sábado, 21 de septiembre de 2013

EL COFRECITO



          Después de una incesante lluvia con relámpagos, la noche se relajó desplazando en su humedad las cornisas que goteaban los resabios de la tormenta, la noche particularmente fría, se arremetía con ráfagas de viento que silbaban en los tejados.
          Me fui a la cama después de comerme unas tortillas embadurnadas de frijol y un sorbo de café, corolario de una tarde pegada a los libros, estudiando meticulosamente para los exámenes de fin de curso del instituto. A pesar de haberme recluido por cansancio me encontraba irritado por lo que no pude conciliar el sueño, di no se cuantas vueltas hasta hacer un molote las chamarras, me levanté en plena oscuridad extendí las colchas, me acosté nuevamente boca arriba cubriéndome hasta la nariz, estaba intranquilo, no se si por lo helado del ambiente, pero en fin compuse mi almohada tratando de dormirme cerrando los ojos.
          Pasaron los minutos y el zumbido de un zancudo me mantuvo alerta, hice algunos intentos de capturarlo pero no fue posible, por lo que desistí cubriéndome hasta la cabeza con la sábana, hasta que deje de escucharlo. Me di media vuelta, estiré mis piernas buscando el mejor acomodo para reposar, un presentimiento recorrió como calofrío por mi cuerpo y la desagradable sensación de que alguien se había posado a los pies de mi cama, discurrí la chamarra para observar, pero no vi absolutamente nada, solo era la sensación del peso sobre el colchón que se acompañaba de una respiración gruesa, con suspiros de lamento. Instintivamente encogí las canillas y me acerqué al rincón, sentado me coloque una de las almohadas como escudo, tratando de adivinar lo que me estaba sucediendo.
          Me santigüé como mil veces, hasta las oraciones que había aprendido de chiris se me fueron en blanco por el miedo, la verdad no sabía que hacer, estaba como paralizado y las ideas se me hacían humo al no poder darme explicación del fenómeno que me ocurría.
          El corazón me palpitaba muy rápido, las muestras de sudor circundaban mi cabeza, me encontraba mudo, sin el más mínimo reflejo para intentar levantarme de un brinco, que me alejara de esta percepción.
          La sensación de peso sobre la cama cedió y una ráfaga de viento me golpeó la cara, lo que me hizo relajarme devolviéndome el movimiento, salté de la cama y previo a la apertura de la puerta del cuarto, me detuve un instante, abrí con cierto nerviosismo, tomé un cabo de candela lo encendí y me hice de valor para buscar el cuarto de baño.
          Volví a mi habitación mas relajado, la vejiga me había dado la sensación de urgencia y el pánico me había producido eliminación menos mal que de gases, retome mi posición dentro de la cama, cubierto hasta la coronilla, amanecí titiritando agazapado en el rincón de mi lecho.
          La mañana siguiente amanecí amodorrado, con sendos cheles en los ojos, apenas había podido cerrarlos en un lapso de la madrugada, tomé una taza de café, el consabido bocado de pan, con unos libros bajo el brazo y me dirigí hacia la escuela, varias veces se me llamó la atención porque el sueño me hacía presa en las aburridas clases. El recreo pasó de largo, tan solo me acerque para recibir el posillo de atol, hice caso omiso de la invitación de mis compañeros a participar en la chamusca del fut, preferí irme a sentar a la par de la pilona donde cuando me apretaba la modorra me salpicaba con el agua para mantenerme alerta.
          Ni bien habían tocado la campana para formar en la salida y me di un par de estirones para desperezarme, la fila india dio salida hacia el portón de la escuela, iba tan ensimismado que no me di cuenta la maestra me agarró por la parte de atrás de la camisa y me regresó hasta la entrada del aula. Mas que de susto, pero se dio a la tarea de preguntarme si estaba con algún problema, o mas bien que era lo que estaba pasado dentro de mi cabeza por la actitud que había presentado durante la clase. No le dije nada, preferí guardar el secreto, siempre pensando que iba servir de hazme reír de los compañeros si contaba mi experiencia, sacudiéndome un poco, le di la espalda a la seño y me di a la carrera de regreso a mi casa. En el trayecto pensé que talvez era un tonto por no haberle manifestado mi experiencia a la profesora, a lo mejor ella me podía aconsejar, pero bueno, yo era machito y no iba a aceptar que me había cantado del miedo.
Llegue a la casa y fui directo hasta mi cuarto, me tiré sobre la cama, quedándome profundamente dormido, creo que la abuela llegó hasta mi lecho y me insistió sino iba a ingerir alimentos, pero estaba tan cansado que no le puse atención. La santa viejita me quitó los zapatos y me colocó una sábana encima.
