miércoles, 21 de agosto de 2013

EL HUMO DEL TABACO



          Noche límpida sin nubes en el firmamento, la luna en todo su esplendor se refleja hermosa en las aguas quietas de la laguna, los sapos en su concertina de la orilla se dejan escapar en gimnásticos saltos, para atrapar su comida. En los senderos que desembocan en la orilla se arrastran los animales que con toda delicadeza se muestran para usar de abrevadero la playa. Las grullas se desplazan por los aires para picotear el agua, en búsqueda de algún despistado pececito que ronda en las tibias aguas.
          La manada de tepezcuintles alertan sus orejas y agudizan su olfato al presentir la presencia de los cazadores que se arriesgan a penetrar por los espesos bosques. Alguien protesta y se escucha el sopapo en la piel que elimina un bicho que recurre a sus piquetes para agenciarse de alimento, las nubes de los zancudos deambulan por todos lados mientras un par excursionistas marchan con sus mochilas al hombros, machete en mano se abren camino a través de los matorrales.
          Ambos se detienen para reorientarse, han marchado en círculos y no encuentran el camino, uno de ellos se recuesta sobre un tronco para hacer una pausa, mientras resoplan los albores del cansancio. Lo entrado de la noche les hace continuar hasta salir a un claro en el bosque, el viento del norte les da una idea de orientación que los conduce hacia una palazón que se rodea de ramas de bambú, al pasar por una pequeña colina observan a su entorno una casa que se asemeja a una covacha que luce abandonada.
          Con las ansias de encontrar un lugar para pernoctar apresuran el paso hasta llegar a la entrada suben unas gradas, las mochilas son lanzadas al suelo, lo que hacen crujir el piso de madera, que responde por el peso. Un portal que antecede una puerta desteñida por el tiempo, ansias de descanso que les anima a somatarla para anunciarse, se insiste con el toquido pero no hay respuesta. Un empellón produce un sonido de rasgadura que hace ceder la apolillada puerta, vencida ya por lo viejo y sobrecargada sobre el peso de las desvencijadas tablas, esto les da un espacio reducido para entrar. En el fondo se ve un poco de luz de luna, que penetra a través de la ventana, eso les permite ver el salón con unos muebles cargados de polvo, una silla recostada en la pared que le falta una de las patas, las cortinas formadas de telas de araña interrumpen el paso hacia la entrada de la habitación. A pesar del silencio imperante, el viento silva en su recorrido por el interior de la casa, ráfagas que penetran por el tejado, en una de las esquinas opacada por la oscuridad se inserta una chimenea. Algunos leños apilados a su lado se  encuentran cargados de humedad, el musgo ha crecido en la cáscara del encino y los bichos han hecho su escondrijo dentro de los trozos.
          Las ramas truenan al contacto con las llamas y saltan el chisperillo de los leños que arden a regañadientes dentro del espacio, la fogata se aviva permitiendo ver mejor el interior del cuarto. Sentado en el suelo uno de los visitantes se despereza, haciéndose un espacio para recostarse, en la otra esquina está una mesa, el tronco de un árbol y asemeja parte de una cocineta donde se encuentran unas ollas colgadas en la pared, un plato de peltre, unos vasos de cristalería que reposan en un anaquel junto a un comal de un estufa de barro, con  restos de carbón y ceniza en su interior.
          Hay una puerta que da a otra habitación, donde se aventura a investigar un de los muchachos, detrás de ella se encuentra un  corredor que lleva hasta un espacio, que contiene un retrete, con una regadera, que gotea continuamente, intenta cerrar el grifo pero es imposible. El toc, toc del agua, se vuelve monótono.
          El olor a humedad y falta de ventilación le da un aspecto tórrido al espacio, mas aun cuando al acercarse se observa sobre las tablas del escusado los movimientos pausados de una asustadiza culebra que permanecía enroscada en uno de los rincones ella se desplaza hasta desaparecer a través de un agujero en el suelo. Intenta cerrar la puerta, para dirigirse hasta donde se encuentra su compañero, quien recostado con un sombrero de paja que le cubre el rostro, ocultándole los sueños de cansancio.
          El frío de la madrugada se asoma a la vez que los sonidos matinales se hacen presentes en el frondoso bosque, los pillidos de las aves que circundan la covacha, se muestran en el despertar del campo, los tibios rayos del sol paulatinamente se van escurriendo a través de los agujeros del techo. Los leños se han incinerado, los restos permanecen humeantes y con algunas brazas que se quiebran dentro de chimenea, por el cambio de temperatura.
