La
princesa es ungida junto a su séquito y se dirigen en flamante procesión hasta
el centro de la plaza, donde celebran la fiesta de la coronación. Cubierta de
ajuares hermosos, es el centro de la atención, la que los caballeros prodigan toda
clase de loores, con el fin de obtener una oportunidad de ser tomados en cuenta
para posarse a su lado para resguardarla, su alta jerarquía la ciega y luego no
se inmuta, ni acepta proposiciones, en medio de tal circunstancia el baile no
se ve interrumpido, pues la soberana en espera el advenimiento de su príncipe,
el designado por los dioses como consorte. La música revienta en acordes de
felicidad pero las pistas se encuentran solitarias, las parejas de cortesanos y
los jóvenes guerreros adulan y protegen a las damiselas que asisten a tan
esperado evento.
Tras
una nube de los inciensos, revienta en el firmamento la presencia de un
caudillo, ungido de jade, que desciende entre nubes de las alturas hasta el
lugar del convivio. Adornado con su penacho de plumas de quetzal, hace
presencia ante los mortales a quienes deslumbra con su prestancia. Avanza
gallardamente hasta el pináculo, allí le hace encuentro y coloca sus manos en
el rostro de la dama la reina, quien al verle se sorprende en tan milagroso reunión,
cae de rodillas ante su señor, quien la
envuelve en un largo lienzo de lino y la conduce entre sus brazos, la magia se
concreta cuando juntos ascienden como la espuma, entre vítores y oraciones de
los súbditos. Se eleva hasta los confines de las altas tierras de sus ancestros,
donde el hogar de los dioses se transforma en un espejismo de sabiduría y
bienestar.
Allá
en las alturas de los montes, residencia de los dioses, en el paraíso de los
celajes donde los loros hacen sus nidos, donde los venados muestran su señorío
pastando en los campos, ante un paisaje maravilloso, los cientos de pajarillos
con collares de pétalos se dedican a arrullar a la reina en sus aposentos en la
cumbre de una pirámide, cuyo balcón despide la primavera para bendecir a sus
súbditos de la tierra.
Las
lluvias seguidas de las cosechas abundantes, son el regalo que han recibido a
cambio de la doncella, cuyo sacrificio entona en melodías el sagrado ímpetu, la
tradición y no de muerte que hace el progreso y supervivencia de su comunidad,
dioses y plebeyos que en simbiosis se amalgaman para restaurar una tradición,
concretada en inscripciones y jeroglíficos de las ciudades ancestrales.
El
sol (kinich Ahau), es el poder y la fortaleza de estos símbolos, que producen
el milagro de la agricultura, el de las prósperas cosechas, de los celestes años
de virtud y prosperidad, que a lo largo de los siglos significan un reino de
Paz.
Las
tierras del sur, donde se encontraba el reino de los dioses buenos. En el nido,
asiento de la serpiente alada y las gigantescas cuevas de los jaguares, parte de la mitología de los
habitantes de estas tierras de paradisíacos paisajes. Aquí se reciben a través
del olor del pom las peticiones y oraciones de los súbditos hombres, que piden
su perfección en las artes de la arquitectura, las habilidades de la orfebrería
y la sapiencia heredada de sus ancestros, en el conocimiento de las estrellas.
Tras
los gigantescos desfiladeros, de los impenetrables bosques, la tierra se
encontraba dividida, en las planicies áridas del norte donde habitaban las
legiones de sanguinarios guerreros que vivían de la conquista y la fuerza. Los
del norte, desterrados guerreros que practicaban la maldad a través de la muerte, poderosos habitantes de los
asentamientos por arriba de la península de Yucatán, dedicados a conquistar, destruir,
saciaban su odio matando a sus vecinos, robando sus doncellas y extinguiendo
todas las fuentes de cultura, usurpaban sus templos y ciudades, convirtiéndolos
en antros de maldad.
Maestros
en los sacrificios humanos, su subsistencia la basaban en el robo de las
cosechas y sometimiento a trabajos
forzados a los prisioneros, todos hechos esclavos durante sus crueles batallas,
maléficas reyertas.
Los
sumisos sacerdotes del sur, cuyos conocimientos iban mas allá de las artes, se
prodigan en el establecimiento de la paz, creando además de templos imponentes
la creación de códices que llevan sus mensajes para la posteridad.
Las
estrategias de subsistencia se basaron en la inteligencia del soberano Yukno-om,
quien por sumisión después de haber sufrido sitio de varios años, rinde su
reino y su palacio, aceptando el matrimonio de su hija la segunda mujer notable
con el conquistador k´inich yook, que luego trae a la descendencia que provoca el
declive del poder de los reinos de Calakmul, al convertirse en un pueblo
efímero tras la mezcla con los invasores.
Descendiente
de estos guerreros negros de las tierras altas del norte. Poderosos comandantes
de las tribus de las serpientes aladas y los buitres, eran jefes de hordas de monstruosos
soldados que practicaban el canibalismo y los sacrificios humanos, en los
altares de piedra, donde extraían en vida el corazón de los caciques que
representaban a los nobles pueblos dedicados a las artes y el estudio.
Pueblos
jóvenes que permanecían en cautiverio signo de esclavitud que eran pisoteados por
no practicar los cánones de la guerra, que se convertían en pagadores de
impuestos y adoradores de los dioses del inframundo.
Con
la caída de estos reinos se viene la época del renacimiento guiados por los
dioses, quienes ungen la tercera mujer notable que se ve favorecida por las
plagas que hacen sucumbir a los descendientes de los guerreros negros,
provocando un período de reconstrucción y florecimiento de los pueblos que en
secreto había mantenido las artes. El nacimiento de los sacerdotes que
iluminaron el calendario y el resurgimiento de los hijos de los dioses.
El
advenimiento del Sitio llamado “La
Corona, de donde surge las nuevas princesas hijas de la
elegida y del caudillo semidios, la primera y la protegida por la fuerza del
Gran Jaguar, la segunda cuya fuerza da origen a la alianza con el príncipe,
también descendiente, del poderoso Jasaw Chan K´wiil, con quien vence la maldad
dando origen a Tikal, como el nuevo imperio.
En
el cielo se regocijan los iluminados, cuando florecen las grandes capitales del
reino de la paz, encabezados por el complejo del Mirador y bajo el poder de la Hermosa Tikal.
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