martes, 14 de enero de 2014

LA CARTA



          Abrí la puerta de la casa para entrar. Me sacudía el frío de la calle era uno de esos días de diciembre que le hacen tiritar hasta las orejas, después de mi ingresar coloqué mi abrigo y la bufanda de cuadritos sobre uno de los muebles de la sala. Casi por reflejo husmeé dentro del cajón de madera del buzón, allí encontré además de facturas, recibos y panfletos de comida rápida, un sobre tamaño oficio, con una grapa en uno de sus bordes, en cuya etiqueta mostraba mi nombre escrito elegantemente a mano, con letra cursiva con tinta de canutero.
          La observé fijamente y aunque la curiosidad me envolvía, me manifesté con cierto temor, por lo que no me decidí en destaparla en ese momento. Quien podría ser?
          Las bajas temperaturas pronosticadas en la radio me hicieron que me acurrucar junto a la chimenea, coloqué varios leños, prendí la fogata, una vez que las llamas se hicieron presentes, arrimé uno de los sillones y me recosté frente al cálido espectáculo dedicándome a pensar, a meditar quizás.
          Ese día había llegado temprano del trabajo, mi familia entera había salido de compras, era la época de visitar centros comerciales y tantas cosas bellas que se exponen en los lugares públicos era el fin de año donde se disfruta de todo lo relacionado con la navidad. Los árboles cargados de bombas, luces y nieve artificial, que le dan un esplendor especial a las calles que retumban en caminantes que visitan las atractivas vitrinas.
          El pisa papeles me ayudó a cortar el borde superior de la misiva, incursioné con mis dedos hasta obtener la copia, era como un cromo, una fotografía, no se si del pasado o el futuro. Entonces, me vi transportado en un santiamén al escenario  que allí se mostraba.
          Era una mesa, bellamente adornada, cubierta de muchas luces, viandas y platillos de la época navideña, en desnudo un pavo que mostraba sus muslos y su amplia doble pechuga, con verduras hechas trozos a su alrededor, acompañado de varias hojas de lechuga. Una cubeta que sudaba en frío, con varias botellas del champagne, que cubiertos con servilletas blancas de lino, invitaban a ser degustados en el instante, las ocho copas estilizadas de cristal de Murano brillaban, eran tornasol de varios centímetros de alto, ávidas de recibir el espumante líquido. El lechón que mostraba una manzana en sus dientes, de piel dorada por el efecto del horneado, cuyos lomos reflejaban la exquisitez de un relleno de chuparse los dedos.
          Las ensaladas en las esquinas que rebalsaban sus aditamentos, pintados de la mayonesa y adornados con los pimientos rojos y verdes, el batidor del ponche de leche, bebida de la abuela, que en algún tiempo fue la delicia de los patojos, humeaba en la otra esquina, un cucharón de plata nadaba en el caldo de chunto en su interior.
          En la cabecera de la mesa me encontraba plácidamente sentado, con una copa de coñac en la palma de mi mano, entre los dedos índice y medio para darle el calor necesario mientras lo bamboleaba. Pero a pesar de toda la majestad y folclor que representaba el resto de las sillas con respaldos de franela con dibujos de navidad, se encontraban vacías, el sonido armonioso de los villancicos se extinguía en el aire y se tornaba en un ambiente de tristeza y soledad.
          Levanté mi copa y a pesar de que no había nadie, tomé la palabra, esta se ahogó junto al licor, estaba íngrimo, las ausencias me habían ganado. Caí reclinado encima del mantel bordado junto a la congoja de mi sueño de soledad.
          Las imágenes del pasado se hicieron a la vista, todos y cada uno de los miembros de familia incursionaron de la mano de los ángeles del cielo, para ser copartícipes del ágape. Cada uno de los sitios de honor fue ocupado por los hijos y en la cabecera del frente se apostó, frente a mí, la mujer de mi vida. Ahora si tenía sentido mi revelación     
          El dejabú, me transportó a un lugar en el pasado donde de manos de un papel de reflexiones del año nos conducían a ir en busca de una convivencia de paz y tranquilidad. De perdonar y ser perdonado.
          Después de un prolongado suspiro, volví a mi estado de reposo junto a la chimenea, la hoguera permanecía encendida y las brazas se multiplicaban con soplidos y humo
          El sueño  me hizo presa en una segunda ocasión. El escenario era el mismo, solo que en esta ocasión la silla de la cabecera estaba vacía, el grupo familiar departía alegremente con ricas viandas y exquisitos licores. El estridente ruido de la música moderna confundía el oído La cohetería se asomaba por la ventana haciéndose presente al evocar las doce, cientos de luces iluminaban el cielo mientras las columnas de humo penetraban por todos los rincones. La chiquillada enardecida buscaba en el rincón bajo el árbol de pino, la ilusión, su mentalidad los regalos, los confetis volaban por la habitación y las serpentinas se hacían un colocho cuando surcando por los aires se golpeaban en las paredes.
          De la mano de la abuela surcó un ángel el espacio, que hizo llamar la atención de la concurrencia, el mensaje en un pergamino se presentó, tras la llamada de atención del espíritu.
--- Es el mensaje del abuelo!---dijo el ángel
--- Si, es la tradicional llamada de atención, quizás un jalón de orejas, el mensaje, el consejo--- indicó la abuela.
          El ángel insistió: HOY OLVIDAMOS LAS ORACIONES DE ACCION DE GRACIAS.
          Todos entraron en un profundo silencio y se fueron acomodando alrededor de la mesa. Juntaron sus manos en señal de penitencia, agacharon sus rostros, para decir.
---“¡AMEN…!”
--- Si esas son las palabras y reflexiones que PAPALITO, siempre nos inculcaba--- dijo el nieto mas pequeño--- y  en verdad que como nos hace falta.---
--- Si asintieron el resto de los muchachos…

          Acomodado en el sillón, quizás me quedé dormido, hasta que el bullicio de la muchachada, me hizo despertar, me di un estirón, despabilándome me restregué los ojos, por debajo de los anteojos. Allí estaban mis nietos, mis nietas, haciéndome la corte, frente a mi, rodeando a la abuela YAYA.
--- durmiendo tan temprano --- me dijo.
---Un sueño que me ha hecho meditar. Recibí esta carta yeso me dio en que pensar   ---
          La misiva estaba en mis manos entre abierta, introduje nuevamente mis dedos, hasta obtener la cartulina, curiosamente todos los chicos se acercaron cuando desplegué la tarjeta, en la portada con grandes letras color dorado decía. “Felices Fiestas de Navidad, Pletóricas de Bendiciones”.
         
          En la parte interior de la cartulina decía. Remitente:   “JESUS ”

No hay comentarios:

Publicar un comentario