jueves, 31 de octubre de 2013

DEL OTOÑO AL VERANO

OTOÑO

          Las hojas se desparraman bulliciosas, luego que las ráfagas de viento se recorren desde el norte, acarreando el frío que desciende desde las cordilleras, hasta los verdes campos, las nubes corren por la cima, que pronto se disipan que dejan pasar a través del azul del cielo, la pronta llegada de los vientos.
          Los hermosos celajes que se dibujan a la distancia con sus múltiples tonos de naranja, pinceladas amarradas en los picos de los volcanes que enseñan los rayos del sol cuando se asoman luminosos y se dejan caer sobre  las alargadas copas de los árboles, sumergidas en medio de las montañas.
          Las aves se aglomeran en los cielos en su franca huida hacia el sur, para guarecerse de la llegada del clima, buscando el calor de las lagunetas de flores para reposar, en búsqueda de playas de blanca espuma que arremeten en las arenas de las cálidas aguas del inmenso mar 
          El baile de los pijijes que se sumergen en los sanjones, se pasean por las orillas de los arrozales o en sus aterrizajes forzosos, junto a las piedras de los riachuelos que recorren lentamente, por los serpenteantes caminos, que silban junto a los pericos que hacen sus piruetas en los bosques cuando en sus gritos se arremolinan en las altas ramas para ver la tenue desaparición, del astro en las profundidades del océano.

INVIERNO.
         
          El ocaso que nos lleva a la deslumbrante Estrella del norte, que señala la llegada de época mas fría, el fin de año del hemisferio norte, donde las auroras boreales danzan uniformes a la distancia y los flecos de algodón se despenican sobre las laderas de los campos, sembrando una alfombra de nieve de blanco matiz, que da exquisitas formas cuando se sostienen en las ramas de los deshojados árboles.
          Los animalitos se dedican a pernoctar el invierno, en sus madrigueras, donde con reservas alimenticias se preparan a esperar el cambio de los fríos vientos, al deshielo y el despertar de las hojas verdes y las flores de primera mudada. Cuando las aguas se tornan en corrientes y estas en ríos, soñolientos aparecen en las cuevas con el cuidado de no ser víctimas de los depredadores que han sobrevivido a las heladas.

PRIMAVERA.
         
          Las pequeñas florecillas se desperezan en las ramas de los arbustos, que luego de brotar en hojas, sudan en agua de rocío, mostrando el inicio del cálido ciclo de belleza
          Los hermosos trinos de los jilgueros que repasan dentro de los troncos de los abedules sus canciones, armónicas tonadas que levantan al cielo la bienvenida del renacimiento de la vida, que se engalana con la Primavera,  El deseo imperante que los hace impulsarse hacia el norte en su eterna caravana de sobrevivencia.
          Los machos trotan a las hembras que en manadas se dispersan por los verdes campos de pasto, incitando a su coqueteos al apareamiento. En las copas de los encinos se muestran las atalayas de los nidos que calientan la camada de huevos de múltiples colores y tamaños que reventarán al mediado de la época cálida.
          Los manantiales de límpida frescura, recorren pacientemente los brocales y los caminitos de las cascadas, que repiten en eco en los goterones que hacen reverdecer los desfiladeros, que se hacen más grandes al someterse al golpe de las rocas que los llevan de la mano a las pozas de azules aguas que desembocan en los ríos.
          Las garzas pelonas se brincan de cabeza en pie del ganado que pasta inconciente en los zacatales, haciéndoles la limpieza de orejas y lomo. Los pájaros con fama de pescadores se lanzan del trampolín en búsqueda de algún pececito que se anima a salir a ver que pasa en las afueras del estanque.
          Las lagunetas permanecen estáticas, cuando las fuentes del preciado líquido se reducen de sus nacimientos y los zancudos proliferan molestosos encima de las lechugas de agua. Es el encuentro con el equinoccio, los rayos del sol se acercan y se hacen candentes. Las plantas sudorosas empiezan a sufrir el desecado del ambiente.

VERANO.

          Los achaques de la temperatura, seca los pasos, que de lodazales se tornan bodoques de tierra dura. Los butes que se encontraban aislados en los charcos que se quedaron sin salida, sufren de transformación. La cáscara de los sauces se cae en trozos de madera seca. Las manchas de animales permanecen en los vados de los ríos, con el fin de mantener reservas de agua para sobrevivir con sus crías.
          Las cúpulas de sombra de los copetes de los bosques permanecen de resguardo de las la vida silvestre, que en poco movimiento y protegidos para salvarse de tórridos climas de la temporada.
          Los saltamontes desfilan en los áridos caminos de tierra, calcinados por el sol, en espera de los cantos, los gritos de las chicharras que hacen toda clase de sinfonías para llamar la tan ansiada lluvia. Las polvaredas se hacen constantes cuando los terrones de arrecifes de tierra colorada, se arremolinan para depositarse en polvo en las escasas hojas sobrevivientes que señalan lo seco del ambiente.
          Los campos hechos de pinceladas de color café, sufren de desesperación, aun cuando los matutinos rocíos, apenas mantienen lo verde de sus hojas, durante las madrugadas.
          Las primeros goterones de la época de lluvia, desaparecen inmediatamente tocan el suelo, es tanta la sed de la tierra que apenas consiguen llegar a convertirse en vapor en su trayecto hasta la superficie.
          Truenos y relámpagos que se nutren de nubarrones negros se anuncian en el horizonte, acicalados por los vientos que los conduce de principio a las montañas donde botan su carga de vida, humedeciendo el ambiente que reverdece los campos y cultivos.


      


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