Tun
tuntún tun, compases de cuero estirado, atizado con palos en cuya punta
sostienen un caucho, vibra en armonía el seco tenor del tambor que invita al
regocijo de las ceremonias de los chamanes. El chillido del pito, instilaba en
el oído con su sonido peculiar, en labios de los cofrades. El humo del POM, de ascendente
estilo, cuyo espíritu se eleva a las inmensidades del cielo, cúpula de arpegio
del reino, donde los dioses del Khan se
deleitan de las plegarias humanas.
La
danza se hace santuario, las máscaras reviven en reflejos la vida de los
súbditos de la tierra que representan los sacrificios de prisioneros atrapados
en la epopeya de la conquista de los reinos débiles. Artes escénicas que evocan
espiritualmente las costumbres de un pueblo indiano.
Fogatas
rodeadas de candelas multicolores, que se derriten en cera para la remembranza
de las épicas historias de siglos previos, con la hipócrita presencia de unos
cuantos que se hacen llamar sacerdotes, idiotizados por el guaro blanco, dando
alarde de constante comunicación con las alturas y los dioses.
El
baile de las inditas, cómplices de las sinfonías a ritmo de marimba, se recogen
las enaguas, mientras bambolean los cántaros ensartados entre cintura y cadera,
sacudiendo con su brazo el chal tejido en hilos de algodón, con maravillosas
figuras de espléndidos colores. La sumisión se muestra en sus rostros con la
mirada hacia el suelo, mientras los varones con sombrero de palma y ala ancha, les
hacen reverencia al arrastrar el borde por el suelo. Los calzones de manta
blanca, los caites de hule y las cintas de color rojo encendido, adornan su
cintura donde formando un nudo, luego desciende en barbas hasta la pantorrilla.
El
movimiento con saltito, se acomoda al unirse a la pareja donde invitan a verse
el rostro, poniendo sus manos en la cintura para doblegarse en ambos lados, ellas,
de trenza con una exuberante moña de color hace que al moverse se sacuda de un
lado a otro, el giro se hace emocionante con el movimiento de cabeza, con la
intención de mantener la atracción de la mirada
con su pareja.
Soltados
los cántaros son depositados en el centro, cada una de las parejas hacen una
ronda alrededor de ellos, agachándose se saludan, luego se retiran caminando
hacia atrás, se reúnen entre si, se cuchichean, con el agitar de sus manos
hacia el cielo, proceden a correr en
fila hasta llegar al encuentro, donde recogen los cántaros y desparecen del
escenario.
El
aplauso de la concurrencia se deja escuchar mientras los actores regresan al
escenario y saludan a los asistentes, la marimba suena en fanfarrea, festejando
el acto.
Los
cohetes de vara se disparan a lo alto, para romper el silencio de las nubes,
los retazos de papel de china se sacuden por el aire y el confeti se adhiere al
pino que regado en el suelo es la alfombra que dispersa su aroma a lo largo de
la plaza.
Con
la trenza recogida hacia atrás y el pelo apretando en su cabeza, exhiben el
chachal de monedas de plata en su pescuezo, la reina hace su presencia en el
sitial de honor, acompañada de sus hermanas, luciendo en cubierto de sus
huipiles de relucientes tonos rojos, envueltas en cortes predominantemente
azul, inician su ceremonial, la danza con trayecto hasta el altar donde una silla
cubierta de exuberantes adornos de flores, rosarios de frutilla y manzanilla
engalanan el trono. Las asistentes se acercan ceremonialmente, haciendo un
movimiento de saludo de genuflexión, apuntan a colocarle la corona, la ungen
como soberana, luego se retiran caminando hacia atrás para no darle la espalda justo
cuando se hacen las manifestaciones de alegría y el bullicio de la concurrencia.
La
zarabanda se hace elegante cuando los chamanes y los cofrades se hacen
presentes anunciados por el agudo silbido de la chirimía, que resuena de todos
los rincones poniendo alerta a las jóvenes dispuestas a danzar al repique de la
marimba.
Las
madres oficiosas se colocan por las ventanas para observar el comportamiento de
las chicas que por primera vez se asoman a tal celebración, con un movimiento
de manos la pareja solicita de la madre el concurso de su hija, quien
arrastrada de la mano es llevada a toda prisa al centro de la pista para
aprovechar los acordes de la música. La Reina mostrando sus hermosos atuendos, observa en
el solar, no ha escogido a su consorte, los caballeros elegantemente vestidos
se encuentran a la espera de la señal de la soberana quien a través de sus
asistentes pasa la voz, para indicar quien ha sido el seleccionado para tan
distinguida tarea de conducirla en el baile. El escogido que pone ruboroso, la
toma de la mano y la conduce al sitial de honor, en el centro de la pista, las parejas se separan formando un círculo,
mientras la pareja real se da varias vueltas al sonido del vals, bajo los
aplausos de la concurrencia.
Tun
tuntún tun, son los compases de cuero, que en las afueras del salón se dejan
escuchar, es la fiesta popular que hace llegar hasta el salón de actividades
donde aguardan la muchachada. Es el baile de los Moros, que con sus trajes
multicolores y cargados de pequeños espejos, cabezas envueltas en trapos con
máscaras pintadas de rosado unas y otras de color café, prestos circulan en el
pórtico de la plaza con machetes en mano, para asustar a los asistentes quienes
les hacen una rueda, se aprietan y saltan para esquivan las chispas que produce
el roce del metal con el piso. Bailarines con olor a guaro, se dan vueltas con
el sonesito del TUN, los caracteres se enfrentan dando vueltas y sobándose por
la espalda, donde se empujan mientras muestran sus filosas armas que rascan el
suelo.
Los
petardos dan cabida en la plaza done después del danzón de los encapuchados
detienen el momento cuando al centro y acompañado de candelas es encendido el
mechero de la figura del Torito, quien rodeado de cachinflines y luces de colores
se balancea en las orillas de la plaza lanzando sus cornadas hasta el público,
que corre para esquivarlo, El fuego de sus costados y los cohetes que revientan
a sus pies hace la delicia de chicos y grandes cuando el sujeto de que lo lleva en sus hombros,
corcovea como un verdadero toro.
En
el atrio de la antañona iglesia, se juntan los dos músicos para darle final a
una noche de juerga, el tu tuntún tun, suena levemente y mostrando fatiga, así
como el pito desafinado de la chirimía, es el espíritu de la feria que decrece
y se acaba, dándole la bienvenida al día siguiente y la despedida de la
celebración hasta el año siguiente.
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