Allí Estaba, íngrimo y solo en plena oscuridad, sentado a la orilla de la cama, sacudiéndome la modorra, mientras trataba de hacer memoria, hace algún tiempo a estas horas, el abuelo ya estaba de pie, se pasaba por el espejo del lavamanos para recortarse el bigote y quitarse la escasa barba. Le costaba pero luego hacía un esfuerzo en darse un duchazo frío. El era de los que se levantaban temprano, el atuendo que siempre le lucía bien, las botas vaqueras, el sombrero de fieltro de ala ancha, con las pitas que me colgaban por las orejas, era la manera en que él salía a enfrentar la vida, se entusiasmaba cuando después de sacudirse las polainas me daba los buenos días y con un par de gritos me empujaba que me levantara, no muy con ganas me encasquetaba mi ropa y antes de asomarme a la puerta, me pasaba una mano de gato, por la cara.
Somatando
sus espuelas, se dirigía alegremente, así como era él, hasta el pollo de la
cocina, donde la abuela nos brindaba un buen pocillo de café. Las tortillas ya
se salpicaban encima del comal, el sartén untado de frijoles colados le daban
un olor especial a los platos de peltre, que puedo decir de los sabrosos huevos fritos revueltos, con tomate y
cebolla, que nos había preparado.
Lejos
de ser un vago recuerdo, pensaba en la cosas que parecían tan sencillas que
daban rienda suelta algunas ocurrencias que ocasionalmente viajaban en los
hilos de nuestras vidas, a lo mejor soñaba con mis privilegios que me permitían
salir al campo a trabajar con él. Jineteando, en ancas, a recoger el ganado,
conducirlo hasta los corrales donde los chivos esperaban en un corral, las
vacas se acomodaban en los pesebres. Me
sentaba a la par de su banquito, alertándome y dejando hacer la labor de
exprimir la leche de las tetas de los animales, con su ayuda por supuesto. Como
me chipoteaba las mis manos, al ver que no realizaba la labor según me la había
enseñado.
--- Con fuerza muchacho, con fuerza!---
Luego
se mostraba con paciencia, explicando varias veces el procedimiento, pero
algunas veces ,se le acababa el recato y terminaba mandándome a recoger el
zacate o las redes de tusas con que las cuales se alimentaban o me tocaba
ayudar a los mozos en otras labores o en la conducción de los lloriqueantes
chivos para ser amarrados a una de las patas de la nana, mientras concluían el
ordeño.
Los
tambos de metal llenos a mas no poder se encaramaban en las bestias de carga
para llevarlos al punto donde además del expendio de la leche, se fabricaban
los quesos, el requesón, justo es reconocer los famosos mamachos, trozos de queso
envueltos en tortillas recién salidas del comal, que hacía la abuela para mi deleite
y de los demás nietos.
En
el lomo de una mula, con su elegante silla de montar, se atravesaba, la vega y
parte del pueblecito, mal me caía cuando se detenía a charlar con algún fulano con quien comentaba
por largos momentos hablando de montón de cosas, lo que sería este año la
cosecha de manías. Cargado de un poco de aburrimiento, pretendía hacerme el
dormido abrazado sus espaldas, me ponía atención puesto que no quería que me
cayera al suelo o me gustaba para acelerar la charla, puyarle el trasero a al
bestia o hincarle los tacones de mis zapatos en los hijares para hacer que se
moviera.
Retornábamos
a la casona donde después de aprender de como los cuidado de los arreos y la
silla de montar, terminado eso me hacía el desentendido del resto de las
labores, mientras el viejo se tumbaba en la hamaca a repasar sus memorias o en
todo caso contarme sus anécdotas. Con sus artríticas manos me tomaba de las
piernas hasta botarme, cuando en afán de molestarle le iba a sacudir los lazos
de la hamaca de pitas
Para
mi se había convertido en una costumbre o quizás un lujo el poder compartir con
la familia de oriente, los periodos de vacaciones de fin de año, a pesar de que
la abuela nos abandonó, para irse con el buen Dios. No cabe la menor duda la
señora era una santa, la lloraron hasta las campanas de la Iglesia.
