sábado, 21 de septiembre de 2013

EL TUN



          Tun tuntún tun, compases de cuero estirado, atizado con palos en cuya punta sostienen un caucho, vibra en armonía el seco tenor del tambor que invita al regocijo de las ceremonias de los chamanes. El chillido del pito, instilaba en el oído con su sonido peculiar, en labios de los cofrades. El humo del POM, de ascendente estilo, cuyo espíritu se eleva a las inmensidades del cielo, cúpula de arpegio del reino,  donde los dioses del Khan se deleitan de las plegarias humanas.
          La danza se hace santuario, las máscaras reviven en reflejos la vida de los súbditos de la tierra que representan los sacrificios de prisioneros atrapados en la epopeya de la conquista de los reinos débiles. Artes escénicas que evocan espiritualmente las costumbres de un pueblo indiano.
          Fogatas rodeadas de candelas multicolores, que se derriten en cera para la remembranza de las épicas historias de siglos previos, con la hipócrita presencia de unos cuantos que se hacen llamar sacerdotes, idiotizados por el guaro blanco, dando alarde de constante comunicación con las alturas y los dioses.
          El baile de las inditas, cómplices de las sinfonías a ritmo de marimba, se recogen las enaguas, mientras bambolean los cántaros ensartados entre cintura y cadera, sacudiendo con su brazo el chal tejido en hilos de algodón, con maravillosas figuras de espléndidos colores. La sumisión se muestra en sus rostros con la mirada hacia el suelo, mientras los varones con sombrero de palma y ala ancha, les hacen reverencia al arrastrar el borde por el suelo. Los calzones de manta blanca, los caites de hule y las cintas de color rojo encendido, adornan su cintura donde formando un nudo, luego desciende en barbas hasta la pantorrilla.
          El movimiento con saltito, se acomoda al unirse a la pareja donde invitan a verse el rostro, poniendo sus manos en la cintura para doblegarse en ambos lados, ellas, de trenza con una exuberante moña de color hace que al moverse se sacuda de un lado a otro, el giro se hace emocionante con el movimiento de cabeza, con la intención de mantener la atracción de la mirada  con su pareja.
          Soltados los cántaros son depositados en el centro, cada una de las parejas hacen una ronda alrededor de ellos, agachándose se saludan, luego se retiran caminando hacia atrás, se reúnen entre si, se cuchichean, con el agitar de sus manos hacia el cielo, proceden  a correr en fila hasta llegar al encuentro, donde recogen los cántaros y desparecen del escenario.
          El aplauso de la concurrencia se deja escuchar mientras los actores regresan al escenario y saludan a los asistentes, la marimba suena en fanfarrea, festejando el acto.  
          Los cohetes de vara se disparan a lo alto, para romper el silencio de las nubes, los retazos de papel de china se sacuden por el aire y el confeti se adhiere al pino que regado en el suelo es la alfombra que dispersa su aroma a lo largo de la plaza.
          Con la trenza recogida hacia atrás y el pelo apretando en su cabeza, exhiben el chachal de monedas de plata en su pescuezo, la reina hace su presencia en el sitial de honor, acompañada de sus hermanas, luciendo en cubierto de sus huipiles de relucientes tonos rojos, envueltas en cortes predominantemente azul, inician su ceremonial, la danza con  trayecto hasta el altar donde una silla cubierta de exuberantes adornos de flores, rosarios de frutilla y manzanilla engalanan el trono. Las asistentes se acercan ceremonialmente, haciendo un movimiento de saludo de genuflexión, apuntan a colocarle la corona, la ungen como soberana, luego se retiran caminando hacia atrás para no darle la espalda justo cuando se hacen las manifestaciones de alegría y el bullicio de la concurrencia.
          La zarabanda se hace elegante cuando los chamanes y los cofrades se hacen presentes anunciados por el agudo silbido de la chirimía, que resuena de todos los rincones poniendo alerta a las jóvenes dispuestas a danzar al repique de la marimba.
          Las madres oficiosas se colocan por las ventanas para observar el comportamiento de las chicas que por primera vez se asoman a tal celebración, con un movimiento de manos la pareja solicita de la madre el concurso de su hija, quien arrastrada de la mano es llevada a toda prisa al centro de la pista para aprovechar los acordes de la música. La Reina mostrando sus hermosos atuendos, observa en el solar, no ha escogido a su consorte, los caballeros elegantemente vestidos se encuentran a la espera de la señal de la soberana quien a través de sus asistentes pasa la voz, para indicar quien ha sido el seleccionado para tan distinguida tarea de conducirla en el baile. El escogido que pone ruboroso, la toma de la mano y la conduce al sitial de honor, en el centro de la pista,  las parejas se separan formando un círculo, mientras la pareja real se da varias vueltas al sonido del vals, bajo los aplausos de la concurrencia. 
          Tun tuntún tun, son los compases de cuero, que en las afueras del salón se dejan escuchar, es la fiesta popular que hace llegar hasta el salón de actividades donde aguardan la muchachada. Es el baile de los Moros, que con sus trajes multicolores y cargados de pequeños espejos, cabezas envueltas en trapos con máscaras pintadas de rosado unas y otras de color café, prestos circulan en el pórtico de la plaza con machetes en mano, para asustar a los asistentes quienes les hacen una rueda, se aprietan y saltan para esquivan las chispas que produce el roce del metal con el piso. Bailarines con olor a guaro, se dan vueltas con el sonesito del TUN, los caracteres se enfrentan dando vueltas y sobándose por la espalda, donde se empujan mientras muestran sus filosas armas que rascan el suelo.
          Los petardos dan cabida en la plaza done después del danzón de los encapuchados detienen el momento cuando al centro y acompañado de candelas es encendido el mechero de la figura del Torito, quien rodeado de cachinflines y luces de colores se balancea en las orillas de la plaza lanzando sus cornadas hasta el público, que corre para esquivarlo, El fuego de sus costados y los cohetes que revientan a sus pies hace la delicia de chicos y grandes cuando el  sujeto de que lo lleva en sus hombros, corcovea como un verdadero toro.
          En el atrio de la antañona iglesia, se juntan los dos músicos para darle final a una noche de juerga, el tu tuntún tun, suena levemente y mostrando fatiga, así como el pito desafinado de la chirimía, es el espíritu de la feria que decrece y se acaba, dándole la bienvenida al día siguiente y la despedida de la celebración hasta el año siguiente.