          La casucha cruje, luego se llena de silencio, después se produce la caída de un cuadro que permanecía guindado de un clavo en la pared, el estruendo del vidrio que se hace pedazos, hace que los visitantes despierten, una extraña sensación circula por el ambiente y el extraño olor a humo de tabaco se deja sentir en la habitación. El sonido de los pasos y del peso de una persona se deja escuchar en el portal de la entrada. Esto obliga a los jóvenes a acercarse a la puerta para preveer que es lo que está pasando y en todo caso investigar los extraños sucesos que se llevan a cabo. Se acercan subverticiamente hasta la entrada...
          Abren la puerta, mostrando únicamente parte de la cabeza pero no hay nadie, alguno se anima a salir, sin observar nada, se percibe solamente el fuerte aroma a tabaco que permanece por los rincones, se percibe en la parte exterior del rancho, como que la bullanguera mañana se ha quedado muda, únicamente el zumbido de las abejas que construyen un panal en la cornisa y se dedican a viajar al interior del bosque.
          Siempre con la armonía y una ligera sensación de miedo, los jóvenes permanecen en el interior de la casucha. En el pasillo que se dirige hacia el baño hay una repisa, sobre ella hay un espejo. Joviel, con una palangana en la mano se sacude la cara y se lava el rostro frente al espejo, saca un pañuelo y se limpia el agua, restregándose los ojos, cuando de pronto al quedarse viendo fijamente al espejo, ve que por detrás de él hay un hombre, de largos bigotes y poblada barba. Grita y se voltea, sin ver a nadie. El grito alerta a su compañero que se acerca hasta el lugar. La extraña percepción se manifiesta, pero una sensación de sudoración fría le recorre el cuerpo, sin decir palabra se queda petrificado señalando hacia al espejo, sale corriendo hacia la habitación principal. Mientras su compañero no le atina a lo sucedido.
          Termina de empacar sus cosas, carga su mochila.
---Yo me voy… sabés aquí espantan --- dice
---Como vas a creer.---
          En ese instante, en el lugar donde había caído el cuadro, se escucha el sonido de alguien que tritura el vidrio al pisarlo, ambos voltean la mirada hacia el sitio, donde una etérea imagen se forma en el rincón. La imagen se hace visible.
--- Es el mismo hombre que vi en el espejo. ---
          Mientras tanto el espíritu, recoge la fotografía del cuadro y con un cigarro tipo puro, suelta una bocanada sobre los jóvenes. Es el mismo aroma fuerte del tabaco, que se esparce por la habitación. Se les acerca arrastrando un chicote en una mano derecha, con la otra les muestra la foto amarillenta, en blanco y negro de una joven mujer, levanta el papel y haciendo que un chorro de humo envuelva el espacio,  se dirige mediante un sermón que resuena elocuente con una voz del mas allá.
--- Uno de ustedes se robo a mi Gumercinda, hoy pagarán lo que hicieron, quedarán detenidos en este lugar hasta que me devuelvan a mi hija… ---
          Sin chistar palabra, la pareja de muchachos, salen despavoridos, derribando la puerta de la entrada y corriendo hasta perderse en el bosque. Al cabo de un tiempo  y mucho correr encontraron el camino y regresaron al pueblo.
          Sentados en una de las bancas del parque los dos amigos charlan y comentan la aventura que pasaron.
---Ya te pasó el susto, vos… sabes una cosa… Dicen que en verdad allí se robaron una muchacha hace mucho tiempo, que nunca la encontraron. Unos mencionan que se escapó de la casa y otros que la secuestraron. Quien sabe? Lo que si es cierto es que su papá, se volvió loco, lo encontraron muerto tiempo después, dicen que murió de pena por la pérdida de su hija.
--- Ni lo vas a creer, dicen que la muchacha vive en la capital y que jamás regresó a visitar a su padre…
--- Vos Joviel, dejame de empujar. Hacete mas para la otra esquina, que me vas a botar.---
--- Maaa… si ni siquiera estoy a la par tuya…..
          La presencia de alguien se instaló entre los dos muchachos, que les puso chinita la piel, como piel de gallina, les hizo sentir calofríos. Se miraron el uno al otro y se encontraron solos. El fuerte olor a humo de tabaco les envolvió por un instante, de un brinco  les hizo salir despavoridos en franca carrera. Ni de voltear a ver… 
         

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