Al filo de la media noche desperté, me restregué los ojos con la manga de la camisa, me levanté y dirigiéndome hasta la cocina, agarré un vaso y me serví agua, del cántaro que se encontraba en el filtro de piedra. Estuve de regreso en el cuarto donde me quite la ropa, dejándola tirada en el suelo y me dí una zambullida entre las chamarras.
          El bullicio de los animales, los rayos del sol me dieron los buenos días, en la silla a la par de mi catre, encontré doblada mi ropa a los pies estaba mi par de zapatos, bien lustrados. Me dio extrañeza, pero rápido le eché el muerto a la abuela que siempre se acercaba hasta mi habitación a ponerme las cosas en orden.
A ella la encontré como de costumbre en la cocina, con su delantal de bolitas, preparando el desayuno.
--- Oye Francisco, como que anoche dormiste como piedra, tan solo te escuché que te levantaste a tomar agua. Verdad? ---
          Asentí con la cabeza, sin mayores explicaciones me retiré, con un adiós sacudiendo la mano. El día se presentó diferente, participe alerta en todas mis actividades y acompañé a mis amigos a la chamusca, al regreso al salón de clase la maestra me salió al paso y me felicitó por mi comportamiento del día, hasta me premió con una carita alegre en mi trabajo en clase.
          Al regreso en casa estaba la abuela sentada en su mecedora con un tejido de lana en las manos y sus anteojos a media nariz, quizás estaba cabeceando, pero advirtió de mi presencia, me detuve frente  ella y le pregunte sobre el episodio de la ropa que había dejado tirada, me contestó que había llegado hasta mi habitación temprano en la mañana cuando aun dormía, pero que la ropa estaba doblada sobre la silla y los zapatos estaban lustrados. Terminé por contarle la experiencia de la noche hace tres días, la viejita en lugar de alarmarse se sonrió y me indicó.
--- Sabes una cosa esas cosas ha veces pasan, en esta casa se han visto cosas extrañas, pero mientras no tengas miedo pues podes confiar que es un espíritu de bien…., lo que hay que tener es coraje para enfrentarlos y preguntarles de quien se trata.---
Mas que confundido me fui a mi habitación, terminé algunos deberes de la escuela y dispuse después de apagar el quinqué, a recostarme sobre la almohada. Pasadas las horas, no se si estaba dormido, me senté en la cama y una dama de vestido blanco con cuello alto, de dulce rostro se sentó junto a mi, una sonrisa dibujaba su cara.
--- Panchito --- me dijo --- te he estado visitando estos día, mi objetivo es que no me olvides, hace 11 años cuando naciste, en esta misma casa sufrí un accidente en el parto, la sangre me inundó y se me escapó la vida mientras te daba a luz a ti, ahora que ya va ser tu cumpleaños quiero pedirte que me visites y me lleves unas flores allá a mi tumba del cementerio.---continuó. --- Tu nunca me conociste pues pasé a mejor vida en tu nacimiento. Sigue mi consejo, en la mañana le dirás a tu abuela que dentro del cajón del ropero, hay un cofrecito de madera, dentro de él hay un papel doblado en cuatro, allí se encuentra lo que tanto han buscado todos estos años…
--- Mamá… Mamá, que linda eres, nunca pensé poder verte y conocerte… quédate conmigo…
          El chico al abrir sus ojos se lleno de asombro, no había nadie. Habrá sido un sueño, una visión, un mensaje, cruzó sus brazos detrás de la cabeza y se tumbó nuevamente sobre la cama.
          Lo primero al despertar por la mañana fue en búsqueda de la abuela, que por variar se encontraba en sus labores en la cocina, sin mayores explicaciones, se le tiró sobre el regazo abrazándola le indicó.
---Abuela, dime una cosa, como es que era mi madre?---
Ella se quedó sorprendida por la petición.
---Pues, ella era una santa.---luego dijo.--- porque la pregunta?---
--- Ella le dejó un mensaje…hágame un favor, busque en el cajón del ropero, allí hay un cofrecito de madera, dentro de él hay un papel doblado en cuatro, sáquelo y me enseña que hay escrito allí.---
          La anciana se dirigió hasta el ropero, abrió el cajón del centro y revolvió el contenido hasta que dio con el cofre, sacó el papel que había sufrido los embates del tiempo y el ataque de las polillas, se coloco sus gafas mientras lo extendió. Sorprendida por la lectura:
--- Esto es lo que hemos buscado por mucho tiempo --- dijo --- ahora ya sabemos quien es el fulano que embarazó a tu madre.---
--- Mamá se me presentó anoche, diciéndome donde buscar el secreto de mi existencia---
--- Ahora ya vas a saber quien fue el bandido de tu padre…!
  
 
  

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