sábado, 21 de septiembre de 2013

EL TUN



          Tun tuntún tun, compases de cuero estirado, atizado con palos en cuya punta sostienen un caucho, vibra en armonía el seco tenor del tambor que invita al regocijo de las ceremonias de los chamanes. El chillido del pito, instilaba en el oído con su sonido peculiar, en labios de los cofrades. El humo del POM, de ascendente estilo, cuyo espíritu se eleva a las inmensidades del cielo, cúpula de arpegio del reino,  donde los dioses del Khan se deleitan de las plegarias humanas.
          La danza se hace santuario, las máscaras reviven en reflejos la vida de los súbditos de la tierra que representan los sacrificios de prisioneros atrapados en la epopeya de la conquista de los reinos débiles. Artes escénicas que evocan espiritualmente las costumbres de un pueblo indiano.
          Fogatas rodeadas de candelas multicolores, que se derriten en cera para la remembranza de las épicas historias de siglos previos, con la hipócrita presencia de unos cuantos que se hacen llamar sacerdotes, idiotizados por el guaro blanco, dando alarde de constante comunicación con las alturas y los dioses.
          El baile de las inditas, cómplices de las sinfonías a ritmo de marimba, se recogen las enaguas, mientras bambolean los cántaros ensartados entre cintura y cadera, sacudiendo con su brazo el chal tejido en hilos de algodón, con maravillosas figuras de espléndidos colores. La sumisión se muestra en sus rostros con la mirada hacia el suelo, mientras los varones con sombrero de palma y ala ancha, les hacen reverencia al arrastrar el borde por el suelo. Los calzones de manta blanca, los caites de hule y las cintas de color rojo encendido, adornan su cintura donde formando un nudo, luego desciende en barbas hasta la pantorrilla.
          El movimiento con saltito, se acomoda al unirse a la pareja donde invitan a verse el rostro, poniendo sus manos en la cintura para doblegarse en ambos lados, ellas, de trenza con una exuberante moña de color hace que al moverse se sacuda de un lado a otro, el giro se hace emocionante con el movimiento de cabeza, con la intención de mantener la atracción de la mirada  con su pareja.
          Soltados los cántaros son depositados en el centro, cada una de las parejas hacen una ronda alrededor de ellos, agachándose se saludan, luego se retiran caminando hacia atrás, se reúnen entre si, se cuchichean, con el agitar de sus manos hacia el cielo, proceden  a correr en fila hasta llegar al encuentro, donde recogen los cántaros y desparecen del escenario.
          El aplauso de la concurrencia se deja escuchar mientras los actores regresan al escenario y saludan a los asistentes, la marimba suena en fanfarrea, festejando el acto.  
          Los cohetes de vara se disparan a lo alto, para romper el silencio de las nubes, los retazos de papel de china se sacuden por el aire y el confeti se adhiere al pino que regado en el suelo es la alfombra que dispersa su aroma a lo largo de la plaza.
          Con la trenza recogida hacia atrás y el pelo apretando en su cabeza, exhiben el chachal de monedas de plata en su pescuezo, la reina hace su presencia en el sitial de honor, acompañada de sus hermanas, luciendo en cubierto de sus huipiles de relucientes tonos rojos, envueltas en cortes predominantemente azul, inician su ceremonial, la danza con  trayecto hasta el altar donde una silla cubierta de exuberantes adornos de flores, rosarios de frutilla y manzanilla engalanan el trono. Las asistentes se acercan ceremonialmente, haciendo un movimiento de saludo de genuflexión, apuntan a colocarle la corona, la ungen como soberana, luego se retiran caminando hacia atrás para no darle la espalda justo cuando se hacen las manifestaciones de alegría y el bullicio de la concurrencia.
          La zarabanda se hace elegante cuando los chamanes y los cofrades se hacen presentes anunciados por el agudo silbido de la chirimía, que resuena de todos los rincones poniendo alerta a las jóvenes dispuestas a danzar al repique de la marimba.
          Las madres oficiosas se colocan por las ventanas para observar el comportamiento de las chicas que por primera vez se asoman a tal celebración, con un movimiento de manos la pareja solicita de la madre el concurso de su hija, quien arrastrada de la mano es llevada a toda prisa al centro de la pista para aprovechar los acordes de la música. La Reina mostrando sus hermosos atuendos, observa en el solar, no ha escogido a su consorte, los caballeros elegantemente vestidos se encuentran a la espera de la señal de la soberana quien a través de sus asistentes pasa la voz, para indicar quien ha sido el seleccionado para tan distinguida tarea de conducirla en el baile. El escogido que pone ruboroso, la toma de la mano y la conduce al sitial de honor, en el centro de la pista,  las parejas se separan formando un círculo, mientras la pareja real se da varias vueltas al sonido del vals, bajo los aplausos de la concurrencia. 
          Tun tuntún tun, son los compases de cuero, que en las afueras del salón se dejan escuchar, es la fiesta popular que hace llegar hasta el salón de actividades donde aguardan la muchachada. Es el baile de los Moros, que con sus trajes multicolores y cargados de pequeños espejos, cabezas envueltas en trapos con máscaras pintadas de rosado unas y otras de color café, prestos circulan en el pórtico de la plaza con machetes en mano, para asustar a los asistentes quienes les hacen una rueda, se aprietan y saltan para esquivan las chispas que produce el roce del metal con el piso. Bailarines con olor a guaro, se dan vueltas con el sonesito del TUN, los caracteres se enfrentan dando vueltas y sobándose por la espalda, donde se empujan mientras muestran sus filosas armas que rascan el suelo.
          Los petardos dan cabida en la plaza done después del danzón de los encapuchados detienen el momento cuando al centro y acompañado de candelas es encendido el mechero de la figura del Torito, quien rodeado de cachinflines y luces de colores se balancea en las orillas de la plaza lanzando sus cornadas hasta el público, que corre para esquivarlo, El fuego de sus costados y los cohetes que revientan a sus pies hace la delicia de chicos y grandes cuando el  sujeto de que lo lleva en sus hombros, corcovea como un verdadero toro.
          En el atrio de la antañona iglesia, se juntan los dos músicos para darle final a una noche de juerga, el tu tuntún tun, suena levemente y mostrando fatiga, así como el pito desafinado de la chirimía, es el espíritu de la feria que decrece y se acaba, dándole la bienvenida al día siguiente y la despedida de la celebración hasta el año siguiente.

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