martes, 13 de agosto de 2013

LOS AULLIDOS DE LA NOCHE



          El aullido de lobos se hacía eco en el fondo de las montañas, el sereno hacía un manto en la quisquillosa luna que apenas se asomaba en el horizonte. Viento del norte se escurría por las veredas, en larga carrera anunciando los oleajes de frío, que a pasos agigantados se posaba sobre el caserío fincado en la planicie de una joya.
          El puente de piedra que se extiende sobre una corriente de agua que lentamente se mueve silenciosa serpenteándose entre las piedras, los bancos de musgo le dan cause en los zanjones hasta formar leves caídas que salpican las hojas de quequeshque prendidas en las playas formando espectrales sombras que se reflejaban en el remanso de las pozas.
          Una canoa se desliza junto a la corriente, va dejando una línea que dibuja de la punta, hasta dejar ondas que se hace tumbos hacia la orilla, es guiada por un sujeto de sombrero de paja, con una vara en la mano, esta le impide golpearse contra las rocas y le ayuda a conducirse entre los troncos que se humedecen en los vados. Los pájaros nocturnos se dispersan volando en columpios y mojándose el pecho en afán de pescadores, mientras alardean con sus gritos, anunciando cuando viaja rumbo a sus nidos.
          El alarmante gruñido de animal grande, espanta en el interior de los parajes, las parvadas alebrestadas vuelan en círculos antes de posarse en las copas de los mas grandes árboles, el ruido de los animales que corren despavoridos entre las hojarascas arrastrándose entre los arbustos, para ponerse fuera del alcance del depredador. Los zancudos circulan por los matochos, donde buscan prestos  a quien hacer víctima de los piquetes
          El palo seco, se sacude estrepitosamente, mientras las gallinas en alarmante alharaca se lanzan en sus cortos vuelos, donde se ven desplumadas en el aire, dando cara vuelta al caer como sapotes en el suelo. Huyen en todas direcciones, detrás de los zarpasos que les arremangan el polvo del pellejo, mientras corren para esconderse del peligro, algunas han caído convertidas en bocado  
          Del rancho sale un hombre con una escopeta en mano le hace frente a lo desconocido, el reflejo de una fogata con algunos leños ardiendo le muestran frente a su sombra, la presencia de un par de  ojos color amarillos que se escudan detrás de las hojas del plátano, junto al esperpento que hacen los animales que huyen un ronroneo sordo se escucha en esa dirección, allí  hacia donde cundido por el temor y sacudiéndose de puro temblor de miedo el campesino alarga su arma, sin pensarlo dos veces, dispara a la oscuridad. El fogonazo de los perdigones le muestra una gran sombra que lanzada por los aires le cae encima y le destroza, detrás de los gritos de lucha, el cuerpo cae inerte. Las fauces de la bestia le han arrancado en trozos y las manchas de la sangre han cubierto el sitio. Un silencio se hace evidente después del episodio, furtivamente el animal se introdujo en la maleza y se pierde en lo oscuro de la noche.
          Con el advenimiento de la mañana, la escena se hace macabra, los carroñeros hacen su presencia en los alrededores, restos diseminados en todo el entorno, los destrozos, un cuerpo mutilado estampado en los chiriviscos de un tapesco, bajo una brisa silenciosa que se cierne ante la ausencia. La hoguera aun permanece humeante en el interior de la choza, mudo testigo de la masacre, gentes, aves  han desaparecido, el chucho ronda y se echa junto en compañía de los despojos de su amo.
          Montados en el palco las ramas pelonas de la arboleda las aves negras se sacuden sus afilados picos mientras se saborean, otras tantas volando en círculos se desplazan por los aires, los buitres invitados al festín que aletean sin perder su objetivo, planean en todas direcciones, para hacerse invitados por la presencia de la muerte. El ruedo se ha convertido en tirones y jalones de restos de las marcas del cadáver.