PRINCESA MAYA



          La princesa es ungida junto a su séquito y se dirigen en flamante procesión hasta el centro de la plaza, donde celebran la fiesta de la coronación. Cubierta de ajuares hermosos, es el centro de la atención, la que los caballeros prodigan toda clase de loores, con el fin de obtener una oportunidad de ser tomados en cuenta para posarse a su lado para resguardarla, su alta jerarquía la ciega y luego no se inmuta, ni acepta proposiciones, en medio de tal circunstancia el baile no se ve interrumpido, pues la soberana en espera el advenimiento de su príncipe, el designado por los dioses como consorte. La música revienta en acordes de felicidad pero las pistas se encuentran solitarias, las parejas de cortesanos y los jóvenes guerreros adulan y protegen a las damiselas que asisten a tan esperado evento.
          Tras una nube de los inciensos, revienta en el firmamento la presencia de un caudillo, ungido de jade, que desciende entre nubes de las alturas hasta el lugar del convivio. Adornado con su penacho de plumas de quetzal, hace presencia ante los mortales a quienes deslumbra con su prestancia. Avanza gallardamente hasta el pináculo, allí le hace encuentro y coloca sus manos en el rostro de la dama la reina, quien al verle se sorprende en tan milagroso reunión, cae de rodillas ante su señor,  quien la envuelve en un largo lienzo de lino y la conduce entre sus brazos, la magia se concreta cuando juntos ascienden como la espuma, entre vítores y oraciones de los súbditos. Se eleva hasta los confines de las altas tierras de sus ancestros, donde el hogar de los dioses se transforma en un espejismo de sabiduría y bienestar.
          Allá en las alturas de los montes, residencia de los dioses, en el paraíso de los celajes donde los loros hacen sus nidos, donde los venados muestran su señorío pastando en los campos, ante un paisaje maravilloso, los cientos de pajarillos con collares de pétalos se dedican a arrullar a la reina en sus aposentos en la cumbre de una pirámide, cuyo balcón despide la primavera para bendecir a sus súbditos de la tierra.
          Las lluvias seguidas de las cosechas abundantes, son el regalo que han recibido a cambio de la doncella, cuyo sacrificio entona en melodías el sagrado ímpetu, la tradición y no de muerte que hace el progreso y supervivencia de su comunidad, dioses y plebeyos que en simbiosis se amalgaman para restaurar una tradición, concretada en inscripciones y jeroglíficos de las ciudades ancestrales.
          El sol (kinich Ahau), es el poder y la fortaleza de estos símbolos, que producen el milagro de la agricultura, el de las prósperas cosechas, de los celestes años de virtud y prosperidad, que a lo largo de los siglos significan un reino de Paz.
          Las tierras del sur, donde se encontraba el reino de los dioses buenos. En el nido, asiento de la serpiente alada y las gigantescas cuevas de los  jaguares, parte de la mitología de los habitantes de estas tierras de paradisíacos paisajes. Aquí se reciben a través del olor del pom las peticiones y oraciones de los súbditos hombres, que piden su perfección en las artes de la arquitectura, las habilidades de la orfebrería y la sapiencia heredada de sus ancestros, en el conocimiento de las estrellas.
          Tras los gigantescos desfiladeros, de los impenetrables bosques, la tierra se encontraba dividida, en las planicies áridas del norte donde habitaban las legiones de sanguinarios guerreros que vivían de la conquista y la fuerza. Los del norte, desterrados guerreros que practicaban la maldad a través de la  muerte, poderosos habitantes de los asentamientos por arriba de la península de Yucatán, dedicados a conquistar, destruir, saciaban su odio matando a sus vecinos, robando sus doncellas y extinguiendo todas las fuentes de cultura, usurpaban sus templos y ciudades, convirtiéndolos en antros de maldad.
          Maestros en los sacrificios humanos, su subsistencia la basaban en el robo de las cosechas y sometimiento a  trabajos forzados a los prisioneros, todos hechos esclavos durante sus crueles batallas, maléficas reyertas.
          Los sumisos sacerdotes del sur, cuyos conocimientos iban mas allá de las artes, se prodigan en el establecimiento de la paz, creando además de templos imponentes la creación de códices que llevan sus mensajes para la posteridad.
          Las estrategias de subsistencia se basaron en la inteligencia del soberano Yukno-om, quien por sumisión después de haber sufrido sitio de varios años, rinde su reino y su palacio, aceptando el matrimonio de su hija la segunda mujer notable con el conquistador k´inich yook, que luego trae a la descendencia que provoca el declive del poder de los reinos de Calakmul, al convertirse en un pueblo efímero tras la mezcla con los invasores.
          Descendiente de estos guerreros negros de las tierras altas del norte. Poderosos comandantes de las tribus de las serpientes aladas y los buitres, eran jefes de hordas de monstruosos soldados que practicaban el canibalismo y los sacrificios humanos, en los altares de piedra, donde extraían en vida el corazón de los caciques que representaban a los nobles pueblos dedicados a las artes y el estudio.
          Pueblos jóvenes que permanecían en cautiverio signo de esclavitud que eran pisoteados por no practicar los cánones de la guerra, que se convertían en pagadores de impuestos y adoradores de los dioses del inframundo.
          Con la caída de estos reinos se viene la época del renacimiento guiados por los dioses, quienes ungen la tercera mujer notable que se ve favorecida por las plagas que hacen sucumbir a los descendientes de los guerreros negros, provocando un período de reconstrucción y florecimiento de los pueblos que en secreto había mantenido las artes. El nacimiento de los sacerdotes que iluminaron el calendario y el resurgimiento de los hijos de los dioses.
          El advenimiento del Sitio llamado “La Corona, de donde surge las nuevas princesas hijas de la elegida y del caudillo semidios, la primera y la protegida por la fuerza del Gran Jaguar, la segunda cuya fuerza da origen a la alianza con el príncipe, también descendiente, del poderoso Jasaw Chan K´wiil, con quien vence la maldad dando origen a Tikal, como el nuevo imperio.
          En el cielo se regocijan los iluminados, cuando florecen las grandes capitales del reino de la paz, encabezados por el complejo del Mirador y bajo el poder de la Hermosa Tikal.

