sábado, 30 de noviembre de 2013

LA SOMBRA DEL ROPERO



          Los aires fríos de Noviembre se deslizaban a través de los corredores de la casona, el sonido de las láminas que desprendidas en alguna medida, sacudían los embates de las ventiscas.
          Antonio se encontraba en el disfrute de sus vacaciones de fin de año, aun enchamarrado en su cama, durante su último pestañazo. El sol aun no se instalaba a lo largo del oriente y tímidamente penetraba sus rayos de calor a través de las ventanas.
          El ruido de trastos, caída de cubiertos,  el movimiento de sillas se dejaba escuchar en el fondo de la cocina donde una muchacha, se apresuraba en la confección de la comida.
---Antonio --- gritó --- es hora de levantarse, ya es tarde, patojo!, el desayuno esta servido….
          No muy de buena gana, el chico se sentó a la orilla de la cama, buscando sus chancletas, se dio un estirón y se dirigió hasta el baño. Al salir aun restregaba sus ojos con una toalla, para despabilar la modorra del haberse acostado tarde viendo la televisión.
          Se acercó hasta la mesa del comedor donde frente a su silla se encontraba un plato donde reposaban un huevo estrellado y una pequeña maleta de frijoles, las tortillas humeaban dentro del canasto cubierto por una manta y un recipiente con frescas champurradas.
--- Hay muchacho, tenés una cara de no haber dormido… aquí está tu tazón de atole con leche, está caliente no te vayás a quemar la trompeta.--- luego le sacudió la cabeza, para enderezarle los cabellos que se encontraban alborotados.
--- Me quede viendo tele hasta muy tarde… la verdad, no me quería levantar--- lanzó un bostezo, que casi se traga a la mucama y se armó de sus cubiertos para hacerle el honor a la comida.
          Se levantó parsimoniosamente, arrastrando los pies, se dirigió hasta su habitación, no sin antes pasar en el cuarto de sus padres, se detuvo en el dintel de la puerta, cuando de pronto un escalofrío le recorrió toda la espalda hasta llegarle hasta donde el espinazo cambia de nombre. En el fondo del cuarto una sombra se corrió escurridizamente por los rincones hasta desaparecer en el frente del ropero.
          Se alertó, con la piel eriza como pellejo de gallina, se quedó sin habla mas que petrificado, cuando recuperó la compostura penetró a la habitación y se dirigió, hasta donde se encontraba el mueble, era un de esos roperos antiguos de tres cuerpos, con sendos espejos que cubrían las dos puertas laterales, una de las cuales permanecía abierta hasta la mitad, husmeó en su interior, donde colgaban un par de vestidos viejos y una cruz de cibaque clavada en uno de los costados, lo único que percibió fue el olor a cedro y la naftalina que se usaba para alejar a los bichos, las polillas  que se escondían en el mueble. Mas que asustado e intrigado, golpeo la puerta, para cerrarla, la llave cayó al suelo,  se agachó a recogerla y esta  se volvió abrir, luego de empujarla con fuerza, le dio vuelta a la llave hasta cerrar la chapa.
          Salió un poco mas que a paso ligero, regresando hasta donde se encontraba la muchacha, que al verlo lo sintió extraño, las canillas le temblaban y cargaba una cara de susto.
--- Tonito… algo te pasó, estás rete pálido, peor si te espantaron?---
---Ni te imaginas vos Lipa… será que vos dejaste abierto el ropero del cuarto de mi mamá?---
--- Nooo…que va y pa´que lo iba a hacer…, además yo casi no entro en ese cuarto, pues cada vez que hago limpieza empiezo a sentir cosas raras. Allí dicen que espantan hasta de día…
---Pues fijate que si, acabo de ver una sombra que se metió en el ropero y por eso te pregunté si lo habías dejado abierto… sabes que extraño me sentí raro, pero la verdad es que no me dio miedo.
--- Si Tonito es el espíritu de una niña, hija de un tu antepasado que dicen que hace mucho tiempo, para protegerla de la guerra la dejaron encerrada allí adentro, la olvidaron y falleció, su alma permanece por allí flotando y sale ocasionalmente de su encierro, cuando se abre el ropero…

          Era principios del siglo XIX, las revueltas independentistas se gestaban a lo largo de todo el país. Los soldados y las autoridades que representaban en ese entonces a la corona española, habían impuesto estado de sitio,  debido a los levantamientos del pueblo; a través de cruentas ataques, había controlado las revueltas en las calles de la ciudad y se dieron a la tarea de destruir a los grupos, seguir a los hombres involucrados con el creciente llamado a la libertad.
          .  Los grupos de desafectos, en su mayoría criollos se eran detenidos y otros cuantos pasados por las armas, los que lograron escapar permanecían ocultos en las montañas. Era un caos, ya que habían ordenes expresas de sofocar a toda costa lo que dieron por llamaron rebelión en contra de la corona de España y desaparecer o encarcelar a los dirigentes.
          Muchos de estos personajes, dirigentes que permanecieron en el anonimato, huyeron hacia el interior, otros lograron esconderse en sus propias casas, con el fin de proteger a sus familias de las atrocidades de la gendarmería al mando de la Capitanía general.
          Durante los cateos casa por casa, en toda la ciudad, irrumpían con lujo de fuerza, los soldados se daban a la tarea de destruir cuanto encontraban a su paso, capturando a empleados y sirvientes, haciéndoles correr la misma suerte que sus patrones. La mayoría de las víctimas eran personas inocentes, que no tenían que ver con los sucesos. Los hombres que se resistían a la captura eran fusilados en el interior de sus domicilios, mientras las mujeres eran engrilletadas y arrastrada hasta ser llevadas prisioneras a los separos de la policía o  a las cárceles del lugar.
          Era una de esas tardes violentas, la puerta del zaguán de la residencia fue derribada por la fuerza e hizo su ingreso de un piquete de gendarmes al mando de un capitán. Bajo sus feroces ordenes penetraron a lo largo de los corredores y habitaciones de la casa, conminando a cuantos se ponía a su paso, sometiendo a la servidumbre. En un decir amén, atraparon a Don Antonio de Bengoechea, alto dirigente de la gesta independentista. Capturado, después de propinarle senda golpiza, dejándole inconciente. Luego lo condujeron en calidad de bulto hasta las afueras de la ciudad y jamás se volvió a saber de su paradero.
          La familia había previsto este ataque por lo que escaparon por los terrenos de las vecindades, excepto la niña mas pequeña, que se les había perdido en la escapada. El mayordomo la encontró jugando con su muñeca de trapo en su cuarto  y escurridizamente durante el incidente, trató de sacarla por la vía de escape, pero no lo logró, por lo que para salvarle la vida, la introdujo en la habitación principal y la logró encerrar en el ropero, le indicó que no debería hacer el menor ruido, escondió en su bolsa la llave y abandonó el lugar. Al salir a través de la cocina fue sorprendido por uno de los soldados, que sin mediar palabra le disparó por la espalda, dándole muerte en el patio posterior de la casa. .
          Pasados unos cuantos meses del incidente uno de los familiares dejado en libertad por esos días, regresó a la casa, con el propósito de investigar el paradero de la niña.
          Este personaje llegó hasta la vivienda, la que después del ataque había quedado destruida y en total abandono, pese a esto saqueos y los destrozos que se habían producido,  muchos de los enseres estaban allí abandonados, los muebles permanecían intactos, entre ellos el ropero que permanecía arrinconado en el lugar, cubierto por telas de araña, restos de polilla y cantidades de polvo.
          Penetró a la habitación y se dirigió hasta el antiguo y vetusto mueble cuyos espejos permanecían intactos, con sus manos revisó la parte superior y en los lugares aledaños en busca de la llave, sin encontrarla, intentó forzar la chapa de la puerta, pero esta no cedió. Fue en búsqueda de alguna herramienta a la habitación contigua.
          La oscuridad de la habitación, le daba un aspecto lúgubre al espacio, entonces se dejó escuchar un rechinido en el piso de madera, unos golpes secos en el mueble y la puerta se abrió como por arte de magia. Una sombra escapó desde su interior dejando a su paso el penetrante olor a muerte.
          El sujeto terminó de abrir la puerta, y se sorprendió al ver que dentro del ropero se encontraba, el hallazgo  de cadáver casi momificado del cuerpo de la niña, que permanecía acurrucado en su interior, sobre su calavera permanecían sus canelones de pelo que caían sobre el regazo del esqueleto que portaba su vestido rosado de encajes, raído por el paso del tiempo, aun bajo uno de los huesos de su brazo, sostenía una muñeca de trapo.
          La impresión fue grande, acompañado de sensaciones extrañas y escalofríos, colocó un pañuelo sobre su nariz, para disimular la pestilencia que le hizo retroceder, su primer intento fue tratar de salir de allí, pero se contuvo, se agachó con el fin de hacer un mejor reconocimiento, pero el cadáver se dobló sobre si mismo desintegrándose, por lo que optó por cerrar la puerta del armario, no sin antes experimentar el paso de la silueta de la sombra que se escurrió por la rendija. En el espejo se dibujó la imagen de la niña, con una sonrisa, agradeciendo su liberación.

