramas servían de columpios a los clarineros que cantaban las mañanitas. El brillante sol mantenía tibias las aguas cristalinas de la piscina, donde con figuras de animales, salvavidas inflados, acompañaban a los mas pequeños, para lanzarse de las orillas, produciendo olas que mojaba los alrededores.
          Grupos de pajarillos que sobrevolaban el área, se atrevían a detenerse cerca de la grama circundante, para hacer de la fiesta, un ir y venir con piruetas de trapecistas, de la orilla hasta las ramas de los jocotes marañones pintados de rojo, que mostraban apetitosos sus frutos ya maduros.
          Los chicos, en función de cazadores, persiguen en sus alrededores a los garrobos, que escondidos bajo las piedras o en los agujeros de los troncos viejos depositados en los linderos de los campos, ellos caminaban silenciosos por las veredas cuando alguna de las iguanas saltaba y corría alocadamente con su simpático ritmo, la tropa la persigue, hasta perderla entre los matorrales. Las hondas de hule canche se estiran con bodoques de barro, cuando alguno de estos animalejos se pone a tiro, probando el pulso de alguno. Fatigados de las expediciones, regresan sedientos a empinarse las gaseosas con hielo, o a pasarse un duchazo de agua templada. La mayor parte de las veces con las manos vacías
          El exquisito olor del pescado en la fritanga, donde las mujeres convertidas en chef, se entretienen con sus charlas, durante la confección de las comidas. Los cremosos aguacates que adornan el centro de la mesa, con rodajas de huevos duros, sal y limón con unas cuantas hojas trituradas de orégano que le da un toque de insuperable sabor. La infaltable maleta de frijoles negros refritos, con trozos de queso fresco, aun envuelto en hojas de sal, para mantener su calidad, las servilletas gruesas que envuelven los muñecos de tortillas, recién salidas del comal, que se apilan en bucul, para mantenerse calientes todo el rato.
          El proceso del brindis está en plena acción, truenan las copas y se somatan los hielos que tintinean en los vasos, mientras alguien levanta la voz, para decir salud!  El apetito es grande y el murmullo de los cubiertos no se deja esperar, los muñecos de tortilla empiezan a desaparecer y los camarones, los cangrejos saltarines y los jutes pasan a mejor vida, formando parte de los cascarones y restos de tenazas que van a la cesta de los desperdicios.
          Lo hermoso es como los niños se chupan hasta los dedos al saborear su plato predilecto, acompañado con el arroz salpicado con arbejas y la infaltable ensalada rusa, con  mayonesa derretida en los trozos de papa, ejote y demás verduras. De postre unos rellenitos de plátano, con leche condensada, para que mas.
          La hora del descanso, todo el mundo se retira a reposar en una hamaca, sobándose la panza de la gran comilona, los chicos se huyen de las labores domésticas y se asoman en la punta de los cercos con la excusa por la prohibición de meterse al agua, hace que se agrupen en torno de una pelota para armar una chamusca.
          El picante sol ya va de retirada y en el campo las sombras apuntan al oriente, el calor ha bajado de espesor y el grupo familiar, en chancletas, toallas de variados tamaños y su respectivo bote de filtro bloqueador solar, salen en infantería para gozar de las arenas negras de origen volcánico que se bañan en la orilla de las espumantes olas del mar. En la expedición, mientras algunos al agua patos, otros se dedican a recoger conchas, los demás corretean a los cangrejos que se bañan y se esconden en sus agujeros de la candente arena.
          Los tumbos hacen retroceder a los bañistas y las olas les lanzan a empujones que los llevan hasta afuera, donde se consumen en el borde superior de la playa, los castillos construidos y las excavaciones elaboradas con los pies se ven derrapas por el agua que de entrada arremete con cuanta construcción de muros se opone a su corriente. Los cuidadosos adultos con  niños sostenidos de su mano, soportan el embate de una ola para acurrucarse en el remanso posterior, mientras reciben un revolcón de la siguiente ola que apenas le da tiempo para levantarse.
          El agua se alarga hasta donde se encuentra la base de las toallas, un par de chancletas navegan en la espuma de regreso a la reventazón. El baño al parecer no es solo de agua salada sino de mantos de arena que se introducen hasta los mas recónditos lugares. Recuperadas las sandalias, agotados de las volteretas que les imprime el señor mar, todo el mundo se detiene en lo alto de la playa para ver como el astro se mete entre la inmensidad del océano, para despedir la tarde. Una parvada de pelícanos pasan saludando el copete de las olas, en ordenada pandilla, haciendo sus últimas travesías para llegar hasta sus lugares de pernoctar.
          El viaje de regreso es un sacudir de arena y de pasarse la toalla para limpiar el cabello, las bolsas se conchas son el tesoro encontrado, en el trayecto. Los zancudos inician su molesta tarea de inyectar alérgicos aguijones, que producen comezón y roncha, que hacen apresurar el paso hasta el rancho, donde los pájaros arremeten con sus trinos, la bienvenida de la noche. A lo lejos se escucha la rocola de una cantina que invita con corridos a la fiesta nocturna de feria, en el fin de semana.
          Tanto los chicos como los adultos se juntan alrededor de una pequeña fogata a contar chistes y alguna que otra historia de miedo para estimular el sueño y calientan en palitos los mashmelos, para mantener ocupada las muelas mientras escuchan las historietas. Los niños se apretujan al enterarse que no muy lejos de allí aparece un espanto, que le hace abrir mas grandes los ojos y les hacen temblar las canillas.
          Los cohetes de vara, resplandecen la oscura noche, abriéndole paso a la procesión del santo patrono de la aldea, es la feria anual los fieles y las rezadoras en alegre compañía entonan sus cantos, mientras circulan por el trayecto por las calles, sonido el de las bombas de tubo que despiertan hasta las gallinas que ya reposan en las ramas de los árboles. Los habitantes de la aldea y alguno que otro visitante salen a su encuentro a ofrecer sus respetos mediante un responso de oraciones, el lanzamiento de una furtiva ensarta de cohetillos revienta no muy lejos de los pies de los asistentes, que les pone a saltar, mientras los perros huyen despavoridos ante sonido y las chispas de los petardos.
          La iglesia les abre paso para finalizar el ágape y cumplir con la última liturgia, con la celebración de la santa misa y la bendición de la hora santa.
          Ya de regreso la chiquillada duerme en calzoneta y sobre petates, para reparar los esfuerzos de lo actuado y amanecer con mas brillos al romper la mañana final del viaje.