EL COFRECITO



          Después de una incesante lluvia con relámpagos, la noche se relajó desplazando en su humedad las cornisas que goteaban los resabios de la tormenta, la noche particularmente fría, se arremetía con ráfagas de viento que silbaban en los tejados.
          Me fui a la cama después de comerme unas tortillas embadurnadas de frijol y un sorbo de café, corolario de una tarde pegada a los libros, estudiando meticulosamente para los exámenes de fin de curso del instituto. A pesar de haberme recluido por cansancio me encontraba irritado por lo que no pude conciliar el sueño, di no se cuantas vueltas hasta hacer un molote las chamarras, me levanté en plena oscuridad extendí las colchas, me acosté nuevamente boca arriba cubriéndome hasta la nariz, estaba intranquilo, no se si por lo helado del ambiente, pero en fin compuse mi almohada tratando de dormirme cerrando los ojos.
          Pasaron los minutos y el zumbido de un zancudo me mantuvo alerta, hice algunos intentos de capturarlo pero no fue posible, por lo que desistí cubriéndome hasta la cabeza con la sábana, hasta que deje de escucharlo. Me di media vuelta, estiré mis piernas buscando el mejor acomodo para reposar, un presentimiento recorrió como calofrío por mi cuerpo y la desagradable sensación de que alguien se había posado a los pies de mi cama, discurrí la chamarra para observar, pero no vi absolutamente nada, solo era la sensación del peso sobre el colchón que se acompañaba de una respiración gruesa, con suspiros de lamento. Instintivamente encogí las canillas y me acerqué al rincón, sentado me coloque una de las almohadas como escudo, tratando de adivinar lo que me estaba sucediendo.
          Me santigüé como mil veces, hasta las oraciones que había aprendido de chiris se me fueron en blanco por el miedo, la verdad no sabía que hacer, estaba como paralizado y las ideas se me hacían humo al no poder darme explicación del fenómeno que me ocurría.
          El corazón me palpitaba muy rápido, las muestras de sudor circundaban mi cabeza, me encontraba mudo, sin el más mínimo reflejo para intentar levantarme de un brinco, que me alejara de esta percepción.
          La sensación de peso sobre la cama cedió y una ráfaga de viento me golpeó la cara, lo que me hizo relajarme devolviéndome el movimiento, salté de la cama y previo a la apertura de la puerta del cuarto, me detuve un instante, abrí con cierto nerviosismo, tomé un cabo de candela lo encendí y me hice de valor para buscar el cuarto de baño.
          Volví a mi habitación mas relajado, la vejiga me había dado la sensación de urgencia y el pánico me había producido eliminación menos mal que de gases, retome mi posición dentro de la cama, cubierto hasta la coronilla, amanecí titiritando agazapado en el rincón de mi lecho.
          La mañana siguiente amanecí amodorrado, con sendos cheles en los ojos, apenas había podido cerrarlos en un lapso de la madrugada, tomé una taza de café, el consabido bocado de pan, con unos libros bajo el brazo y me dirigí hacia la escuela, varias veces se me llamó la atención porque el sueño me hacía presa en las aburridas clases. El recreo pasó de largo, tan solo me acerque para recibir el posillo de atol, hice caso omiso de la invitación de mis compañeros a participar en la chamusca del fut, preferí irme a sentar a la par de la pilona donde cuando me apretaba la modorra me salpicaba con el agua para mantenerme alerta.
          Ni bien habían tocado la campana para formar en la salida y me di un par de estirones para desperezarme, la fila india dio salida hacia el portón de la escuela, iba tan ensimismado que no me di cuenta la maestra me agarró por la parte de atrás de la camisa y me regresó hasta la entrada del aula. Mas que de susto, pero se dio a la tarea de preguntarme si estaba con algún problema, o mas bien que era lo que estaba pasado dentro de mi cabeza por la actitud que había presentado durante la clase. No le dije nada, preferí guardar el secreto, siempre pensando que iba servir de hazme reír de los compañeros si contaba mi experiencia, sacudiéndome un poco, le di la espalda a la seño y me di a la carrera de regreso a mi casa. En el trayecto pensé que talvez era un tonto por no haberle manifestado mi experiencia a la profesora, a lo mejor ella me podía aconsejar, pero bueno, yo era machito y no iba a aceptar que me había cantado del miedo.
Llegue a la casa y fui directo hasta mi cuarto, me tiré sobre la cama, quedándome profundamente dormido, creo que la abuela llegó hasta mi lecho y me insistió sino iba a ingerir alimentos, pero estaba tan cansado que no le puse atención. La santa viejita me quitó los zapatos y me colocó una sábana encima.
Al filo de la media noche desperté, me restregué los ojos con la manga de la camisa, me levanté y dirigiéndome hasta la cocina, agarré un vaso y me serví agua, del cántaro que se encontraba en el filtro de piedra. Estuve de regreso en el cuarto donde me quite la ropa, dejándola tirada en el suelo y me dí una zambullida entre las chamarras.
          El bullicio de los animales, los rayos del sol me dieron los buenos días, en la silla a la par de mi catre, encontré doblada mi ropa a los pies estaba mi par de zapatos, bien lustrados. Me dio extrañeza, pero rápido le eché el muerto a la abuela que siempre se acercaba hasta mi habitación a ponerme las cosas en orden.
A ella la encontré como de costumbre en la cocina, con su delantal de bolitas, preparando el desayuno.
--- Oye Francisco, como que anoche dormiste como piedra, tan solo te escuché que te levantaste a tomar agua. Verdad? ---
          Asentí con la cabeza, sin mayores explicaciones me retiré, con un adiós sacudiendo la mano. El día se presentó diferente, participe alerta en todas mis actividades y acompañé a mis amigos a la chamusca, al regreso al salón de clase la maestra me salió al paso y me felicitó por mi comportamiento del día, hasta me premió con una carita alegre en mi trabajo en clase.
          Al regreso en casa estaba la abuela sentada en su mecedora con un tejido de lana en las manos y sus anteojos a media nariz, quizás estaba cabeceando, pero advirtió de mi presencia, me detuve frente  ella y le pregunte sobre el episodio de la ropa que había dejado tirada, me contestó que había llegado hasta mi habitación temprano en la mañana cuando aun dormía, pero que la ropa estaba doblada sobre la silla y los zapatos estaban lustrados. Terminé por contarle la experiencia de la noche hace tres días, la viejita en lugar de alarmarse se sonrió y me indicó.
--- Sabes una cosa esas cosas ha veces pasan, en esta casa se han visto cosas extrañas, pero mientras no tengas miedo pues podes confiar que es un espíritu de bien…., lo que hay que tener es coraje para enfrentarlos y preguntarles de quien se trata.---
Mas que confundido me fui a mi habitación, terminé algunos deberes de la escuela y dispuse después de apagar el quinqué, a recostarme sobre la almohada. Pasadas las horas, no se si estaba dormido, me senté en la cama y una dama de vestido blanco con cuello alto, de dulce rostro se sentó junto a mi, una sonrisa dibujaba su cara.
--- Panchito --- me dijo --- te he estado visitando estos día, mi objetivo es que no me olvides, hace 11 años cuando naciste, en esta misma casa sufrí un accidente en el parto, la sangre me inundó y se me escapó la vida mientras te daba a luz a ti, ahora que ya va ser tu cumpleaños quiero pedirte que me visites y me lleves unas flores allá a mi tumba del cementerio.---continuó. --- Tu nunca me conociste pues pasé a mejor vida en tu nacimiento. Sigue mi consejo, en la mañana le dirás a tu abuela que dentro del cajón del ropero, hay un cofrecito de madera, dentro de él hay un papel doblado en cuatro, allí se encuentra lo que tanto han buscado todos estos años…
--- Mamá… Mamá, que linda eres, nunca pensé poder verte y conocerte… quédate conmigo…
          El chico al abrir sus ojos se lleno de asombro, no había nadie. Habrá sido un sueño, una visión, un mensaje, cruzó sus brazos detrás de la cabeza y se tumbó nuevamente sobre la cama.
          Lo primero al despertar por la mañana fue en búsqueda de la abuela, que por variar se encontraba en sus labores en la cocina, sin mayores explicaciones, se le tiró sobre el regazo abrazándola le indicó.
---Abuela, dime una cosa, como es que era mi madre?---
Ella se quedó sorprendida por la petición.
---Pues, ella era una santa.---luego dijo.--- porque la pregunta?---
--- Ella le dejó un mensaje…hágame un favor, busque en el cajón del ropero, allí hay un cofrecito de madera, dentro de él hay un papel doblado en cuatro, sáquelo y me enseña que hay escrito allí.---
          La anciana se dirigió hasta el ropero, abrió el cajón del centro y revolvió el contenido hasta que dio con el cofre, sacó el papel que había sufrido los embates del tiempo y el ataque de las polillas, se coloco sus gafas mientras lo extendió. Sorprendida por la lectura:
--- Esto es lo que hemos buscado por mucho tiempo --- dijo --- ahora ya sabemos quien es el fulano que embarazó a tu madre.---
--- Mamá se me presentó anoche, diciéndome donde buscar el secreto de mi existencia---
--- Ahora ya vas a saber quien fue el bandido de tu padre…!
  
 
  

