El
aullido de lobos se hacía eco en el fondo de las montañas, el sereno hacía un
manto en la quisquillosa luna que apenas se asomaba en el horizonte. Viento del
norte se escurría por las veredas, en larga carrera anunciando los oleajes de
frío, que a pasos agigantados se posaba sobre el caserío fincado en la planicie
de una joya.
El
puente de piedra que se extiende sobre una corriente de agua que lentamente se
mueve silenciosa serpenteándose entre las piedras, los bancos de musgo le dan
cause en los zanjones hasta formar leves caídas que salpican las hojas de
quequeshque prendidas en las playas formando espectrales sombras que se
reflejaban en el remanso de las pozas.
Una
canoa se desliza junto a la corriente, va dejando una línea que dibuja de la
punta, hasta dejar ondas que se hace tumbos hacia la orilla, es guiada por un
sujeto de sombrero de paja, con una vara en la mano, esta le impide golpearse contra
las rocas y le ayuda a conducirse entre los troncos que se humedecen en los
vados. Los pájaros nocturnos se dispersan volando en columpios y mojándose el
pecho en afán de pescadores, mientras alardean con sus gritos, anunciando cuando
viaja rumbo a sus nidos.
El
alarmante gruñido de animal grande, espanta en el interior de los parajes, las
parvadas alebrestadas vuelan en círculos antes de posarse en las copas de los
mas grandes árboles, el ruido de los animales que corren despavoridos entre las
hojarascas arrastrándose entre los arbustos, para ponerse fuera del alcance del
depredador. Los zancudos circulan por los matochos, donde buscan prestos a quien hacer víctima de los piquetes
El
palo seco, se sacude estrepitosamente, mientras las gallinas en alarmante
alharaca se lanzan en sus cortos vuelos, donde se ven desplumadas en el aire,
dando cara vuelta al caer como sapotes en el suelo. Huyen en todas direcciones,
detrás de los zarpasos que les arremangan el polvo del pellejo, mientras corren
para esconderse del peligro, algunas han caído convertidas en bocado
Del
rancho sale un hombre con una escopeta en mano le hace frente a lo desconocido,
el reflejo de una fogata con algunos leños ardiendo le muestran frente a su
sombra, la presencia de un par de ojos
color amarillos que se escudan detrás de las hojas del plátano, junto al esperpento
que hacen los animales que huyen un ronroneo sordo se escucha en esa dirección,
allí hacia donde cundido por el temor y
sacudiéndose de puro temblor de miedo el campesino alarga su arma, sin pensarlo
dos veces, dispara a la oscuridad. El fogonazo de los perdigones le muestra una
gran sombra que lanzada por los aires le cae encima y le destroza, detrás de los
gritos de lucha, el cuerpo cae inerte. Las fauces de la bestia le han arrancado
en trozos y las manchas de la sangre han cubierto el sitio. Un silencio se hace
evidente después del episodio, furtivamente el animal se introdujo en la maleza
y se pierde en lo oscuro de la noche.
Con
el advenimiento de la mañana, la escena se hace macabra, los carroñeros hacen
su presencia en los alrededores, restos diseminados en todo el entorno, los
destrozos, un cuerpo mutilado estampado en los chiriviscos de un tapesco, bajo
una brisa silenciosa que se cierne ante la ausencia. La hoguera aun permanece
humeante en el interior de la choza, mudo testigo de la masacre, gentes,
aves han desaparecido, el chucho ronda y
se echa junto en compañía de los despojos de su amo.
Montados
en el palco las ramas pelonas de la arboleda las aves negras se sacuden sus
afilados picos mientras se saborean, otras tantas volando en círculos se
desplazan por los aires, los buitres invitados al festín que aletean sin perder
su objetivo, planean en todas direcciones, para hacerse invitados por la
presencia de la muerte. El ruedo se ha convertido en tirones y jalones de restos
de las marcas del cadáver.
Junto
a la casa de cofrade mayor se hace la reunión, los hombres armados de machetes
y uno que otro fusil, se aglomeran a la espera del alcalde auxiliar, con
arengas y gritos empujando la turba a salir en busca de la cosa que está causando
las muertes. Este ha sido el segundo ataque perpetrado en la semana, aunque el
anterior fue en un ato de ganado. La bestia destrozó varias reses y a los
perros, provocando una estampida que causó la pérdida de las vacas, sin dejar
ningún rastro en su trayectoria. El pastor no corrió con tan mala suerte,
después de haber sufrido el ataque logró esconderse en un zanjón y
posteriormente se encaramó en un caballo que lo llevó hasta el pueblo, donde
recibió ayuda para sus heridas, estaba tan impresionado que perdió el habla y
sus muestras de pánico eran mas que evidentes por el espectáculo vivido, lo
tenían en un estado de shock.
Era
tanto el miedo manifestado que el pánico se había hecho presa de los
habitantes, quienes se retiraban, optando por buscar refugio en sus casas desde
muy tempranas horas, mientras otros en grupo se armaban de valor con el fin de
salir en la noche a la caza del animal causante de las desgracias.
--- ¡Es un enorme lobo…!--- gritaban
Los
cuchicheos de las mujeres eran, que se trataba de un animal poseído por el
demonio y que era una maldición la que se cernía sobre el poblado. Toda clase
de comentarios se vertieron en torno al asunto que una vez se acercaba la noche
todo el mundo buscaba como desaparecer o refugiarse en las casas de construcción
fuerte o en la iglesia.