          Junto a la casa de cofrade mayor se hace la reunión, los hombres armados de machetes y uno que otro fusil, se aglomeran a la espera del alcalde auxiliar, con arengas y gritos empujando la turba a salir en busca de la cosa que está causando las muertes. Este ha sido el segundo ataque perpetrado en la semana, aunque el anterior fue en un ato de ganado. La bestia destrozó varias reses y a los perros, provocando una estampida que causó la pérdida de las vacas, sin dejar ningún rastro en su trayectoria. El pastor no corrió con tan mala suerte, después de haber sufrido el ataque logró esconderse en un zanjón y posteriormente se encaramó en un caballo que lo llevó hasta el pueblo, donde recibió ayuda para sus heridas, estaba tan impresionado que perdió el habla y sus muestras de pánico eran mas que evidentes por el espectáculo vivido, lo tenían en un estado de shock.
          Era tanto el miedo manifestado que el pánico se había hecho presa de los habitantes, quienes se retiraban, optando por buscar refugio en sus casas desde muy tempranas horas, mientras otros en grupo se armaban de valor con el fin de salir en la noche a la caza del animal causante de las desgracias.
--- ¡Es un enorme lobo…!--- gritaban
          Los cuchicheos de las mujeres eran, que se trataba de un animal poseído por el demonio y que era una maldición la que se cernía sobre el poblado. Toda clase de comentarios se vertieron en torno al asunto que una vez se acercaba la noche todo el mundo buscaba como desaparecer o refugiarse en las casas de construcción fuerte o en la iglesia.
          Cuando la pálida luna hacía el esfuerzo de asomarse sobre los techos de teja de la villa, el silencio se consumía y deambulaba por las callecitas junto al viento que estirándose resoplaba sacudiendo las ramas de los tamarindos que se formaban junto al parque, bamboleando sus ramas, en señal de pena.
          Muy de mañana cuando los gallos dieron la bienvenida al día y la niebla se disipó de las calles, los madrugadores dieron la voz de alarma. El poste, potrero de la comunidad donde se encerraban los animales que se encontraban extraviados, había sido blanco del ataque. Una yegua fue encontrada destrozada junto a los abrevaderos y los rastros señalaban el trayecto de donde había sido arrastrada, hasta el portón que se encontraba abierto de par en par. La marca de una garra gigante pintada en sangre se mostraba en uno de las tablas de la talanquera. La horda de curiosos se hizo presente junto a los gendarmes del municipio, los rastros de manchas de sangre se perdían en el callejón que se inclinaba en un pequeño cerro que conducía hacia la pileta de depósito de agua, que surtía a la población del vital líquido. El ojo de agua, donde de un nacimiento se hacía una poza de donde un ariete se encargaba de lanzar a las alturas el líquido para el pueblo.
          Un vestido de mujer se encontró desgarrado en el trayecto, que se colgaba de unas ramas. Raído y con manchas de sangre, se hondeaba, mientras los rayos del sol lo secaban al viento. La curiosidad se hacía cada vez mas fuerte, sobretodo por el hallazgo de la prenda femenina, pero allí acababa el rastro, no huellas ni señales.
          La voz corrió como reguero de pólvora, por toda la población, anunciando la desaparición de una dama,  que en búsqueda de identificarla dio paso a una requisa en todos los rincones, con el fin de investigar si había alguien desaparecida. Todo fue en vano, a lo mejor era alguien de fuera.
          Lejos en los nacimientos de agua fresca en el corazón de la montaña, cubierto por helechos, corre un de un brocal que rebalsa un hilo de agua que forma una corriente que se desliza sobre un camino de pequeñas rocas, un tinte color rojo se sobrenada en riachuelo, sangre, que viene de la cercanía, dentro de las colas de quetzal un cuerpo yace, mostrando lo cobrizo de la piel de su espalda, el cabello enmarañado le oculta la cara, un brazo colgaba sobre una de las piedras de donde se miraba una mancha de sangre seca que recorre del hombro hasta la mano. Una parvada de loros se presta al escándalo, mientras brincan en las ramas en procura de frutillas de alimento, este ruido de las aves hace que se mueva, se sienta e instintivamente se cubre los pechos, una mujer, se agacha y se lava el lodo que le escurre por las mejillas, se incorpora y sin pensarlo inicia con paso ligero montaña arriba, entre la maleza sacude las ramas a su paso hasta aproximarse a la llamada la piedra partida donde se encuentra la entrada de una cueva, donde desaparece en la oscuridad de la misma.
          Las horas han pasado hasta que los silbidos y la concertina de la montaña anuncian la caída de la tarde. Las chicharras se hacen bulliciosas, cuando los escasos rayos de sol desaparecen en la distancia, la penumbra se convierte en oscuridad, la tenue luna hace su aparición, mientras en el interior de la cueva se escuchan gritos que se transforman en gruñidos, el cuerpo se transforma y el pelo inunda todo su alrededor, una herida de perdigón en el hombro se activa y sangra, las fauces le distorsionan la cara y un par de enormes ojos de color amarillo se hacen reflejo dentro de la oscuridad. La bestia, nerviosa se asoma a la entrada, en espera que la luna llegue al cenit, aullando con gran fortaleza.
          Se lanza a través de los extravíos rumbo a donde le conduce su maldad. Se asoma sigilosa por una de las callejuelas, en búsqueda de sus víctimas, de sus fauces babea saliva  mientras a trote se dirige hasta las cercanías del parque, la puerta de un potrero se encuentra abierta y una candil señala sobre una ventana  un corral, donde se mueve agitadamente una oveja.
          Dentro de su agresividad se lanza intempestivamente hacia su víctima. Tras el balido del señuelo, se escuchan varios disparos de grueso calibre. La bestia se retuerce y cae a los pies del corral, los gruñidos desgarradores se hacen eco dentro del potrero, los cazadores salen de sus escondrijos y se aprestan a terminar con el animal, que entre gruñidos y gritos expira su último aliento.
          Una mágica transformación se lleva a cabo, fauces que se reducen dando paso al rostro de una mujer, que después de pelechar muestra su escultural cuerpo, su morena piel salpicada de sangre y dos agujeros de bala en el abdomen, que le segaron la vida.
          Los vecinos han aparecido al enterarse del acontecimiento, con grandes antorchas se acercan hasta el cuerpo para identificarla. Una cadena de metal se observa en una de sus piernas, junto al tobillo….
          La noche se ha vuelto a hacer presente, el viento ligeramente frió recorre los tejados del pueblo, a pesar de que se ha generado un poco tranquilidad, alguien se santigua y se encomienda a Dios, el ambiente sigue respirando  miedo. A lo lejos el aullido de lobos se hace eco en la oscuridad de las montañas...
         

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