lunes, 16 de septiembre de 2013

LA CASA DE MUÑECAS



          La hermosa niña de los canelones de oro, se sienta sobre un tapete de fantasías de animalitos dibujados en caricatura, con sus piernas entre cruzadas, medita frente a su casa de muñecas, imagina una sinfonía de fantasías que brotan de sus pensamientos de infantil belleza  que le traen ilusiones a sus recuerdos que vuelan como mariposas.
          Acaricia a sus muñecas a las que invita con su mímica a tomar café y adorna de ideas sus juegos, se enternece como palma que se recuesta en su regazo, cuando engalana sus juguetes preferidos.
          En un instante mágicamente se abre de par en par la puerta, tras ella se proyecta un escenario en el cual las aves del paraíso deambulan por verdes campos, los árboles de manzana, cubiertos de hojas de plata tintinean al unísono de la caída de las gotas de rocío, un camino bordeado de flores multicolor le abren espacio para caminar dentro del sueño.
          La niña camina dando brincos, mientras se interna en el bosque, donde los conejos le salen al encuentro  haciéndole una ronda, saltan como ella, dejándose acariciar las orejas largas, mientras cantan melodías de dulce contenido y se detienen frente para saludarla.
          Los cenzontles atrevidos le toman los bucles color oro, le transportan por los aires hasta las fuentes de glaciales donde las amarillo anaranjadas chorchas le  alegran en un recital de alegres trinos, invitándola a participar en las danzas de las flores.
          El ejercito de las hormigas cada quien con un pétalo en sus espaldas, le hacen valla en  compañía de las ardillas que bajan del arco iris para llevarla hasta la punta de un montículo, donde las otros muñecas le esperan elegantemente vestidos a disfrutar del té de media mañana. La mesa redonda con adornado mantel rosa, moñas de colores brillantes. El oso panda, con una servilleta en su brazo, levanta el recipiente y con toda delicadeza sirve en una tasa de porcelana pintada de almendros, la cucharilla de plata que se vuelve tornasol, se introduce en el líquido con su cargamento de azúcar, bailando en su interior para sazonarlo. La muñeca de los ojos grandes a quien le han pintado las pestañas y las cejas, se agacha y de cortesía le ofrece el jarrito de leche.
          La niña sentada en el trono de organdí, sacude su servilleta de algodón calado, muy delicadamente lo coloca sobre sus piernas, con la simplicidad de una dama toma la tasa con sus dedos, el meñique se queda por fuera señalando hacia el frente, como un signo de caché. Las galletas apiladas en un canasto, se inquietan, son las que contienen la jalea real o las adornadas de blanca harina las que se muestran apetitosa para la refacción. Las abejas que ronronean, se discuten oficiosas alrededor de la botella de miel, con sus amigos los gorriones que acurrucados en el frutero del centro, cuchichean, mientras brinca de un lado a otro.
          El sol ha pintado en óleo el escenario de la campiña y se muestra esplendoroso en el cenit de la cúpula del cielo, que en escasas nubes muestra su magnificencia. El viento que no se quiere quedar olvidado sacude las ramas de los árboles para recordarle a sus amigos lo singular de su brisa. El tiempo de la refacción ha sido alegre y los actores se retiran tomados de la mano con la niña, el perrito de peluche, con una cinta de cuero es el que conduce, pero en un momento se inquieta, dando múltiples vueltas cuando una mariposa se le posa en la nariz y le altera su regocijo.
          La puercoespín, saluda a la joven, encrespando sus múltiples saetas de su trasero, cruza su camino seguido de sus crías que asustadas muestran su curiosidad cuando observan a los miembros de la comitiva. Adelante una cacatúa hace una perorata, mueve sus alas, grita, estira una de sus patas para llamar la atención del grupo, mueve incesante su penacho el cual levanta cuando canta. Mueve de nuevo su pata  rascando su ganchudo pico, haciendo una reverencia sobre los paseantes del lugar.
          El cochinito rosado de alcancía, recorre agitado el tramo de la vereda en búsqueda de la niña, trastrabilla al encontrarla y una monedas salen de su espalda, lo hace detenerse, ella presurosa le recoge y le acaricia para reconfortarle, al acercárselo a su rostro le hace una serie de faciculaciones, algo que la alarma y la pone en actividad. Cuenta a cada uno de sus juguetes y los conmina a seguirla, corre de regreso por el caminito hasta donde se encuentran los árboles de manzana, donde en la mágica nebulosa se encuentra el pasadizo hacia la realidad.
          La niña se pone de pie y enfrenta a su institutriz, quien la señala con el dedo índice de su mano derecha, insistiendo en buscar una explicación de su desaparición. Ella muy quieta, con sus manos en la espalda se niega de explicar, moviendo su cabeza de lado a lado, haciendo que sus canelones le acompasan su respuesta.
          En muestras de inquisición, la señora, frunce el seño, muestra en desagrado por su postura luego le señala que sus zapatillas de charol están cubiertas de lodo, requiriendo entonces un que pasó?. La niña se asombra, mostrando cuan grandes sus ojos son, abre su boca la que tapa con sus manos, sale corriendo y se esconde en el rincón de su habitación, donde viarias lágrimas recorren sus mejillas. Tira por un lado las zapatillas, se acurruca en su cama, pero el sueño le hace presa, al reposar por unos momentos, la tarde noche se ha hecho presente. Despierta, sacude su vestido, se aproxima al espejo de su cómoda y se atiza el pelo, arreglando sus canelones que recoge sobre sus hombros y en un instante sale al encuentro de su padre, quien la mira de pies a cabeza, la acaricia y la besa. Pregunta abriendo sus brazos, el lenguaje de manos le pregunta que ha hecho de su día.
          La niña le toma de la mano, le hace que se siente en su diván preferido, después de hacerle un saludo de princesa levantando con sus manos los lados de su vestido, hincando una de sus rodillas y haciendo una genuflexión, procede a contarle a través de su mímica las emocionantes aventuras que le ha tocado vivir, sacude sus manitas sobre su cabeza en señal de alegría, sonriendo muestras de su gran felicidad.
          El padre de pierna cruzada, toma el bigote y lo entorcha entre sus dedos, es participante de la amplia alegría del relato, aplaude a mas no poder, luego abre sus brazos y la invita a refugiarse en ellos, la aprieta en un apapacho y la arrulla delicadamente. La sienta en sus piernas, donde al darse por enterado le pregunta por sus zapatos, se queda sin respuesta, se encoge de hombros y bajando su cabeza, se escapa hasta su habitación. Temerosa por lo que puedan reclamarle los recoge de debajo de su cama. Sorpresa, están tan limpiecitos como siempre, los calza y sale de nuevo a encontrase con su padre y se los muestra, brillan como nunca, pero ella no sale del asombro de lo sucedido, mientras él le acaricia su cabeza.
          Adentro, en la casa de muñecas, el panda, la muñeca de los ojos pintados, observan por una de las ventanas, a sus espaldas hay un trapo de limpieza y una caja de betún. Cuando la niña se acerca, los ve, les guiña el ojo, con su mano junta el dedo índice con el pulgar y levantando los otros tres, les hace una señal de aprobación. Dándoles las gracias, por su acción.
  

