viernes, 23 de agosto de 2013

ESTA VIVO...!



          El acantilado se yergue imponente y a la distancia se dibuja las arboledas, que vibran en medio de la neblina la que se entrelaza con la música de los loros que despliegan con sus gritos bullangueros al rebotar con el eco de las verdes montañas.
          Los bosques milenarios que se desperezan, tras el frío de la mañana en el ronroneo de los rayos de sol que tímidamente se dejan ver por las crestas del oriente. Las caídas de agua, que en borbotones se despiertan en forma de cascadas, acompañan la concertina que viene del nacimiento de las aguas que corren, se precipitan desde las entrañas de los cerros hasta caer en las vena que se conduce en forma de ríos, hasta los manantiales que se esparcen en la fértil tierra, al desplazarse alocadamente sobre los campos.
          Allí se forman las lagunetas que guardan la quietud en reposo, donde a través de diques retienen el líquido, para luego hacerlo correr en canales de regadillos hacia el resto de la planicie.
          Una yunta de bueyes se hace a la tarea de rasgar la tierra con el filo de un arado, que hábilmente es dirigido por un campesino, mientras los sanates prestos se agrupan en los terrones de lo ya removido para buscar gusanos expuestos con hecha de los surcos. Bajo el sombrero el hombre, suda su labor y detiene su paso para ingerir de su tecomate un sorbo de agua.
El galope de un caballo se escucha en el camino que divide las parcelas, un muchacho socándole los hijares cabalga a pelo, se acerca hasta él, descendiendo al pedalazo.
--- Papá……, papá, se llevaron a mi mama al centro de salud, dicen que ya le toca…
          Sin chistar palabra se encarama en el corcel y dejando a cargo de sus labores al muchacho, se dirige en plena carrera hasta las angostas veredas que lo conducen hasta el pueblo, recorre la calle empedrada que lleva de la escuela hasta el servicio de salud, donde se apea de un brinco. Se abre campo en la fila de enfermos que hacen espera en la salita de afuera, en la puerta de una clínica le hace alto, la enfermera, quien lo calma.
---Leonardo… todo va a salir bien, la comadrona y el doctor están allí adentro, su mujer esta a punto de dar a luz…siéntese tranquilo todo va a salir bien.---
          El hombre hecho un manojo de nervios se sienta en una de las bancas, se quita el sombrero y se agarra las manos. Ya ni que fuera el primero, es el quinto, piensa, luego se levanta y se sale del recinto, el piso deja la muestra de terrones de tierra que marcan las huellas de las botas de hule, sale a la calle, donde el semoviente se ha alejado unos cuantos metros de allí y arranca un poco de monte de las aceras, toma el lazo que le sirve de bozal y lo amarra en una de los palos de la cerca.
          En el interior de la clínica, la mujer da de alaridos y jadea a mas no poder.
---Puje mija --- indica la comadrona--- parejo, cuando venga el dolor puje todo lo que pueda y no lo corte.
          Las venas de la garganta se hacen prominentes al esfuerzo, la cara rubicunda le marca los cachetes, cierra los ojos mientras levanta levemente la cabeza para ayudarse al esfuerzo.
--- Un poco mas, en el próximo pujido sale…
          Tomada de las agarraderas de la camilla se encorva y ejecuta el mayor esfuerzo, que la hace gritar de fuerza.
--- Ya sale, vamos una empujón mas.---
          Pierde la conciencia y el bebe es halado por los que la asisten, cubierto de sangre y una sustancia verde, el cordón le es cortado y es envuelto en unas cobijas.
--- No llora, es niño, vamos golpéenle las nalguitas, para que responda.
El está flácido, colgado de las manos de la señora deja caer inerte los brazos a la par de su cabeza, es colocado sobre una cuna donde el médico le da respiración asistida, le coloca el estetoscopio y su corazón late, débil y un poco lento pero camina, lo toma nuevamente de los pies y lo levanta dándole unas cuantas nalgadas, un reflejo se deja ver donde hace gesticulación de insinuar un llanto, le limpia la boca con la perilla y extrae una cuantas flemas , el bebe entonces tose y empieza a dar unas cuantas inspiraciones, trata de encoger sus piernas y moviliza sus bracitos.
--- Gracias a Dios --- implora el galeno, ---haber cubrámonoslo y pongámosle una de las lámparas para darle calor.
--- Que bueno doctor, ya se puso rosadito, es un milagro no cree?--- insinúa la comadrona.
--- Si que bueno que se le iluminó en trae a la señora hasta aquí, en la casa no se que le hubiese pasado.
          Todo ha vuelto a la calma. El médico sale al corredor del centro en búsqueda de Leonardo, quien se encuentra en la calle de enfrente, fumando un cigarrillo, lo llama y lo lleva hasta el cuartito donde se encuentra la parturienta.
--- Allí están, su mujer y su hijo. Sabe que este chiquitín nos dio que hacer, no quería respirar, pero a Dios gracias lo hizo y se recuperó, ahora está bien.—
--- Pero ESTA VIVO, doctor.---
--- Claro que si, está vivito. La señora esta un poco débil, perdió mucha sangre pero le vamos a terminar unos sueros y la comadrona le dará unos atolitos para que se reponga, la vamos a dejar un día aquí hospitalizada para que se reponga y quizás mañana ya la pueda llevar a la casa.
          Leonardo se acerca y le levanta la mantilla que le cubre el rostro.
---Este pendejo si que se parece a la nana.---
          La madre, dentro de sus debilidad sonríe del piropo que le ha dicho su marido.
          Allá en el rancho a la orilla del acantilado, el jolgorio es de la familia, donde se dibuja detrás de la arboleda, el humo de la fogata que se escapa por el tejado, con el fuego que salpica en chispas que se dejan ver desde las afueras a través de las tablas de lepa que cubren las paredes. El complemento del escenario es el concierto de pájaros que se hacen acompañar con  el llanto de un niño recién nacido que se escucha a la distancia.
          Los hermanos rodean a la madre y contemplan al hermano que cubierto por un montón de chamarras duerme plácidamente, después de haber degustado una amamantada. La hermana mayor se acerca con un bodoque de masa de maíz, para echarla en el comal, son las tortillas de la cena.  En la mesa de madera en el corredor del rancho ya se encuentra la olla de frijoles negros, un plato con un cuarterón de queso y una suculenta jarrilla de café. Solo en espera de Leonardo con su otro hijo, que regresen del campo donde ya terminaron el arado de la parcela.
          La madre se levanta y con el recién nacido envuelto en el perraje se acula con su marido y sus otros cuatro hijos alrededor de la mesa, para darle gracias al creador por el trabajo, los alimentos y la venida del angelito.
--- Por cierto --- le pregunta a su marido --- no averiguaste como se llama el doctor, vieras que fino se portó conmigo y de pronto le ponemos ese nombre al patojito. Te parece?...
          La luna como un plato de plata se enseña por el acantilado, luz que dirige el paisaje, que se cierne como una sábana que cae por los potreros y el patio de la casuchita, alumbrando el advenimiento de un niño.

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