Las
hojas se desparraman bulliciosas, luego que las ráfagas de viento se recorren
desde el norte, acarreando el frío que desciende desde las cordilleras, hasta
los verdes campos, las nubes corren por la cima, que pronto se disipan que dejan
pasar a través del azul del cielo, la pronta llegada de los vientos.
Los
hermosos celajes que se dibujan a la distancia con sus múltiples tonos de
naranja, pinceladas amarradas en los picos de los volcanes que enseñan los
rayos del sol cuando se asoman luminosos y se dejan caer sobre las alargadas copas de los árboles,
sumergidas en medio de las montañas.
Las
aves se aglomeran en los cielos en su franca huida hacia el sur, para guarecerse
de la llegada del clima, buscando el calor de las lagunetas de flores para
reposar, en búsqueda de playas de blanca espuma que arremeten en las arenas de
las cálidas aguas del inmenso mar
El
baile de los pijijes que se sumergen en los sanjones, se pasean por las orillas
de los arrozales o en sus aterrizajes forzosos, junto a las piedras de los
riachuelos que recorren lentamente, por los serpenteantes caminos, que silban
junto a los pericos que hacen sus piruetas en los bosques cuando en sus gritos
se arremolinan en las altas ramas para ver la tenue desaparición, del astro en
las profundidades del océano.
INVIERNO.
El
ocaso que nos lleva a la deslumbrante Estrella del norte, que señala la llegada
de época mas fría, el fin de año del hemisferio norte, donde las auroras
boreales danzan uniformes a la distancia y los flecos de algodón se despenican
sobre las laderas de los campos, sembrando una alfombra de nieve de blanco
matiz, que da exquisitas formas cuando se sostienen en las ramas de los
deshojados árboles.
Los
animalitos se dedican a pernoctar el invierno, en sus madrigueras, donde con
reservas alimenticias se preparan a esperar el cambio de los fríos vientos, al
deshielo y el despertar de las hojas verdes y las flores de primera mudada.
Cuando las aguas se tornan en corrientes y estas en ríos, soñolientos aparecen
en las cuevas con el cuidado de no ser víctimas de los depredadores que han
sobrevivido a las heladas.
PRIMAVERA.
Las
pequeñas florecillas se desperezan en las ramas de los arbustos, que luego de
brotar en hojas, sudan en agua de rocío, mostrando el inicio del cálido ciclo
de belleza
Los
hermosos trinos de los jilgueros que repasan dentro de los troncos de los
abedules sus canciones, armónicas tonadas que levantan al cielo la bienvenida
del renacimiento de la vida, que se engalana con la Primavera, El deseo imperante que los hace impulsarse
hacia el norte en su eterna caravana de sobrevivencia.
Los
machos trotan a las hembras que en manadas se dispersan por los verdes campos
de pasto, incitando a su coqueteos al apareamiento. En las copas de los encinos
se muestran las atalayas de los nidos que calientan la camada de huevos de múltiples
colores y tamaños que reventarán al mediado de la época cálida.
Los
manantiales de límpida frescura, recorren pacientemente los brocales y los
caminitos de las cascadas, que repiten en eco en los goterones que hacen
reverdecer los desfiladeros, que se hacen más grandes al someterse al golpe de
las rocas que los llevan de la mano a las pozas de azules aguas que desembocan
en los ríos.
Las
garzas pelonas se brincan de cabeza en pie del ganado que pasta inconciente en
los zacatales, haciéndoles la limpieza de orejas y lomo. Los pájaros con fama
de pescadores se lanzan del trampolín en búsqueda de algún pececito que se
anima a salir a ver que pasa en las afueras del estanque.
Las
lagunetas permanecen estáticas, cuando las fuentes del preciado líquido se
reducen de sus nacimientos y los zancudos proliferan molestosos encima de las
lechugas de agua. Es el encuentro con el equinoccio, los rayos del sol se
acercan y se hacen candentes. Las plantas sudorosas empiezan a sufrir el
desecado del ambiente.
VERANO.
Los
achaques de la temperatura, seca los pasos, que de lodazales se tornan bodoques
de tierra dura. Los butes que se encontraban aislados en los charcos que se quedaron
sin salida, sufren de transformación. La cáscara de los sauces se cae en trozos
de madera seca. Las manchas de animales permanecen en los vados de los ríos,
con el fin de mantener reservas de agua para sobrevivir con sus crías.
Las
cúpulas de sombra de los copetes de los bosques permanecen de resguardo de las
la vida silvestre, que en poco movimiento y protegidos para salvarse de
tórridos climas de la temporada.
Los
saltamontes desfilan en los áridos caminos de tierra, calcinados por el sol, en
espera de los cantos, los gritos de las chicharras que hacen toda clase de
sinfonías para llamar la tan ansiada lluvia. Las polvaredas se hacen constantes
cuando los terrones de arrecifes de tierra colorada, se arremolinan para
depositarse en polvo en las escasas hojas sobrevivientes que señalan lo seco
del ambiente.
Los
campos hechos de pinceladas de color café, sufren de desesperación, aun cuando
los matutinos rocíos, apenas mantienen lo verde de sus hojas, durante las
madrugadas.
Las
primeros goterones de la época de lluvia, desaparecen inmediatamente tocan el
suelo, es tanta la sed de la tierra que apenas consiguen llegar a convertirse
en vapor en su trayecto hasta la superficie.
Truenos
y relámpagos que se nutren de nubarrones negros se anuncian en el horizonte,
acicalados por los vientos que los conduce de principio a las montañas donde
botan su carga de vida, humedeciendo el ambiente que reverdece los campos y
cultivos.
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