jueves, 12 de septiembre de 2013

EL TIRO DE GRACIA



          El cielo tronaba constantemente, la lluvia se derramaba en cántaros cuando los relámpagos se cruzaban en el firmamento tras los espectros de las nubes, incendiadas por los rayos, mostrando como pintura en blanco y negro lo oscuro de la tormenta. Los goterones que caían constantemente se derramaban matizando la humedad sobre las calles, golpeando con la salpicada del agua las láminas del poblado.
          En destino inundaba las alcantarillas, mientras sacudían en las aceras, las bancas y faroles, goterones cayendo sobre los adoquines sellados con cemento por donde las llantas circulaban estrepitosas sobre los charcos que se han formado en los rincones de la avenida.
          Junto a los paraguas de los transeúntes que se extienden en carrera para minimizar la mojada bajo las cornisas que se estiran sobre los pasajes con movimiento de los pobladores cuando se dirigen a paso ligero sorteando los húmedos callejones de las cercanías del parque.
          La tenue luz que apenas señalaba la carátula del reloj de la antañona iglesia, se regocijaba al marcar la hora en punto y luego desencadenar las campanas que señalaban un toque por hora de transcurso. Todo el mundo se sacude los pies en la entrada del templo, mientras la señora de las reliquias se aposta para ofrecer los libritos de los salmos, las estampillas de los santos mas populares en la comarca, cubierto de sombrero de palma con una capa de nylon amarillo se detiene junto a la puerta el vendedor de los números de la lotería, en sus manos con un ramillete de billetes, ofreciendo la suerte.
          Hoy a pesar de la lluvia la iglesia se ha visto concurrida, los marchantes que dejan en el rincón su venta, se hincan, con veladoras en mano se dirigen en sus criollas oraciones al Man´tiosh, para pedirle por sus penas. Los acólitos, llevan de un lado a otro los incensarios y el repique de la campanilla anunciando la exposición del Santísimo.
          El cura ya encaramado en el púlpito, proclama la bendición reclamando en sus salmos la defensa de sus fieles, agrede a las autoridades por los vejámenes al pueblo, cuantos inocentes han sido arrastrado a las cárceles simplemente por defender su libertad. Su comer, su vivir, mientras los que se autonombran defensores del populacho, se ven destrozados por las botas de la milicia, que por miedo matan, para no perder sus granjerías que les da el poder.
          El rechinido de vehículos que se apostan en las entradas, el tropel de varios piquetes de soldados que se introducen escandalosamente, hasta el centro de la iglesia. El ruido que espanta hasta las palomas que se guarnecen en los dinteles de los altares, espantando a las cachurecas de manto negro que repasan los rosarios frente al altar mayor, o que se apilan en el pedestal del confesionario.
          El cura con su camisón blanco desciende del púlpito, los enfrenta, con estola en el cuello y una biblia en su derecha, los conmina a detenerse. Con sus manos en alto, suplica en nombre del Dios, que detengan la guerra que involucra hasta sus fieles. El espacio se llena de lamentos, gritos que hacen temblar hasta las candelas, mientras un cerco de hombre camina entre las bancas copando a los asistentes hasta empujarlos a los reclinatorios de primera fila.
          En medio de la soldadesca aparece un oficial, con pistola en mano, dirige la afrenta, señala insistentemente al sacerdote a quien acusa de sedición frente a sus feligreses. A la orden de FUEGO!, la matraca se ensaña y escupe fuego, el cura cae primero, mientras uno a uno se van revolcados los inocentes que permanecían mas que temerosos cubriéndose de las balas traicioneras que les salpicaban en dolor y sangre.
          El humo de los fusiles se acompañan de los destrozos en bancas, los trozos de pared, los cristales rotos de los escaparates que resguardan a los santos, múltiples disparos que han rebotado a todo lo ancho han dejado una estela de muerte que jatea los cadáveres de los inocentes campesinos, que de escuchas se han transformado en víctimas de una masacre. Alguien se acerca al padrecito que tirado boca abajo, culmina con los estertores de su vida, luego del Tiro de gracia, el oficial da media vuelta y se dirige hasta la entrada, en su retorno observa a un acólito preso de pánico tratando de escapar, se asoma en la entrada del campanario, pero se encuentra en el trayecto de una bala de la cuarenta y cinco que lo estampan en el graderío, dejándolo sin resuello.
          Las botas se somatan en el atrio de la iglesia cuando en formación, los asesinos se forman en escuadras tras la orden que los incita a subirse al camión que los espera en un final de mortal hazaña. El convoy se retira dejando la acción en el olvido. La llovizna se hace necia y suelta su manto sobre el lugar.
          El cielo siempre amaneció nublado, con recelo y mucho temor de las gentes se aproximan hasta el templo, el tiempo se ha detenido para los familiares que en búsqueda de consuelo se asoman para verificar a sus familiares caídos, aun con las puertas abiertas el templo, persiste el aroma de pólvora, con las macabras señales de una súbita muerte, que reúne almas.
          La noticia corre como reguero en llamas, los boletines emanados de la comandancia de la base militar, son los únicos informantes, a manera para no tener intervención de la prensa, solamente las noticias de los órganos oficiales quien desde su palco de prensa se limita a transcribir. Titulares como, “Grupo de Sediciosos sorprendidos dentro del templo de San Cayetano, se destacan en la primera plana de uno de los periódicos pro gobiernista.
          Varios días después, una cuarentena de ataúdes se enfila en la nave central del templo, los pocos dolientes, familiares de los asesinados, se hincan mientras rezan los responsos y tras una cubeta de agua que bañan con una escobilla de agua bendita sobre cada una de los ataúdes de pino. No hay coronas y los pequeños ramos de flores son apostadas en la tapadera de las cajas. La solemne procesión se inicia desde el atrio del templo, encabezada por el féretro del sacerdote,  calle abajo, rumbo al camposanto. Los dolientes enjugan sus lágrimas con los rezos, letanías que se repiten cada vez mas en el trayecto donde grupos de pobladores se adhieren a la caravana, en rechazo silencioso a la masacre.
          Las calles han quedado desoladas, los comercios permanecen cerrados, enseñando un crespón negro en sus puertas, el día pálido se estremece por la congoja, el viento suspira el ambiente de sepelio.
          Lejos en la cordillera, el humo de un fogarón, se asoma por encima de las copas de los cipreses, arrastrando las cargadas mochilas la columna de soldados se arremeten en las veredas, donde el olor de la quemazón les guía hacia el campamento que permanece oculto entre los matorrales. Los oficiales a cargo refrendan las ordenes en búsqueda de los sediciosos, los ruidos de la montaña muestran en solitario, agachados saltan desde un zanjón cayendo a una planicie, donde las trampas caza bobos hacen su labor, estacas venenosas que acribillan a la primera línea, luego el estruendo cuando  explotan las cleimor, que despedazan a unos cuantos. Todos se aprestan con plan de huida, los asustados corren dejando sus heridos a su paso, mientras un rosario de balas triangula en el campo de batalla haciendo que caigan sin vida.          El silencio se hace evidente, no hay respuesta a los ataques de disparos, nadie sabe de donde provienen. Los de alto grado que se ven sorprendidos cuando son atravesados por las esquirlas de las granadas de fragmentación, ya ni los gritos conminan a los miedosos desertores que se desparraman hacia todos lados buscando su salvación, diezmada la tropa, con los muertos abandonados, los integrantes de la guerrilla aparecen dentro de los árboles, con su vestimenta de hojarasca que les esconde sus enemigos.
          El oficial al mando cayó con una herida en el pecho, respira superficialmente, la herida no le permite levantarse, la sangre le ha manchado el uniforme y sus hálitos de vida se asoman a punto de escapar, el compañero de la columna guerrillera se acerca y sin mediar palabra, con una 38 en mano, se la coloca en la frente.
          Un disparo se deja escucha en el eco de la montaña, haciendo remembranza de lo acontecido unos días antes.
--- ¡UN TIRO DE GRACIA!     
        

miércoles, 4 de septiembre de 2013

LA FABULA DE LA CHORCHA



          Erase una vez, que en un claro del bosque se realizó una reunión de todas las aves del universo, el objetivo era adquirir el conocimiento de la fabricación de los nidos. Por lo que los búhos sabios, que por cierto tampoco saben hacer sus nidos, escogieron a “LA CHORCHA”, pájaro hermoso de color amarillo naranja y brillantes plumas que habita en la costa sur de nuestra tierra, conocida tambien como "CHILTOTE", para que expusiera la metodología de la fabricación de estos, en vista que el nido de este pájaro es el mas grande y elaborado de todo mundo.
          Cuando se recorren las carreteras y en las líneas de conducción eléctrica, se pueden observar los artísticos hogares de este pajarillo, que son como bolsas de ramas, hojas y restos de broza que se ven colgados. Tienen un orificio de entrada que les permite recrear a sus crías con protección y alejada de los peligros de los depredadores.
          La audiencia estaba compuesta por la multiplicidad de colores, bellos plumajes y exóticos espécimen, eran todos los pájaros de la tierra, pero los principales representantes eran las siguientes:
EL AGUILA. La portentosa ave, que circula por las alturas, tiene una inmejorable vista, como cazadora utiliza sus grandes garras para atrapar a sus víctimas, de carácter serio, ensimismada, altanera, se cree lo mejor del universo. Lejos de sentarse en las ramas del auditorio, para prestar la debida atención, sobre volaba el área observando de vez en cuando, a la maestra, que encima del escenario se muestra en la cátedra.
LA GALLINA. Ave mas terrena, casi no puede volar, su atención es deficiente sin preocuparse por los acontecimientos. Le gusta rondar, por el salón de clases ignorando lo que sucede y lo que le preocupa es procurar de su propio alimento, sin voltear a ver ni poner atención a las enseñanzas.
LA PALOMA. Ave de vivos colores que le gusta acicalarse las plumas, inquieta, salta de rama en rama y gusta de charlar intensamente, saluda a cuanto abejorro se le atraviesa durante los parloteos. Su atención siempre es limitada por mantener en constante charla y haciendo otras labores.
EL COLIBRI. Uno de los mas lindos especímenes, con sus colores brillantes, es atento y laborioso en su participación en clase. Aleteaba con gran precisión para mantenerse presto en las actividades, siempre con sus ojos en la cátedra