           

jueves, 31 de octubre de 2013

DEL OTOÑO AL VERANO

OTOÑO

          Las hojas se desparraman bulliciosas, luego que las ráfagas de viento se recorren desde el norte, acarreando el frío que desciende desde las cordilleras, hasta los verdes campos, las nubes corren por la cima, que pronto se disipan que dejan pasar a través del azul del cielo, la pronta llegada de los vientos.
          Los hermosos celajes que se dibujan a la distancia con sus múltiples tonos de naranja, pinceladas amarradas en los picos de los volcanes que enseñan los rayos del sol cuando se asoman luminosos y se dejan caer sobre  las alargadas copas de los árboles, sumergidas en medio de las montañas.
          Las aves se aglomeran en los cielos en su franca huida hacia el sur, para guarecerse de la llegada del clima, buscando el calor de las lagunetas de flores para reposar, en búsqueda de playas de blanca espuma que arremeten en las arenas de las cálidas aguas del inmenso mar 
          El baile de los pijijes que se sumergen en los sanjones, se pasean por las orillas de los arrozales o en sus aterrizajes forzosos, junto a las piedras de los riachuelos que recorren lentamente, por los serpenteantes caminos, que silban junto a los pericos que hacen sus piruetas en los bosques cuando en sus gritos se arremolinan en las altas ramas para ver la tenue desaparición, del astro en las profundidades del océano.

INVIERNO.
         
          El ocaso que nos lleva a la deslumbrante Estrella del norte, que señala la llegada de época mas fría, el fin de año del hemisferio norte, donde las auroras boreales danzan uniformes a la distancia y los flecos de algodón se despenican sobre las laderas de los campos, sembrando una alfombra de nieve de blanco matiz, que da exquisitas formas cuando se sostienen en las ramas de los deshojados árboles.
          Los animalitos se dedican a pernoctar el invierno, en sus madrigueras, donde con reservas alimenticias se preparan a esperar el cambio de los fríos vientos, al deshielo y el despertar de las hojas verdes y las flores de primera mudada. Cuando las aguas se tornan en corrientes y estas en ríos, soñolientos aparecen en las cuevas con el cuidado de no ser víctimas de los depredadores que han sobrevivido a las heladas.

PRIMAVERA.
         
          Las pequeñas florecillas se desperezan en las ramas de los arbustos, que luego de brotar en hojas, sudan en agua de rocío, mostrando el inicio del cálido ciclo de belleza
          Los hermosos trinos de los jilgueros que repasan dentro de los troncos de los abedules sus canciones, armónicas tonadas que levantan al cielo la bienvenida del renacimiento de la vida, que se engalana con la Primavera,  El deseo imperante que los hace impulsarse hacia el norte en su eterna caravana de sobrevivencia.
          Los machos trotan a las hembras que en manadas se dispersan por los verdes campos de pasto, incitando a su coqueteos al apareamiento. En las copas de los encinos se muestran las atalayas de los nidos que calientan la camada de huevos de múltiples colores y tamaños que reventarán al mediado de la época cálida.
          Los manantiales de límpida frescura, recorren pacientemente los brocales y los caminitos de las cascadas, que repiten en eco en los goterones que hacen reverdecer los desfiladeros, que se hacen más grandes al someterse al golpe de las rocas que los llevan de la mano a las pozas de azules aguas que desembocan en los ríos.
          Las garzas pelonas se brincan de cabeza en pie del ganado que pasta inconciente en los zacatales, haciéndoles la limpieza de orejas y lomo. Los pájaros con fama de pescadores se lanzan del trampolín en búsqueda de algún pececito que se anima a salir a ver que pasa en las afueras del estanque.
          Las lagunetas permanecen estáticas, cuando las fuentes del preciado líquido se reducen de sus nacimientos y los zancudos proliferan molestosos encima de las lechugas de agua. Es el encuentro con el equinoccio, los rayos del sol se acercan y se hacen candentes. Las plantas sudorosas empiezan a sufrir el desecado del ambiente.

VERANO.