El
viejo desde entonces se volvió menos comunicativo, ensimismado, mantenía sus
rutinas, de viajar a los terrenos, las cosas relacionadas con las siembra. Había
descargado su responsabilidad con lo del ganado. El ordeño se quedó a cargo de
otras gentes y las ventas se vinieron abajo, ya que ni el queso se elaboraba en
casa.
Rascando
las cercanías al siglo de edad y después de algunas enfermedades como reuma, lo
limitaron y le borraron su
actividad, le cegaron la vista, opacando
sus ojos azules, el anciano se vio postrado en cama, ya sus rutinas había
desaparecido, perdió todo lo relacionado a salir a la calle Pero nunca perdió
la chispa.
Se
mantenía en una butaca de madera, que le colocaban en el jardín con el fin de
que se asoleara, tumbado en la hamaca o tradicionalmente en su cuarto, sentado
a la orilla de su cama, buscando como entretenerse con el rosario que el cura
le había colocado en el pescuezo para tenerlo encomendado a Jesús. Sus comidas
eran como las de un bebe, para demostrar su desgano o rechazo por algún
menjurje, cerraba su boca y establecía una batalla con la persona que se
proporcionaba el alimento, especialmente si no era familia.
Mis
visitas que se volvieron menos frecuentes, por los estudios, además me
resultaban insípidas, eran un tanto
azarosas, incómodas al escuchar y a veces al ser partícipes de agrios comentarios
sobre el cuidado de viejo. Discusiones
mesiánicas de papeles y de herencias, que de verdad ya no le beneficiaban.
--- Que se vayan de aquí, deciles---
me indicaba la oído,--- que ya los heredé a todos. Que lo hagan cuando ya esté
en la caja, o dentro del hoyo!---.
El
abandono y el poco cuidados hicieron que los males de la edad lo redujeran a la
mas mínima expresión, sus articulaciones se le endurecieron y sus pensamientos se
tornaron vagos y fuera de sí, solamente sus oraciones se hacían eco en
repetición, mientras con dificultad rozaba las cuentas del rosario, para
enconmendarse al Todopoderoso del mientras sus hálitos empezaron a extinguirse,
pero nunca perdió la lucecita de su chispa.
Como
el mismo decía con su disfónica vos:
--- Ya no tardarán en venir a
preguntar por mi?---
Y luego complementaba.
--- No van a preguntar como me estoy,
Van a preguntar Si ya estoy muerto.---
Quizás
tenía razón el abuelo, llega un momento que las personas ancianas ya ni lástima
dan, son estorbo, se vuelven carga, entonces mientras mas alejados los mantengan,
no sienten la pena, como que se les deja olvidados.
Las
comunicaciones que esas instancias eran mayoritariamente verbales. Había que
pasar personalmente o por lo menos por la puerta del cuarto o sino era pariente
por la puerta de la casa a dejar un saludo o hacer la respectiva pregunta. Por
supuesto que para los adelantos de la época y no se si por gracia o por
desgracia, no había teléfono. Él que dicen que sirve para acortar distancia.
Vaya
que ironías la de la vida. El Abuelo a Dios gracias ya descansa en paz, lo que
me trae a mi memoria un escrito para mis futuros deudos. Genio y figura hasta
la sepultura
---QUIZAS ESO ME LLEVE A TENER QUE
ESCRIBIR UN TESTAMENTO, COMO MI PADRE, PARA NO DEJAR EN EL TINTERO ALGUNAS
COSAS DE INDOLE PRACTICO Y NO DE
NOTARIADO, POR EJEMPLO EL EPITAFIO, ANTES DE QUE SE DEN DE MOQUETASOS EN EL
ULTIMO ADIOS.---
Por eso soy fiel creyente que en vida hay que regresar un poco de los que no dieron y compartieron los abuelos en sus años mozos. Para mi la tarea no ha sido facil, pero es la unica manera en que hoy puedo demostrar un poco de gratitud y reciprocidad al cariño y presencia en mi vida.
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