          La chorcha, el ave mas inteligente, con sus colores amarillos vivos, se contornea en su estaca la que muy atinadamente colocó en lo alto de un árbol que le sirve de cátedra, para que todos los asistentes puedan participar de su enseñanza, así como la observación de la práctica de la fabricación del nido.    Ella escogió sus materiales y sobrevoló colocándose en primera instancia en una tarima que le sirve de espacio de trabajo, donde coloca las ramas recogidas y el resto de materiales naturales para su práctica, acostumbra entremezclarlas para formar la base de su trabajo.
          El primer paso hizo saber es colocar en cierto orden las hojas y las ramitas, que se entrelazan como tejido para el cimiento.
          Entonces el zope desesperado y sin nada de cortesía, alzó el vuelo y se retiró hasta los altos cipreses donde comentó.
--- Si eso es hacer un nido, solo pongo unas ramas en cualquier lugar y allí deposito mis huevos.---
          Y así lo hizo, como saben los zopes colocan dos tres ramitas, incluso en el suelo, o en la punta de las montañas y allí ponen sus huevos.
          Al ver esto el águila desde las alturas se lanzo al vuelo, dio un viraje en el cielo se acercó hasta la cátedra, vio y observó lo fabricado hasta ese momento y  luego voló hasta los riscos de la montaña, junto unas cuantas ramas y allí hizo su escuálido nido.
--- Si yo hubiera sabido, no pierdo mi tiempo en como hacer esto --- Aunque dicen que por su  impaciencia, por ser orgullosas y altaneras, estas aves no saben hacer su nido, escondiéndose  de los demás. Pues les da pena que las demás aves vean que puso atención.
          Y así es que estas dos aves hacen lo mas desordenado poco estético el espacio para guarecer sus huevos y polluelos, fuera de la vista del resto de las aves.
          Las clases continuaron, la chorcha obtuvo el resto de materiales necesarios, en ellas unas hojas con tallo, un tanto mas largas y además juntó a unas ramillas de raíces secas que tejió alrededor desde el fondo hacia las orillas dándole la forma de un recipiente, haciendo las observaciones de cómo se utilizaba todo este material y la colocación de la broza, tapetes de musgo para darle resguardo.
          El grupo de los pájaros cantores, entre ellos La paloma, quienes se distinguían por sus incesantes charlas y perdida de atención canturreaban charlando, cantaban en bellos trinos pero de práctica se quedaban en nada. Empezaron a retirarse volar en todas direcciones, sin los conocimientos suficientes para sus cometido.
--- Ahora ya se como fabricar un nido ---gritaban y silbando se alejaban del lugar.
          Todas estas aves de allí en delante construyeron sus nidos, como tradicionalmente se ven   en todos los lugares, pero nunca completado artesanalmente como el modelo inicial de la chorcha.
          A pesar de las ausencias nuestra amiga continuó con su ardua labor.
          Tomaba pequeñas ramas verdes y colocándolas con restos de tierra y  de barro, fue formando las paredes internas de la habitación dándole una forma de cono invertido, donde las orillas y la base, al secar el barro era sólido y resistente.
--- Muchas gracias mi querida corcha, --- dijo el colibrí ---para mi es suficiente he aprendido a fabricar mi nido y salgo ha recoger las mieles de las flores para mi alimentar.---
          Así se retiró el mas constante de los alumnos, el Colibrí, quien logró elaborar su nido a la mitad con las instrucciones de hace sólida la base, al encontrar uno de estos nido los huevos están en una superficie sólida que les permite resguardar el calor.
          La chorcha continuó con su trabajo hasta concluir con la parte superior del huso, que luego colocó en una de las ramas de lo mas alto del árbol, a su regreso al podio se dio cuenta que ya todas las aves se había retirado, excepto la gallina que correteaba de un lado a otro, capturado gusanitos y rascando la tierra.
--- Co, cocococo, co.--- gritaba --- amiga chorcha y ahora que voy a hacer, he estado tan ocupada comiendo, que no me di cuenta a que hora terminaste el nido y ahora como le voy a hacer para fabricarme uno?---
          La chorcha se vio sorprendida y con la paciencia que le caracterizaba, sobrevoló y se dedicó a juntar los materiales para reiniciar su enseñanza. En ese momento la gallina salió corriendo, se echo bajo una planta allí donde se encontraba, puso un huevo. Se sacudió, siguió cantando y se sentó a escuchar a la maestra.
---Tu misma has escogido el lugar para poner tus huevos y aunque no sea eso un nido, es tu desgracia el no haber aprendido. --- le indicó.
          Desde ese entonces y a pesar de las necesidades las gallinas en cualquier lugar en la tierra depositan sus huevos y hacen su nidación.


COMO AUDIENCIA CUAL DE LAS AVES SE ASEMEJA POR SUS CARACTERISTICAS A LOS PUPILOS DE UNA CLASE.

          El Aguila es aquel alumno altanero, que está presente pero no presta atención, vive sus fantasías e imaginaciones volando hasta el cielo y pierde la esencia de la charla del maestro. Se siente muy importante y por lo tanto deambula en sus pensamientos, supone que todo lo sabe.
          La paloma y el resto de los pájaros, están tan preocupados de charlar  de tantas cosas de la vida, que poco les importa lo que les enseñan, se descuidan de los detalles y se cansan de las clases. Quizás son prácticos y se conforman con lo mínimo en la enseñanza.
          O a lo mejor la falta de  motivación de parte del maestro, que hace muy monótona su plática  no ayuda a que los alumnos presten mayor atención.
          Los mas aplicados como el colibrí llega casi al final de la enseñanza, pero aduciendo otros motivos como la alimentación, la  prioriza, antes que de la elaboración de su habitación, sin embargo es el único que mas se acerca y cumple con la tarea, el nido de la chorcha.
          Y la gallina se preguntarán, la gallina es el actor mas despistado de la naturaleza, su vida la dedica a procurar su alimentación mediante el rascado de la tierra, siempre con la vista puesta en el suelo, se pierde de todo lo que sucede a sus alrededor, solo cuando le llega la necesidad de la postura se esconde en algún lugar y no le importa si es en el suelo. Cuando se acercan las evaluaciones, se preocupan y se somatizan.



LA MORALEJA ES.
Hay que escuchar de principio a fin las enseñanzas, poner la debida atención para que el producto y el aprendizaje sea completo. No conformarse dar un primer vistazo y creer que ya es suficiente con ver el principio y asumir que el resto se sabe o se inventa. La búsqueda de la perfección en la enseñanza o educación es a través de la constancia y sobre todo con la atención.