          Los achaques de la temperatura, seca los pasos, que de lodazales se tornan bodoques de tierra dura. Los butes que se encontraban aislados en los charcos que se quedaron sin salida, sufren de transformación. La cáscara de los sauces se cae en trozos de madera seca. Las manchas de animales permanecen en los vados de los ríos, con el fin de mantener reservas de agua para sobrevivir con sus crías.
          Las cúpulas de sombra de los copetes de los bosques permanecen de resguardo de las la vida silvestre, que en poco movimiento y protegidos para salvarse de tórridos climas de la temporada.
          Los saltamontes desfilan en los áridos caminos de tierra, calcinados por el sol, en espera de los cantos, los gritos de las chicharras que hacen toda clase de sinfonías para llamar la tan ansiada lluvia. Las polvaredas se hacen constantes cuando los terrones de arrecifes de tierra colorada, se arremolinan para depositarse en polvo en las escasas hojas sobrevivientes que señalan lo seco del ambiente.
          Los campos hechos de pinceladas de color café, sufren de desesperación, aun cuando los matutinos rocíos, apenas mantienen lo verde de sus hojas, durante las madrugadas.
          Las primeros goterones de la época de lluvia, desaparecen inmediatamente tocan el suelo, es tanta la sed de la tierra que apenas consiguen llegar a convertirse en vapor en su trayecto hasta la superficie.
          Truenos y relámpagos que se nutren de nubarrones negros se anuncian en el horizonte, acicalados por los vientos que los conduce de principio a las montañas donde botan su carga de vida, humedeciendo el ambiente que reverdece los campos y cultivos.


      


jueves, 24 de octubre de 2013

EL SACRIFICIO



          El espejo mostraba como después de una acción, la chica se acicalaba, el lápiz labial demarcaba las comisuras de derecha a izquierda, luego de frotar el labio inferior sobre el otro, que le daba el rojo carmesí a su boca.
          El cabello liso color amarillento se reposaba sobre los hombros, mientras con un cepillo sacudía desde la coronilla hacia abajo. La mano izquierda recogía la honda superior que aparecía en su frente y lo empujaba sobre la oreja para que retomara estilo. Apenas cubierta con ropa interior, el broche del sostén se mostraba como una línea  que apenas sostenía sin cubrír los exuberantes senos.
          El ring indicó, de alguien que se encontraba en el portón, ella cubriéndose a medias con los brazos se asomó por la ventana, corrió apenas la cortina y sacó la nariz. Un sujeto con sombrero color oscuro daba unas pequeñas vueltas en el portal, el abrigo que portaba mostraba gotas de lluvia que se precipitaban cubriendo las hombreras y la espalda, la noche aun estaba joven y la calle se comportaba en soledad en espera de la respuesta del timbre.
          Tomó Un pants deportivo y con alguna dificultad la subió, moviéndolo sobre sus piernas hasta las caderas, las cintas del elástico de la tanga, le insinuó apretado en lo rosado de la piel, demarcando como hilo dental que circulaba en medio de las caderas. Se alisó las arrugas de la prenda a los lados de los muslos y se arrebató en carrera en dirección de las gradas de su apartamento hasta la puerta.
          Alguien penetró a la habitación. Sin decir palabra el sujeto se sentó en un taburete sin quitarse el abrigo, colocó el sombrero sobre la mesa, una vez lo sacudió para botarle el agua. La chica regresó a su ritual frente al espejo, donde a través de un lápiz demarcó artísticamente sus pestañas.
--- No pensé que llegaría temprano… estaré lista en un instante.---
---hummm!!—un gemido se emitió por parte del fulano, que somataba los dedos sobre la mesa.
          Lo tosco del fulano que se escondía detrás de anteojos oscuros, se restregaba la cara alrededor de la mal cortada barba, cruzó la pierna y se acomodó, mientras la señora finalizaba el arreglo de su atuendo.
          Los zapatos de tacón de 20 centímetros, de lentejuelas color aqua salieron a relucir después de haberlos extraído de un cajón, calzándolos mientras se sostenía en el respaldo de una silla, recogió una chalina la que envolvió en su cuello. Pasó frente al espejo de la cómoda y se observó por detrás del hombro, para aprobar sus apretadas curvas.
          Ya en la calle, un auto oscuro aparcado junto a un poste de luz, la portezuela posterior derecha, se abrió de un empujón, la chica penetra y se acomoda en su interior con su grácil figura El sujeto de su compañía abre la portezuela delantera y se introduce pesadamente, cierra la ventana. El auto se pone en movimiento y abandona la calle con un chirrido de llantas. El parabrisas se sacude hacia ambos lados para eliminar las gotas de lluvia mientras acelera hasta llegar al entronque de la carretera.
          Adelante en el inicio de una hondonada, la luz de los faroles, se proyectan sobre el húmedo camino, mientras un autobús a alta velocidad les rebasa y los hace orillarse, por la estreches. El rótulo “AL LAGO”, señala una desviación que curvea en un mas angosto camino que de pronto se vuelve de terracería. Un arco de adobe muestra el frontispicio de un chalet, donde circulado de múltiples luces, aparece como un palacio en medio de la oscurana, el auto se aparca junto a una fuente, que un tanto deteriorada forma una glorieta, junto a la entrada del edificio, cubierta de hiedra y bougambilias..
          La joven es llevada hasta una de las habitaciones donde, se encuentra un sujeto aparentemente el anfitrión con un traje color crema, que luce una elegante bufanda de cuadros oscuros, junto a sus manos que amaneradamente los mueve con delicadeza le sale al encuentro.
---Mas bella que nunca…pero los detalles de tu vestido… déjame que yo los mejore--- mientras le toma de la mano, le besa ambos cachetes, luego le rodea el brazo y la transporta hasta donde se encuentra un vestidor detrás de un biombo.
--- Es importante darte un toque de  elegancia, en estas fiestas de mucho glamour. Es importante dar una buena impresión antes de  introducirte al maestro---
          Dos damas de compañía aparecen y por ordenes del encargado, ella es despojada de sus vestimentas y la transformación se lleva a cabo, con un lindo traje color salmón de seda cae a lo largo de su hermoso cuerpo mostrando sus esculturales curvas, el escote posterior le llega hasta inicio de las caderas, un peinado de turbante le da una elegancia extrema con un doble pijazo que muestra la exquisitez de sus muslos  como toque final, un collar de perlas oscuras es colocado en su cuello.
--- Un par de sandalias de pedrería, en lugar de esos horribles chanclas fucia…?
          En el inicio de la escalinata, los encargados recolectan los abrigos y atuendos de las damas que descienden  hasta el salón que luce espléndido adornando con pasamanos cubiertos de guirnaldas y rosas, las cortinas de vívidos colores un rasgo de intimidad al salón, los edecanes distribuyen las copas de los vinos espumantes y las ricas viandas. Al fondo en una mesa de grandes adornos se muestra una escultura de hielo que dibuja un cuerno de la abundancia, que se rodea de los platos de mariscos. Es donde grupos de elegantes señores se dedican a servirse cuanta golosina es mostrada así como comentar lo esplendido del banquete.
          Hizo su entrada triunfal, penetrando al salón principal, del brazo del anfitrión, se dirigió hasta el centro donde de espaldas, un personaje con un traje negro satinado, que departía solemnemente con un grupo de jovencitas que le rodean. Se acercaron atropelladamente.
---¡Maestro!--- le interrumpió el gourmet, a la vez que se introdujo en el círculo, desplazando a los presentes, grupo.---¡Sorpresa! ella es Maricielo, de quien te he estado comentando---
--- Buenas noches.---hace una pequeña reverencia y se sonroja al enfrentarlo.
--- Te has quedado corto, mi amigo.--- le toma de la mano y colocándola sobre su brazo, se separa del grupo y se dirige al balcón que da hacia donde el hermosos lago que le sirve de marco esplendoroso, con la luna encendida tímidamente en el horizonte.
          La música se hizo un ensueño y los acordes se hicieron desaparecer dentro de los asistentes de la fiesta. Como en un cuento de hadas, dentro de uno de los aposentos solamente una pareja se hace compañía en el escenario, las prendas de vestir dejan un guía dentro del desorden absoluto, rumbo al lecho.
          Las cortinas a medio cerrar, dejan un espacio de los primeros rayos del amanecer, el silencio se estremece con el tintineo de las campanas del reloj de pie, que marca las Cuatro. Un despertar que hace esfumarse en sus pensamientos, la amalgama de un beso, quizás una caricia que se borra entre los almohadones de plumas y las finas sábanas de seda de la suave cama.
          Maricielo se levanta de un salto, ha perdido la noción del tiempo, de primera instancia cubre su desnudez y con toda delicadeza se asoma al balcón, donde el viento frío se deja sentir en su transito a la mañana. Ella se sienta en la orilla del somier, la cabeza no la ha logrado poner en orden.
          Busca en los alrededores de la habitación, hasta encontrar su ropa, tras el biombo, la recoge y con una gran congoja en el corazón se viste, medio se arregla y repasa sus cabellos para ordenarlos. Junto a la mesa de noche encuentra un jarrón, que le sirve con una toalla para limpiarse la cara y se lo empina para dar un par de tragos de líquido. Un sobre de papel bond, tamaño oficio blanco se sostiene con la ramilla de una rosa roja, le enseña que se encuentra dirigido ha ella. Presta de curiosidad lo abre, en su interior un billete de cien dólares.
          Ya en la trayecto de tierra, camina en búsqueda de la salida, la solitaria calle, le conduce hasta donde en la carretera, tiene algo mas de vida, con sus zapatos en las manos y tratando de cubrir sus hombros , con los brazos transcurre el trayecto, hasta llagar hasta donde un bus de transporte le suena la bocina.
--- A la capital?. ---pregunta el brocha, que la urge a caminar rápido y a puros empujones la hace que se encarame.
          Un inoportuno celular suena dentro del bolsillo del pants, con mas que timidez lo prende y lo lleva hacia el oído.
--- ¡Mamá!--- una voz de un niño se deja escuchar.--- mamá, ya vas a venir a traerme, mira que la abuela ya se aburrió de cuidarme y tu dijiste….
--- Si, mi bebé, ya voy, en un rato estoy contigo y te llevo para la casa… Adiós mi amor!---
--- Si tu supieras los SACRIFICIOS que estoy dispuesta a hacer por ti!...
  