Cuando
la pálida luna hacía el esfuerzo de asomarse sobre los techos de teja de la
villa, el silencio se consumía y deambulaba por las callecitas junto al viento
que estirándose resoplaba sacudiendo las ramas de los tamarindos que se
formaban junto al parque, bamboleando sus ramas, en señal de pena.
Muy
de mañana cuando los gallos dieron la bienvenida al día y la niebla se disipó
de las calles, los madrugadores dieron la voz de alarma. El poste, potrero de
la comunidad donde se encerraban los animales que se encontraban extraviados, había
sido blanco del ataque. Una yegua fue encontrada destrozada junto a los abrevaderos
y los rastros señalaban el trayecto de donde había sido arrastrada, hasta el
portón que se encontraba abierto de par en par. La marca de una garra gigante
pintada en sangre se mostraba en uno de las tablas de la talanquera. La horda
de curiosos se hizo presente junto a los gendarmes del municipio, los rastros
de manchas de sangre se perdían en el callejón que se inclinaba en un pequeño
cerro que conducía hacia la pileta de depósito de agua, que surtía a la
población del vital líquido. El ojo de agua, donde de un nacimiento se hacía
una poza de donde un ariete se encargaba de lanzar a las alturas el líquido
para el pueblo.
Un
vestido de mujer se encontró desgarrado en el trayecto, que se colgaba de unas
ramas. Raído y con manchas de sangre, se hondeaba, mientras los rayos del sol
lo secaban al viento. La curiosidad se hacía cada vez mas fuerte, sobretodo por
el hallazgo de la prenda femenina, pero allí acababa el rastro, no huellas ni
señales.
La
voz corrió como reguero de pólvora, por toda la población, anunciando la
desaparición de una dama, que en
búsqueda de identificarla dio paso a una requisa en todos los rincones, con el
fin de investigar si había alguien desaparecida. Todo fue en vano, a lo mejor
era alguien de fuera.
Lejos
en los nacimientos de agua fresca en el corazón de la montaña, cubierto por
helechos, corre un de un brocal que rebalsa un hilo de agua que forma una
corriente que se desliza sobre un camino de pequeñas rocas, un tinte color rojo
se sobrenada en riachuelo, sangre, que viene de la cercanía, dentro de las
colas de quetzal un cuerpo yace, mostrando lo cobrizo de la piel de su espalda,
el cabello enmarañado le oculta la cara, un brazo colgaba sobre una de las
piedras de donde se miraba una mancha de sangre seca que recorre del hombro
hasta la mano. Una parvada de loros se presta al escándalo, mientras brincan en
las ramas en procura de frutillas de alimento, este ruido de las aves hace que
se mueva, se sienta e instintivamente se cubre los pechos, una mujer, se agacha
y se lava el lodo que le escurre por las mejillas, se incorpora y sin pensarlo
inicia con paso ligero montaña arriba, entre la maleza sacude las ramas a su
paso hasta aproximarse a la llamada la piedra partida donde se encuentra la
entrada de una cueva, donde desaparece en la oscuridad de la misma.
Las
horas han pasado hasta que los silbidos y la concertina de la montaña anuncian
la caída de la tarde. Las chicharras se hacen bulliciosas, cuando los escasos
rayos de sol desaparecen en la distancia, la penumbra se convierte en
oscuridad, la tenue luna hace su aparición, mientras en el interior de la cueva
se escuchan gritos que se transforman en gruñidos, el cuerpo se transforma y el
pelo inunda todo su alrededor, una herida de perdigón en el hombro se activa y
sangra, las fauces le distorsionan la cara y un par de enormes ojos de color
amarillo se hacen reflejo dentro de la oscuridad. La bestia, nerviosa se asoma
a la entrada, en espera que la luna llegue al cenit, aullando con gran
fortaleza.
Se
lanza a través de los extravíos rumbo a donde le conduce su maldad. Se asoma
sigilosa por una de las callejuelas, en búsqueda de sus víctimas, de sus fauces
babea saliva mientras a trote se dirige
hasta las cercanías del parque, la puerta de un potrero se encuentra abierta y
una candil señala sobre una ventana un
corral, donde se mueve agitadamente una oveja.
Dentro
de su agresividad se lanza intempestivamente hacia su víctima. Tras el balido
del señuelo, se escuchan varios disparos de grueso calibre. La bestia se
retuerce y cae a los pies del corral, los gruñidos desgarradores se hacen eco
dentro del potrero, los cazadores salen de sus escondrijos y se aprestan a
terminar con el animal, que entre gruñidos y gritos expira su último aliento.
Una
mágica transformación se lleva a cabo, fauces que se reducen dando paso al
rostro de una mujer, que después de pelechar muestra su escultural cuerpo, su
morena piel salpicada de sangre y dos agujeros de bala en el abdomen, que le
segaron la vida.
Los
vecinos han aparecido al enterarse del acontecimiento, con grandes antorchas se
acercan hasta el cuerpo para identificarla. Una cadena de metal se observa en
una de sus piernas, junto al tobillo….
La
noche se ha vuelto a hacer presente, el viento ligeramente frió recorre los
tejados del pueblo, a pesar de que se ha generado un poco tranquilidad, alguien
se santigua y se encomienda a Dios, el ambiente sigue respirando miedo. A lo lejos el aullido de lobos se hace
eco en la oscuridad de las montañas...
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