EL CONVENTO



           Detrás de las altas paredes de roca, piedra sobre piedra añejadas por el paso del tiempo, amalgamadas en mil formas por el viento, son las exóticas murallas envueltas en hiedra del caserón ya triste y casi tirado al abandono, que dando paso a los vestigios de su construcción de arte medioeval. Grandes cúpulas, enormes pasadizos que corren milenarios entre habitaciones, capillas, grandes naves que se escuchan solitarias. Solo el aroma del incienso se prodiga por doquier, olor de consumidas candelas, que resuenan con los cánticos de la música sacra, que viene de los adentros  
          En la terraza del convento se deslizan armónicas las monjas de vestido negro y blanco con amplios birretes que ocultan sus cabellos, viajan de dos en dos y con las manos ocultas en los sobrantes de los hábitos, repasan con las oraciones las letanías repetitivas de sus clamar cuando religiosamente se dirigen a su diaria conducción a sus cubículos de descanso donde permanecerán en encierro antes de que el sol se haga de nuevo presente.
          Los habitáculos compuestos de una cama hecha de piedra,  un cajón de madera rústica, acuñado en una de las esquinas, una mesa con un taburete, casi una mesa, que permanece en el centro, encima del cual un candelabro, siempre manchado de cera de la única candela a medio quemar, cuya mecha se encorva tiesa por permanecer apagada. Una cruz de madera en la cabecera, que sostiene la fe de las beatas, un crucifijo que muestra el martirio de la corona de espinas, en la penumbra de la contraluz.
          Las cuentas del rosario que vuelven a ser repasadas, mientras las monjas de rodillas, somata su pecho santulón, reposan de pies descalzos sobre la loza que le sirve de reclinatorio. En la parte superior de la pared, casi donde termina el cielo, una pequeña ventila que permite que la habitación reciba aire. El pesado madero de la puerta que cruje cuando se pretende abrir, permanece cerrado mediante un aldabón que esclaviza por dentro a las mujeres que de cuenta propia se han hecho acreedoras a portar los votos de religiosas.
          En el interior del edificio, las cúpulas de los corredores se enfrentan a los arcos de los jardines que pintados de flores de todos los colores, se jactan de primavera, lozana una fuente que se muestra en el centro, chorrea de los cuatro costados agua que cae estrepitosamente a la pileta de mas abajo, donde los clarineros se duchan alegremente, cantando en la despedida del día, los celajes marrón que señalan el advenimiento de la tarde noche, que apaga paulatinamente la luz dando paso a la concertina de las chicharras vespertinas.
          En las afueras, el templo invita al tin tilín de la señal de la consagración, los fieles invaden el salón, que deja evacuar las olas del incienso que se disuelve en humo, todo el mundo platica en rezo, se persignan y acompañan al coro en los salmos mientras el cura celebra la hora santa. Los monaguillos de rojo, apagan los carbones con incienso, para sacudirlo en la asistencia menesterosa al padre que con mantilla y morada estola ruega al buen Dios por bendiciones. Los cachurecos de la calle que asisten, aglomerados acompañan las instancias hasta el final del rezo, cuando abandonan en fila india para en penitencia correr a sus hogares, llevando las buenas nuevas a sus familias, han dejando solitario el templo, las candelas han sido apagadas y las puertas han sido cerradas luego de escuchar el sonido arrítmico de las campanas.
          Las rosas sueltan su aroma y los cajetes dan de olor a su inspiración, el jardín agita su estampa, mientras una sombra deambula por sus alrededores, las flores se marchitan a su paso y el sigilo de sus sandalias muestra su maléfica presencia, arrastrando sus pasos se dirigen hasta la puerta de ingreso al campanario. Tímidas las campanas se mecen junto al viento, tiritando de miedo cuando les sacuden sus lazos para hacerlas resonar, el tañido es tembloroso y el eco infunde temor a la distancia, el poco ritmo impuesto hace que se aloquen en su buen sonar.
          La sombra se enardece, vuela por pasajes y rincones, dejando una estela de miedo en las paredes, el sonido de su viaje se hace sordo cuando en la cúpula mayor de la abadía del convento se deja escuchar.
---¡ IRUSIRABI…!--- la escalofriante voz, resuena por todos los rincones del templo. Se repite incansablemente por espacio de varios minutos.
          Las beatas novicias, se ponen angustiadas al escuchar los desgarrantes gritos, no se atreven ni asomarse a la puerta de sus claustros, algunas se tapan las orejas para ignorar, otras se hincan sobre sus propias camas  a rezar en voz alta. Mientras los gritos continúan a lo ancho de los pasadizos.
 ---¡ IRUSIRABI…!--- golpea nuevamente el resabio de los vientos que recorren las puertas de los cubículos.
          En la habitación de la superiora, hay concilio de ancianas, las que se truenan los dedos mientras aprietan el crucifijo en sus cordones que representan sus votos, la mas vieja permanece sentada al no soportar el temblor de piernas que le sacude el hábito. Sacando fuerzas de flaqueza proponen investigar el fenómeno saliendo de la habitación hacia la nave central unas apretadas contra las otras, balbuceando en voz baja las oraciones que les reconfortan pero no les quitan el miedo. Eso las hace movilizarse a través de los grandes pasadizos para reconfortar al resto de las beatas, que aun permanecen escondidas. Una a una salen arreglándose los hábitos y los capotes en búsqueda de un lugar para guarecer en el centro del altar del templo.
          Tan solo una puerta permaneció cerrada, los sonidos extraños y de suplicio se manifestaron en su interior, hasta finalizar en silencio sepulcral. A pesar del desvelo todas permanecieron de rodillas frente al altar repasando salmos y elevando rezos a todos los santos. Encargando a los ángeles la protección de su orden y el perdón de las faltas cometidas. Poco a poco los rayos del sol se hicieron presentes dejando una estela de frío viento por todos los rincones, la vida silvestre se dejó escuchar en las afueras dando paso al día, las campanas enmudecidas por no tener quien las sacuda, se cubre por gotas de rocío que escurren por su orilla.
          La comitiva de las antiguas se hace presente al darse cuenta de la ausencia de una de las novicias, la superiora con un crucifijo en la mano enfrenta la puerta de entrada del cubículo, que permanece cerrado por dentro. Somatan el madero para hacerse escuchar urgiendo que abran el aldabón, pero sin ninguna respuesta. Múltiples esfuerzas se realizan pero el portón no cede, el asistente , mozo de la limpieza es requerido quien rompe en pestillo del aldabón y la puerta cede.
Un extraño viento corre de adentro hacia fuera y la habitación permanece en total oscuridad,  un tanto temerosa la monja ingresa sigilosamente al interior, termina de abrir el portón y tropieza con la mesita, varias candelas aparecen en el público para dar luz a la habitación, el aire se encuentra enrarecido y la ventana del techo se encuentra obstruida. Dos pasos adelante descubren que la beata se encuentra acostada, cubierta con su hábito, con mucha delicadeza se acerca y la toca.
---Aaaayy!--- un grito desgarrador que la hace salir huyendo del lugar.
Todas las asistentes en las afueras se les crispa la piel y palidecen del pánico. La más antigua de las monjas, junto a la superiora penetran con un crucifijo en una mano y unas candelas. Hasta encontrar el macabro hallazgo. Recostada en su cama de piedra reposa un esqueleto cubierto por las ropas desgarradas de la novicia y sostiene en sus huesudas manos una flor de cajete, marchita…