viernes, 11 de octubre de 2013

EL REINO DEL MAL



          Los vidrios de la ventana,  reflejaban la luz de las lámparas de gas, mientras los gritos de una mujer se dejaban escuchar, pujos de parturienta que atizan el esfuerzo de soltar hacia el mundo una pequeña alma. Dentro de la habitación cuatro personas de capas y capuchas rodeaban el acontecimiento, tomados de las manos, entonaban cantos y letanías; a su vez la partera en solidaridad se sostiene de una de las rodillas de la futura madre para darle el último aliento para que saque al niño. El grito de la mujer se prolonga angustioso, el sudor le empapa todo el cuerpo, cuando el asistente le ejecuta la respectiva presión sobre su abdomen, pujo tras pujo, inspiraciones de jadeo que le cortan el resuello con la fuerza que se le escapa por cansancio.
          El clímax ha llegado la coronilla del bebe se abre paso por el canal del parto, tras un último soplido de presión, que expulsa en tan solo movimiento cabeza y cuerpo en su envoltorio natural, el recién nacido da muestras de vida al declararse en llanto, mientras la comadrona le sostiene de ambos pies para darle palmadas y hacer su limpieza respectiva.
          Envuelto en varias frazadas, se escucha el llanto sublime del pequeño, que se ve arropado por uno de los asistentes, mientras tanto la madre se relaja completamente con el esfuerzo ha perdido el sentido, su respiración se ha tornado superficial y el sangrado es grande, lo que obliga a la partera a darle un fuerte masaje en el estómago, para reponer su aliento de vida.
          Un ángel con alas extendidas se aposta en la orilla de la cama, con una espada en las manos la protege de sus malas intuiciones purifica sus pensamientos, mientras recoge con su adviento las oraciones de la mujer y la envuelve en un manto de protección, al ser despojada de su advenedizo.
          Ya en la puerta de la casa se encuentra, la carroza de dos caballos, conductor y lacayos, las puertas son abiertas para los encapuchados quienes con el niño en brazos hacen su ingreso. El sonido de un látigo y la sacudida de de las riendas hacen que se ponga en camino. Un vigoroso grito de ARRE! hace que se alejen furtivos para desaparecer velozmente oculto en las sombras de la noche.
          La pálida luna ha hecho su ingreso a la escena, los cantos de los tecolotes se dibujan en el firmamento, cuando las ráfagas de gélido viento se esparcen a través de las arboledas que rodean el antiguo castillo que se muestra en lo alto de una colina, como punto de destino del viaje. El niño, el recién nacido, grita desaforadamente, dentro de una cuna cubierta con un manto, hay un  signo de Ankah, que es una cruz, con un abertura en el centro que cuelga en la pared de la habitación.
         
