El
acantilado se yergue imponente y a la distancia se dibuja las arboledas, que
vibran en medio de la neblina la que se entrelaza con la música de los loros
que despliegan con sus gritos bullangueros al rebotar con el eco de las verdes
montañas.
Los
bosques milenarios que se desperezan, tras el frío de la mañana en el ronroneo
de los rayos de sol que tímidamente se dejan ver por las crestas del oriente.
Las caídas de agua, que en borbotones se despiertan en forma de cascadas,
acompañan la concertina que viene del nacimiento de las aguas que corren, se
precipitan desde las entrañas de los cerros hasta caer en las vena que se
conduce en forma de ríos, hasta los manantiales que se esparcen en la fértil
tierra, al desplazarse alocadamente sobre los campos.
Allí
se forman las lagunetas que guardan la quietud en reposo, donde a través de
diques retienen el líquido, para luego hacerlo correr en canales de regadillos
hacia el resto de la planicie.
Una
yunta de bueyes se hace a la tarea de rasgar la tierra con el filo de un arado,
que hábilmente es dirigido por un campesino, mientras los sanates prestos se
agrupan en los terrones de lo ya removido para buscar gusanos expuestos con
hecha de los surcos. Bajo el sombrero el hombre, suda su labor y detiene su
paso para ingerir de su tecomate un sorbo de agua.
El galope de un caballo se escucha
en el camino que divide las parcelas, un muchacho socándole los hijares cabalga
a pelo, se acerca hasta él, descendiendo al pedalazo.
--- Papá……, papá, se llevaron a mi
mama al centro de salud, dicen que ya le toca…
Sin
chistar palabra se encarama en el corcel y dejando a cargo de sus labores al
muchacho, se dirige en plena carrera hasta las angostas veredas que lo conducen
hasta el pueblo, recorre la calle empedrada que lleva de la escuela hasta el
servicio de salud, donde se apea de un brinco. Se abre campo en la fila de
enfermos que hacen espera en la salita de afuera, en la puerta de una clínica
le hace alto, la enfermera, quien lo calma.
---Leonardo… todo va a salir bien,
la comadrona y el doctor están allí adentro, su mujer esta a punto de dar a
luz…siéntese tranquilo todo va a salir bien.---
El
hombre hecho un manojo de nervios se sienta en una de las bancas, se quita el
sombrero y se agarra las manos. Ya ni que fuera el primero, es el quinto,
piensa, luego se levanta y se sale del recinto, el piso deja la muestra de
terrones de tierra que marcan las huellas de las botas de hule, sale a la
calle, donde el semoviente se ha alejado unos cuantos metros de allí y arranca
un poco de monte de las aceras, toma el lazo que le sirve de bozal y lo amarra
en una de los palos de la cerca.
En
el interior de la clínica, la mujer da de alaridos y jadea a mas no poder.
---Puje mija --- indica la
comadrona--- parejo, cuando venga el dolor puje todo lo que pueda y no lo
corte.
Las
venas de la garganta se hacen prominentes al esfuerzo, la cara rubicunda le
marca los cachetes, cierra los ojos mientras levanta levemente la cabeza para
ayudarse al esfuerzo.
--- Un poco mas, en el próximo
pujido sale…
Tomada
de las agarraderas de la camilla se encorva y ejecuta el mayor esfuerzo, que la
hace gritar de fuerza.
--- Ya sale, vamos una empujón
mas.---
Pierde
la conciencia y el bebe es halado por los que la asisten, cubierto de sangre y
una sustancia verde, el cordón le es cortado y es envuelto en unas cobijas.
--- No llora, es niño, vamos
golpéenle las nalguitas, para que responda.
El está flácido, colgado de las
manos de la señora deja caer inerte los brazos a la par de su cabeza, es colocado
sobre una cuna donde el médico le da respiración asistida, le coloca el
estetoscopio y su corazón late, débil y un poco lento pero camina, lo toma
nuevamente de los pies y lo levanta dándole unas cuantas nalgadas, un reflejo
se deja ver donde hace gesticulación de insinuar un llanto, le limpia la boca
con la perilla y extrae una cuantas flemas , el bebe entonces tose y empieza a
dar unas cuantas inspiraciones, trata de encoger sus piernas y moviliza sus
bracitos.
--- Gracias a Dios --- implora el galeno,
---haber cubrámonoslo y pongámosle una de las lámparas para darle calor.
--- Que bueno doctor, ya se puso
rosadito, es un milagro no cree?--- insinúa la comadrona.
--- Si que bueno que se le iluminó
en trae a la señora hasta aquí, en la casa no se que le hubiese pasado.
Todo
ha vuelto a la calma. El médico sale al corredor del centro en búsqueda de
Leonardo, quien se encuentra en la calle de enfrente, fumando un cigarrillo, lo
llama y lo lleva hasta el cuartito donde se encuentra la parturienta.
--- Allí están, su mujer y su hijo.
Sabe que este chiquitín nos dio que hacer, no quería respirar, pero a Dios
gracias lo hizo y se recuperó, ahora está bien.—
--- Pero ESTA VIVO, doctor.---
--- Claro que si, está vivito. La
señora esta un poco débil, perdió mucha sangre pero le vamos a terminar unos
sueros y la comadrona le dará unos atolitos para que se reponga, la vamos a
dejar un día aquí hospitalizada para que se reponga y quizás mañana ya la pueda
llevar a la casa.
Leonardo
se acerca y le levanta la mantilla que le cubre el rostro.
---Este pendejo si que se parece a
la nana.---
La
madre, dentro de sus debilidad sonríe del piropo que le ha dicho su marido.
Allá
en el rancho a la orilla del acantilado, el jolgorio es de la familia, donde se
dibuja detrás de la arboleda, el humo de la fogata que se escapa por el tejado,
con el fuego que salpica en chispas que se dejan ver desde las afueras a través
de las tablas de lepa que cubren las paredes. El complemento del escenario es
el concierto de pájaros que se hacen acompañar con el llanto de un niño recién nacido que se
escucha a la distancia.
Los
hermanos rodean a la madre y contemplan al hermano que cubierto por un montón
de chamarras duerme plácidamente, después de haber degustado una amamantada. La
hermana mayor se acerca con un bodoque de masa de maíz, para echarla en el
comal, son las tortillas de la cena. En
la mesa de madera en el corredor del rancho ya se encuentra la olla de frijoles
negros, un plato con un cuarterón de queso y una suculenta jarrilla de café.
Solo en espera de Leonardo con su otro hijo, que regresen del campo donde ya
terminaron el arado de la parcela.
La
madre se levanta y con el recién nacido envuelto en el perraje se acula con su
marido y sus otros cuatro hijos alrededor de la mesa, para darle gracias al
creador por el trabajo, los alimentos y la venida del angelito.
--- Por cierto --- le pregunta a su
marido --- no averiguaste como se llama el doctor, vieras que fino se portó
conmigo y de pronto le ponemos ese nombre al patojito. Te parece?...
La
luna como un plato de plata se enseña por el acantilado, luz que dirige el
paisaje, que se cierne como una sábana que cae por los potreros y el patio de
la casuchita, alumbrando el advenimiento de un niño.
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