CASA VIEJA



          En el desván de la antañona casa, cubierto de polvo y adornado de múltiples telas de araña, donde un reloj de péndulo hace ritmo en su eterno tic-tac, con el tenue viento que juega para esparcir en el piso, las pelotitas de polilla que llueven de los viejos muebles que olvidados por el tiempo reposando con cargados libros, estilizados recuerdos y otrora útiles objetos que se han venido transformado en chunches antiguos sin uso.
          En el techo tapizado de tejas de barro cocido, se asientan las palomas que han hecho de su vivienda el condominio en los agujeros cielo y el tapanco, donde el estiércol ha manchado las maderas de las paredes del frontispicio, cornisas descascaradas, que anuncia el paso de los años, deterioro del envejecimiento del tacuche de la fachada de la mansión, que en alguna oportunidad fue un elegante palacete.
          El edificio que muestra evidentes señas de abandono, se estremece cuando los ruidos del tráfico le hacen temblar como mueven las estampas de las ventanas, que se descascaran como víctimas de la enfermedad que muestra el paso del tiempo.
          En su interior, un gato hace su ronda por la planta del corredor, dirigiéndose hasta la última habitación, donde por momentos se deja escuchar el uso de cubiertos, es la vieja cocina que entre vetustos anaqueles, alargados rincones con jarrones decorativos, donde una transformación está a punto de efectuarse.
          Como de un sueño, aparece radiante en la habitación, una mesa de desayunar que se encuentra bellamente decorada, un mantel de bordados con nudos tejidos de la mas alta calidad de sedalina donde reposa una vajilla de porcelana, cubiertos de plata y un candelabro en el centro que le da un sabor de elegancia.
          Una dama con una elegante gabacha, hacendosa se complementa con sus labores culinarias procede son toda delicadeza dando le toque de caché a las viandas, se mueve de un lado a otro, prueba los alimentos que se cocinan en la estufa, añadiéndole una pizca de condimento al cocido.
          El felino se asoma, porta un collar de cuero en el pescuezo, luego de encaramarse a la mesa, maúlla con la esperanza de que le presten atención o hacerse merecer de algún bocado de comida, pero es conminado a quitarse de allí con un movimiento de una paleta en manos de la señora, que lo espanta obligándolo a retirarse.
          El ding-dong del desván sacude la casa anunciando el horario del medio día, el instinto de hace saber que es hora de almuerzo, que se complementa con el aroma de la comida lista. Las ollas se prestan en saltarines borbollones del líquido en cocimiento y los recipientes de ensaladas se hacen presentes a lo largo de la mesa. Ricas viandas que alegran como en pinturas el servicio del almuerzo.
          La puerta de la entrada truena tras el movimiento de una llave, un sujeto de escuálida figura, penetra a la casa, se quita el sombrero, lo coloca en un gancho de la entrada, con marcha pasmada se dirige hasta la habitación donde saluda cortésmente a la anciana. Toma la leontina que pende de su chaleco, saca su reloj de oro, lo abre y hace alusión a que ya es la hora de las doce, después se quita el saco de levita, se lo recibe el ujier, quien lo leva al ropero, se busca asiento en la cabecera de la mesa, cruza sus piernas, enseñando sus bien lustrados botines con arandelas de metal en el frente, sin decir palabra, toma una pequeña campanita a la derecha de sus platos y la sacude.
          La anciana se acerca con una servilleta sobre el brazo izquierdo, después de una señal procede a servir con un cucharón la sopa del día. El con un ruidoso sorbo, prueba el caldo, luego asienta la cabeza en aprobación para que la dama se retire. Toma un pañuelo que saca de la manga de su camisa y se limpia delicadamente los labios, luego somata con la cucharilla el vidrio de una copa, una botella de oscuro perfil se la empina para servir un añejo vino tinto.
          El gato hace de nuevo su aparición, merodeando y sovigiándose en las piernas del caballero, lo que lo obliga a tomarlo del pellejo del lomo y lo coloca en su regazo, después de acariciarlo, toma un trozo de guiso y se lo da a comer, luego lo lanza hasta el piso, despidiéndole de sus molestias.
Un sorbo de vino y la diestra hace la incisión quirúrgica sobre el trozo de carne, el tenedor ayuda a introducir el pedazo en la boca. Sin nada que decir engulle plácidamente los alimentos, luego el postre y un buen provecho le hacen retirarse hacia el estudio limpiándose con una bigotera.  En la biblioteca sentado en un sofá, se le acerca el asistente con una caja, le ofrece un cigarro, puros de origen cubano de alta calidad, le muerde una de las orillas, escupe el pedazo y un alargado fósforo le da lumbre, aspira fuertemente, tras una bocanada de humo, se acomoda en el sillón, tomando el periódico lo abre, seguro para enterarse de las noticias de la vida diaria.
          Al cabo de una hora, él ha dejado de lado el matutino escrito, mientras cabecea por sueño, dos chicos hacen su presencia en el salón,  la niña con un vestidito largo color rosado con una moña del mismo color atrás de la cintura, calcetas blancas y zapatitas negras de charol. Sus dorados canelones le rebosan en los hombros y sus bellos ojos azules complementan su bella sonrisa que ilumina su lindo rostro, ella saluda inclinando la cabeza y doblando su rodilla derecha frente al caballero. El niño con abundantes colochos que se le enredan en su cabeza porta un trajecito color azul de pantaloncillos cortos, que se complementan con calcetines blancos arriba de la rodilla, su camisa de manga larga y con un listón en el cuello que le sirve de corbata, quien imita a su hermana  agachando la cabeza, mientras en coro dicen:
---¡ Buena tarde, papá…! ---
          Después de un pequeño sobresalto, les abre los brazos y los conmina a un abrazo, les besa a ambos y luego se retiran tras el llamado a la refacción. Emilio se levanta, acercándose a los anaqueles, busca dentro de su colección un libro, el que lo extrae, lo abre sobre sus manos y lo hojea con poco interés, luego lo devuelve a su lugar, camina hacia la ventana donde observa en las afueras el jardín de la casa.
          En las afueras de la residencia hombres corren buscando donde guarecerse, soldados de rojo y blanco con mosquetes en mano, disparan a mansalva en las calles que se llenan de barricadas, las bombas se dejan escuchar, cuando llenan de humo de muerte las aceras expulsan a los rebeldes, los civiles son perseguidos por sedición, los grupos se esconden en las boca calles que han sido obstruidas, huyendo de la caballería.
          Los civiles cargando una bandera de vandalismo se agrupan en el frontispicio de la casa, tras derribar en portón, penetran en plena gritería por la planta del corredor, que los conduce hasta el estudio, donde agazapados, Emilio, sus dos hijos y la servidumbre tratan de ocultarse de la turba.
          A pesar de las suplicas, acompañadas de lamentos de la familia mas la férrea oposición del jefe de la casa, se deja escuchar una orden de fusilamiento, un cruce de disparos que resuenan en el eco de la habitación dan como resultado la caída de cada uno de los miembros, abatidos por los perdigones. El último en caer es Emilio, que se desploma cubriendo el cuerpo de su hija.
          En la planta del corredor, el gato hace su ronda dirigiéndose hasta la última habitación, donde todo se encuentra desordenado, la casa fue saqueada, como un vendaval los ladrones arrasaron con todo y dejaron a su paso lamento y muerte. Se enrosca junto a su amo, a quien lame en la frente, luego se acurruca en señal de duelo…
          El sueño se ha desvanecido, ahora son escombros, los destruidos muebles se aquejan de antigüedad, lo gris del ambiente nos muestra entre olor de humedad escalofriante soledad. En el fondo por momentos se deja escuchar el uso de trastos, es la vieja cocina, una figura espectral, que viene de la nada, aparece con una servilleta en el antebrazo derecho, con una sopera en mano se dirige hasta la biblioteca donde se disipa con el viento. La imagen que permanece es frente  a los anaqueles cundidos de polvo se muestran los espíritus de tres de los miembros de la familia con sus trajes de gala, reeditando la imagen como vestigio de una pintura al óleo, que pende de un hilo sobre la pared de la chimenea, los en tenue brisa se consumen en el aire y desaparecen.
          La casa truena y las cornisas se colapsan, todo el menaje cruje, la vivienda se desploma produciendo un trueno que deja en los suelos los escombros…