          La antigua arquitectura gótica, pintada de humo de candelas, enorme cúpula de grandes alas oscuras cubiertas de virales multicolores que esconden en sus pasillos antiguos santos; parte del monasterio motivado de silencio, con penetrante olor a incienso se yergue suntuoso, cargando cortinaje con escudos adornados con heráldica de los reinos Con los cuatro arcángeles haciendo valla en los alrededores del altar principal.
          Las monjas caminan en parejas por los pasajes cerrados que conducen hasta el centro de la capilla, como cartuchos uniformadas se desplazan para ocupar las bancas de madera que se apostan detrás de la tarima donde se reposan los sillones de terciopelo y oro que son ocupados por el ostentoso monarca de turno, que se hace acompañar por el séquito de lambiscones de su corte.  
          Las novicias escogidas se levantan de los reclinatorios e ingresa humildemente hasta la sacristía, son el apoyo y asistencia del sacerdote, con toda delicadeza y oficiosamente acarrean la biblia, el copón de oro, los recipientes de agua y vino para utilizar en la consagración. Con la participación de uno de los acólitos, que porta el recipiente, avivan las brazas soltando los granos de los aromatizantes dentro del incensario, donde arden convirtiéndose en humo para la celebración. La joven en su trayecto hacia el altar pasa junto al monarca, quien insistente le observa el rostro, ella agachada en sumisión, cubierta con un manto, que le llega hasta los hombros. Le interrumpe su paso interponiéndose en su camino la detiene, con su  mano, cubierta por un guante de felpa y cargado de anillos en cada dedo, le levanta la cara la ve seducido por su belleza, le permite continuar en su trayecto.    
          El jefe de la guardia real, bajo instrucciones precisas se escurre como incógnito en compañía de secuaces soldados hasta los salones de la sacristía, donde sorprenden a las monjas, en un decir amén, una de ellas es vapuleada junto al acólito y lanzados al suelo, a la vez que la otra es maniatada y envuelta en una cortina... Por la puerta posterior de la capilla dos hombres transportan un bulto que se mueve fuertemente con la intención de liberarse, pero es en vano, como saco de patatas, es lanzado sobre carretón lleno de pacas de heno, que luego es alejada a galope por los disfrazados soldados.
          El acontecimiento que causó alarma no se hizo esperar, los miembros de la iglesia, junto a las monjas se escandalizan por la desaparición de la novicia. Urgen a las autoridades a actuar en estas circunstancias. Es ordenado por el propio Rey, perseguir a los supuestos forajidos autores del secuestro, las proclamas no se hacen esperar, pero la monja ha desaparecido, se la ha tragó la tierra.
          Allá en la distancia, en los bosques de la hondonada donde las arboledas que rodean el antiguo castillo que se muestra en lo alto de una colina, se abre una puerta, un carretón cubierto de heno pasa por el umbral de las rejas metálicas que fortalecen el zaguán, en un callejón que lleva a un caracol de escalinatas, el bulto cargado por los forajidos asciende hasta la cúpula. El aldabón de una puerta se destraba y en una celda oscura, es soltada la prisionera, quien lamentándose de sus golpes y lastimaduras se arrastra hasta un rincón.
           Los días pasan, el único contacto es cuando le llevan un vaso de agua, con un pedazo de pan, nadie le dirige la palabra, ella no comprende lo que le pasa y permanece sumida en sus pensamientos, las heridas le han cicatrizados, pero su fe a pesar de los infortunios le hace permanecer firme con sus creencias. Con la escasa luz que le penetra a través de un agujero en la pared, le da por enterada del día y la noche, aprovechando en periodo de luz se encomienda, inquebrantable se hinca y repasa sus oraciones, pidiendo piedad  o quizás perdón a su Dios.
          Llevada en compañía de dos mucamas fuera de su cautiverio a un salón  de amplios ventanales, con lujo de fuerza es despojada de sus hábitos obligándola a introducirse en una tina de agua tibia, donde sin oponer resistencia recibe un baño con esponjas y sales aromáticas, Acto seguido es cubierta con ropas elegantes de lino, mientras peinan sus cabellos, se sienta en una butaca, las lágrimas de sus ojos recorren sus mejillas al sentirse indefensa en la perdida de sus pudor ante las demás.
          Las damiselas cumplida su labor de embellecimiento la llevan con engaño a través de un pasadizo secreto, hasta la alcoba del monarca, quien la recibe apostado en su cama. Cuando ella se da cuenta las mucamas han desaparecido y la puerta ha sido cerrada por el lado de adentro, intenta volver por donde llegó pero es materialmente imposible, se escurre a uno de los rincones, el maligno Rey se le acerca, la acorrala, ella se resiste al dispone a enfrentarlo, se postra ante sus pies y le suplica piedad….
          En un altar de sacrificios es engrilletada, sobre el signo del Pentagrama invertidos, en cuyas puntas se queman 5 grandes velas. Con una garra del mal es rasgada su vestimenta hasta dejarla completamente desnuda. Aunque lucha por defenderse, sufre de un desmayo, mientras el maligno envuelto en una vestimenta negra con forros rojas se eleva sobre su cuerpo, mostrando su pata de cabro. En el fondo las cortinas negras se sacuden como trueno, mientras él consuma el acto, que dibuja el signo del mal, en el vientre de la joven.

sábado, 21 de septiembre de 2013

EL TUN



          Tun tuntún tun, compases de cuero estirado, atizado con palos en cuya punta sostienen un caucho, vibra en armonía el seco tenor del tambor que invita al regocijo de las ceremonias de los chamanes. El chillido del pito, instilaba en el oído con su sonido peculiar, en labios de los cofrades. El humo del POM, de ascendente estilo, cuyo espíritu se eleva a las inmensidades del cielo, cúpula de arpegio del reino,  donde los dioses del Khan se deleitan de las plegarias humanas.
          La danza se hace santuario, las máscaras reviven en reflejos la vida de los súbditos de la tierra que representan los sacrificios de prisioneros atrapados en la epopeya de la conquista de los reinos débiles. Artes escénicas que evocan espiritualmente las costumbres de un pueblo indiano.
          Fogatas rodeadas de candelas multicolores, que se derriten en cera para la remembranza de las épicas historias de siglos previos, con la hipócrita presencia de unos cuantos que se hacen llamar sacerdotes, idiotizados por el guaro blanco, dando alarde de constante comunicación con las alturas y los dioses.
          El baile de las inditas, cómplices de las sinfonías a ritmo de marimba, se recogen las enaguas, mientras bambolean los cántaros ensartados entre cintura y cadera, sacudiendo con su brazo el chal tejido en hilos de algodón, con maravillosas figuras de espléndidos colores. La sumisión se muestra en sus rostros con la mirada hacia el suelo, mientras los varones con sombrero de palma y ala ancha, les hacen reverencia al arrastrar el borde por el suelo. Los calzones de manta blanca, los caites de hule y las cintas de color rojo encendido, adornan su cintura donde formando un nudo, luego desciende en barbas hasta la pantorrilla.
          El movimiento con saltito, se acomoda al unirse a la pareja donde invitan a verse el rostro, poniendo sus manos en la cintura para doblegarse en ambos lados, ellas, de trenza con una exuberante moña de color hace que al moverse se sacuda de un lado a otro, el giro se hace emocionante con el movimiento de cabeza, con la intención de mantener la atracción de la mirada  con su pareja.
          Soltados los cántaros son depositados en el centro, cada una de las parejas hacen una ronda alrededor de ellos, agachándose se saludan, luego se retiran caminando hacia atrás, se reúnen entre si, se cuchichean, con el agitar de sus manos hacia el cielo, proceden  a correr en fila hasta llegar al encuentro, donde recogen los cántaros y desparecen del escenario.
          El aplauso de la concurrencia se deja escuchar mientras los actores regresan al escenario y saludan a los asistentes, la marimba suena en fanfarrea, festejando el acto.  
          Los cohetes de vara se disparan a lo alto, para romper el silencio de las nubes, los retazos de papel de china se sacuden por el aire y el confeti se adhiere al pino que regado en el suelo es la alfombra que dispersa su aroma a lo largo de la plaza.
          Con la trenza recogida hacia atrás y el pelo apretando en su cabeza, exhiben el chachal de monedas de plata en su pescuezo, la reina hace su presencia en el sitial de honor, acompañada de sus hermanas, luciendo en cubierto de sus huipiles de relucientes tonos rojos, envueltas en cortes predominantemente azul, inician su ceremonial, la danza con  trayecto hasta el altar donde una silla cubierta de exuberantes adornos de flores, rosarios de frutilla y manzanilla engalanan el trono. Las asistentes se acercan ceremonialmente, haciendo un movimiento de saludo de genuflexión, apuntan a colocarle la corona, la ungen como soberana, luego se retiran caminando hacia atrás para no darle la espalda justo cuando se hacen las manifestaciones de alegría y el bullicio de la concurrencia.
          La zarabanda se hace elegante cuando los chamanes y los cofrades se hacen presentes anunciados por el agudo silbido de la chirimía, que resuena de todos los rincones poniendo alerta a las jóvenes dispuestas a danzar al repique de la marimba.
          Las madres oficiosas se colocan por las ventanas para observar el comportamiento de las chicas que por primera vez se asoman a tal celebración, con un movimiento de manos la pareja solicita de la madre el concurso de su hija, quien arrastrada de la mano es llevada a toda prisa al centro de la pista para aprovechar los acordes de la música. La Reina mostrando sus hermosos atuendos, observa en el solar, no ha escogido a su consorte, los caballeros elegantemente vestidos se encuentran a la espera de la señal de la soberana quien a través de sus asistentes pasa la voz, para indicar quien ha sido el seleccionado para tan distinguida tarea de conducirla en el baile. El escogido que pone ruboroso, la toma de la mano y la conduce al sitial de honor, en el centro de la pista,  las parejas se separan formando un círculo, mientras la pareja real se da varias vueltas al sonido del vals, bajo los aplausos de la concurrencia. 
          Tun tuntún tun, son los compases de cuero, que en las afueras del salón se dejan escuchar, es la fiesta popular que hace llegar hasta el salón de actividades donde aguardan la muchachada. Es el baile de los Moros, que con sus trajes multicolores y cargados de pequeños espejos, cabezas envueltas en trapos con máscaras pintadas de rosado unas y otras de color café, prestos circulan en el pórtico de la plaza con machetes en mano, para asustar a los asistentes quienes les hacen una rueda, se aprietan y saltan para esquivan las chispas que produce el roce del metal con el piso. Bailarines con olor a guaro, se dan vueltas con el sonesito del TUN, los caracteres se enfrentan dando vueltas y sobándose por la espalda, donde se empujan mientras muestran sus filosas armas que rascan el suelo.
          Los petardos dan cabida en la plaza done después del danzón de los encapuchados detienen el momento cuando al centro y acompañado de candelas es encendido el mechero de la figura del Torito, quien rodeado de cachinflines y luces de colores se balancea en las orillas de la plaza lanzando sus cornadas hasta el público, que corre para esquivarlo, El fuego de sus costados y los cohetes que revientan a sus pies hace la delicia de chicos y grandes cuando el  sujeto de que lo lleva en sus hombros, corcovea como un verdadero toro.
          En el atrio de la antañona iglesia, se juntan los dos músicos para darle final a una noche de juerga, el tu tuntún tun, suena levemente y mostrando fatiga, así como el pito desafinado de la chirimía, es el espíritu de la feria que decrece y se acaba, dándole la bienvenida al día siguiente y la despedida de la celebración hasta el año siguiente.

PRINCESA MAYA



          La princesa es ungida junto a su séquito y se dirigen en flamante procesión hasta el centro de la plaza, donde celebran la fiesta de la coronación. Cubierta de ajuares hermosos, es el centro de la atención, la que los caballeros prodigan toda clase de loores, con el fin de obtener una oportunidad de ser tomados en cuenta para posarse a su lado para resguardarla, su alta jerarquía la ciega y luego no se inmuta, ni acepta proposiciones, en medio de tal circunstancia el baile no se ve interrumpido, pues la soberana en espera el advenimiento de su príncipe, el designado por los dioses como consorte. La música revienta en acordes de felicidad pero las pistas se encuentran solitarias, las parejas de cortesanos y los jóvenes guerreros adulan y protegen a las damiselas que asisten a tan esperado evento.
          Tras una nube de los inciensos, revienta en el firmamento la presencia de un caudillo, ungido de jade, que desciende entre nubes de las alturas hasta el lugar del convivio. Adornado con su penacho de plumas de quetzal, hace presencia ante los mortales a quienes deslumbra con su prestancia. Avanza gallardamente hasta el pináculo, allí le hace encuentro y coloca sus manos en el rostro de la dama la reina, quien al verle se sorprende en tan milagroso reunión, cae de rodillas ante su señor,  quien la envuelve en un largo lienzo de lino y la conduce entre sus brazos, la magia se concreta cuando juntos ascienden como la espuma, entre vítores y oraciones de los súbditos. Se eleva hasta los confines de las altas tierras de sus ancestros, donde el hogar de los dioses se transforma en un espejismo de sabiduría y bienestar.
          Allá en las alturas de los montes, residencia de los dioses, en el paraíso de los celajes donde los loros hacen sus nidos, donde los venados muestran su señorío pastando en los campos, ante un paisaje maravilloso, los cientos de pajarillos con collares de pétalos se dedican a arrullar a la reina en sus aposentos en la cumbre de una pirámide, cuyo balcón despide la primavera para bendecir a sus súbditos de la tierra.
          Las lluvias seguidas de las cosechas abundantes, son el regalo que han recibido a cambio de la doncella, cuyo sacrificio entona en melodías el sagrado ímpetu, la tradición y no de muerte que hace el progreso y supervivencia de su comunidad, dioses y plebeyos que en simbiosis se amalgaman para restaurar una tradición, concretada en inscripciones y jeroglíficos de las ciudades ancestrales.
          El sol (kinich Ahau), es el poder y la fortaleza de estos símbolos, que producen el milagro de la agricultura, el de las prósperas cosechas, de los celestes años de virtud y prosperidad, que a lo largo de los siglos significan un reino de Paz.
          Las tierras del sur, donde se encontraba el reino de los dioses buenos. En el nido, asiento de la serpiente alada y las gigantescas cuevas de los  jaguares, parte de la mitología de los habitantes de estas tierras de paradisíacos paisajes. Aquí se reciben a través del olor del pom las peticiones y oraciones de los súbditos hombres, que piden su perfección en las artes de la arquitectura, las habilidades de la orfebrería y la sapiencia heredada de sus ancestros, en el conocimiento de las estrellas.
          Tras los gigantescos desfiladeros, de los impenetrables bosques, la tierra se encontraba dividida, en las planicies áridas del norte donde habitaban las legiones de sanguinarios guerreros que vivían de la conquista y la fuerza. Los del norte, desterrados guerreros que practicaban la maldad a través de la  muerte, poderosos habitantes de los asentamientos por arriba de la península de Yucatán, dedicados a conquistar, destruir, saciaban su odio matando a sus vecinos, robando sus doncellas y extinguiendo todas las fuentes de cultura, usurpaban sus templos y ciudades, convirtiéndolos en antros de maldad.
          Maestros en los sacrificios humanos, su subsistencia la basaban en el robo de las cosechas y sometimiento a  trabajos forzados a los prisioneros, todos hechos esclavos durante sus crueles batallas, maléficas reyertas.
          Los sumisos sacerdotes del sur, cuyos conocimientos iban mas allá de las artes, se prodigan en el establecimiento de la paz, creando además de templos imponentes la creación de códices que llevan sus mensajes para la posteridad.
          Las estrategias de subsistencia se basaron en la inteligencia del soberano Yukno-om, quien por sumisión después de haber sufrido sitio de varios años, rinde su reino y su palacio, aceptando el matrimonio de su hija la segunda mujer notable con el conquistador k´inich yook, que luego trae a la descendencia que provoca el declive del poder de los reinos de Calakmul, al convertirse en un pueblo efímero tras la mezcla con los invasores.
          Descendiente de estos guerreros negros de las tierras altas del norte. Poderosos comandantes de las tribus de las serpientes aladas y los buitres, eran jefes de hordas de monstruosos soldados que practicaban el canibalismo y los sacrificios humanos, en los altares de piedra, donde extraían en vida el corazón de los caciques que representaban a los nobles pueblos dedicados a las artes y el estudio.
          Pueblos jóvenes que permanecían en cautiverio signo de esclavitud que eran pisoteados por no practicar los cánones de la guerra, que se convertían en pagadores de impuestos y adoradores de los dioses del inframundo.
          Con la caída de estos reinos se viene la época del renacimiento guiados por los dioses, quienes ungen la tercera mujer notable que se ve favorecida por las plagas que hacen sucumbir a los descendientes de los guerreros negros, provocando un período de reconstrucción y florecimiento de los pueblos que en secreto había mantenido las artes. El nacimiento de los sacerdotes que iluminaron el calendario y el resurgimiento de los hijos de los dioses.
          El advenimiento del Sitio llamado “La Corona, de donde surge las nuevas princesas hijas de la elegida y del caudillo semidios, la primera y la protegida por la fuerza del Gran Jaguar, la segunda cuya fuerza da origen a la alianza con el príncipe, también descendiente, del poderoso Jasaw Chan K´wiil, con quien vence la maldad dando origen a Tikal, como el nuevo imperio.
          En el cielo se regocijan los iluminados, cuando florecen las grandes capitales del reino de la paz, encabezados por el complejo del Mirador y bajo el poder de la Hermosa Tikal.

EL COFRECITO



          Después de una incesante lluvia con relámpagos, la noche se relajó desplazando en su humedad las cornisas que goteaban los resabios de la tormenta, la noche particularmente fría, se arremetía con ráfagas de viento que silbaban en los tejados.
          Me fui a la cama después de comerme unas tortillas embadurnadas de frijol y un sorbo de café, corolario de una tarde pegada a los libros, estudiando meticulosamente para los exámenes de fin de curso del instituto. A pesar de haberme recluido por cansancio me encontraba irritado por lo que no pude conciliar el sueño, di no se cuantas vueltas hasta hacer un molote las chamarras, me levanté en plena oscuridad extendí las colchas, me acosté nuevamente boca arriba cubriéndome hasta la nariz, estaba intranquilo, no se si por lo helado del ambiente, pero en fin compuse mi almohada tratando de dormirme cerrando los ojos.
          Pasaron los minutos y el zumbido de un zancudo me mantuvo alerta, hice algunos intentos de capturarlo pero no fue posible, por lo que desistí cubriéndome hasta la cabeza con la sábana, hasta que deje de escucharlo. Me di media vuelta, estiré mis piernas buscando el mejor acomodo para reposar, un presentimiento recorrió como calofrío por mi cuerpo y la desagradable sensación de que alguien se había posado a los pies de mi cama, discurrí la chamarra para observar, pero no vi absolutamente nada, solo era la sensación del peso sobre el colchón que se acompañaba de una respiración gruesa, con suspiros de lamento. Instintivamente encogí las canillas y me acerqué al rincón, sentado me coloque una de las almohadas como escudo, tratando de adivinar lo que me estaba sucediendo.
          Me santigüé como mil veces, hasta las oraciones que había aprendido de chiris se me fueron en blanco por el miedo, la verdad no sabía que hacer, estaba como paralizado y las ideas se me hacían humo al no poder darme explicación del fenómeno que me ocurría.
          El corazón me palpitaba muy rápido, las muestras de sudor circundaban mi cabeza, me encontraba mudo, sin el más mínimo reflejo para intentar levantarme de un brinco, que me alejara de esta percepción.
          La sensación de peso sobre la cama cedió y una ráfaga de viento me golpeó la cara, lo que me hizo relajarme devolviéndome el movimiento, salté de la cama y previo a la apertura de la puerta del cuarto, me detuve un instante, abrí con cierto nerviosismo, tomé un cabo de candela lo encendí y me hice de valor para buscar el cuarto de baño.
          Volví a mi habitación mas relajado, la vejiga me había dado la sensación de urgencia y el pánico me había producido eliminación menos mal que de gases, retome mi posición dentro de la cama, cubierto hasta la coronilla, amanecí titiritando agazapado en el rincón de mi lecho.
          La mañana siguiente amanecí amodorrado, con sendos cheles en los ojos, apenas había podido cerrarlos en un lapso de la madrugada, tomé una taza de café, el consabido bocado de pan, con unos libros bajo el brazo y me dirigí hacia la escuela, varias veces se me llamó la atención porque el sueño me hacía presa en las aburridas clases. El recreo pasó de largo, tan solo me acerque para recibir el posillo de atol, hice caso omiso de la invitación de mis compañeros a participar en la chamusca del fut, preferí irme a sentar a la par de la pilona donde cuando me apretaba la modorra me salpicaba con el agua para mantenerme alerta.
          Ni bien habían tocado la campana para formar en la salida y me di un par de estirones para desperezarme, la fila india dio salida hacia el portón de la escuela, iba tan ensimismado que no me di cuenta la maestra me agarró por la parte de atrás de la camisa y me regresó hasta la entrada del aula. Mas que de susto, pero se dio a la tarea de preguntarme si estaba con algún problema, o mas bien que era lo que estaba pasado dentro de mi cabeza por la actitud que había presentado durante la clase. No le dije nada, preferí guardar el secreto, siempre pensando que iba servir de hazme reír de los compañeros si contaba mi experiencia, sacudiéndome un poco, le di la espalda a la seño y me di a la carrera de regreso a mi casa. En el trayecto pensé que talvez era un tonto por no haberle manifestado mi experiencia a la profesora, a lo mejor ella me podía aconsejar, pero bueno, yo era machito y no iba a aceptar que me había cantado del miedo.
Llegue a la casa y fui directo hasta mi cuarto, me tiré sobre la cama, quedándome profundamente dormido, creo que la abuela llegó hasta mi lecho y me insistió sino iba a ingerir alimentos, pero estaba tan cansado que no le puse atención. La santa viejita me quitó los zapatos y me colocó una sábana encima.
Al filo de la media noche desperté, me restregué los ojos con la manga de la camisa, me levanté y dirigiéndome hasta la cocina, agarré un vaso y me serví agua, del cántaro que se encontraba en el filtro de piedra. Estuve de regreso en el cuarto donde me quite la ropa, dejándola tirada en el suelo y me dí una zambullida entre las chamarras.
          El bullicio de los animales, los rayos del sol me dieron los buenos días, en la silla a la par de mi catre, encontré doblada mi ropa a los pies estaba mi par de zapatos, bien lustrados. Me dio extrañeza, pero rápido le eché el muerto a la abuela que siempre se acercaba hasta mi habitación a ponerme las cosas en orden.
A ella la encontré como de costumbre en la cocina, con su delantal de bolitas, preparando el desayuno.
--- Oye Francisco, como que anoche dormiste como piedra, tan solo te escuché que te levantaste a tomar agua. Verdad? ---
          Asentí con la cabeza, sin mayores explicaciones me retiré, con un adiós sacudiendo la mano. El día se presentó diferente, participe alerta en todas mis actividades y acompañé a mis amigos a la chamusca, al regreso al salón de clase la maestra me salió al paso y me felicitó por mi comportamiento del día, hasta me premió con una carita alegre en mi trabajo en clase.
          Al regreso en casa estaba la abuela sentada en su mecedora con un tejido de lana en las manos y sus anteojos a media nariz, quizás estaba cabeceando, pero advirtió de mi presencia, me detuve frente  ella y le pregunte sobre el episodio de la ropa que había dejado tirada, me contestó que había llegado hasta mi habitación temprano en la mañana cuando aun dormía, pero que la ropa estaba doblada sobre la silla y los zapatos estaban lustrados. Terminé por contarle la experiencia de la noche hace tres días, la viejita en lugar de alarmarse se sonrió y me indicó.
--- Sabes una cosa esas cosas ha veces pasan, en esta casa se han visto cosas extrañas, pero mientras no tengas miedo pues podes confiar que es un espíritu de bien…., lo que hay que tener es coraje para enfrentarlos y preguntarles de quien se trata.---
Mas que confundido me fui a mi habitación, terminé algunos deberes de la escuela y dispuse después de apagar el quinqué, a recostarme sobre la almohada. Pasadas las horas, no se si estaba dormido, me senté en la cama y una dama de vestido blanco con cuello alto, de dulce rostro se sentó junto a mi, una sonrisa dibujaba su cara.
--- Panchito --- me dijo --- te he estado visitando estos día, mi objetivo es que no me olvides, hace 11 años cuando naciste, en esta misma casa sufrí un accidente en el parto, la sangre me inundó y se me escapó la vida mientras te daba a luz a ti, ahora que ya va ser tu cumpleaños quiero pedirte que me visites y me lleves unas flores allá a mi tumba del cementerio.---continuó. --- Tu nunca me conociste pues pasé a mejor vida en tu nacimiento. Sigue mi consejo, en la mañana le dirás a tu abuela que dentro del cajón del ropero, hay un cofrecito de madera, dentro de él hay un papel doblado en cuatro, allí se encuentra lo que tanto han buscado todos estos años…
--- Mamá… Mamá, que linda eres, nunca pensé poder verte y conocerte… quédate conmigo…
          El chico al abrir sus ojos se lleno de asombro, no había nadie. Habrá sido un sueño, una visión, un mensaje, cruzó sus brazos detrás de la cabeza y se tumbó nuevamente sobre la cama.
          Lo primero al despertar por la mañana fue en búsqueda de la abuela, que por variar se encontraba en sus labores en la cocina, sin mayores explicaciones, se le tiró sobre el regazo abrazándola le indicó.
---Abuela, dime una cosa, como es que era mi madre?---
Ella se quedó sorprendida por la petición.
---Pues, ella era una santa.---luego dijo.--- porque la pregunta?---
--- Ella le dejó un mensaje…hágame un favor, busque en el cajón del ropero, allí hay un cofrecito de madera, dentro de él hay un papel doblado en cuatro, sáquelo y me enseña que hay escrito allí.---
          La anciana se dirigió hasta el ropero, abrió el cajón del centro y revolvió el contenido hasta que dio con el cofre, sacó el papel que había sufrido los embates del tiempo y el ataque de las polillas, se coloco sus gafas mientras lo extendió. Sorprendida por la lectura:
--- Esto es lo que hemos buscado por mucho tiempo --- dijo --- ahora ya sabemos quien es el fulano que embarazó a tu madre.---
--- Mamá se me presentó anoche, diciéndome donde buscar el secreto de mi existencia---
--- Ahora ya vas a saber quien fue el bandido de tu padre…!