viernes, 4 de abril de 2014

BEISBOL EN FAMILIA



          En el final de la avenida una camioneta hace su recorrido y se instala en uno de los espacios de estacionamiento en las orillas del parque de pelota, la puerta corrediza se escurre y de ella saltan dos jóvenes peloteros, lucen sus elegantes uniformes de la selección nacional de Guatemala, sacan sus maletines y la indumentaria, propia de su deporte, el mas grande con un par de zapatos en la mano y halando su batera, mientras el mediano con guante de catcher en mano se dirigen hacia la entrada del campo, mas atrás los padres, junto a la hermana pequeña, la coqueta de ojos grandes que rebosa de felicidad y alegría.
          El hermano pequeño ha salido a toda máquina hasta posarse frente a la tribuna donde localiza a un par de viejos que cubiertos con bufanda y chamarra se encuentran sentados en una de las bancas del centro, se saludan de lejos, acercándose para completar el grupo, él se sienta a la par de su abuela. De un salto llega la niña quien cariñosamente les saludo y luego se pierde en la platea donde junto a otros adolescentes preparan la bulliciosa porra.
          La algarabía es grande, ese día era especial nos encontrábamos reunidos para disfrutar el partido de la  final del campeonato centroamericano de pelota juvenil. El estadio se encontraba radiante con un buen número de público, que portaban banderas,  camisa azul y blanco. Pitos, panderetas, redoblantes y matracas, para mostrar apoyo al equipo nacional.
          Los 18 jugadores y sus respectivos entrenadores ya dispuestos en el campo en plenas labores de calentamiento, esperando los actos protocolarios y las actividades previas al partido. La televisión se había hecho presente para darle difusión al deporte de los batazos.
          Uno a uno fueron pasando los peloteros a colocarse en la línea del diamante después de haber escuchado sus nombres en las bocinas de los altoparlantes, todo seguido a una hurra, aplausos que llegaban hasta el corazón de los defensores de los colores nacionales, allí estaban los muchachos que se habían fajado durante muchos entrenamientos y en los juegos previos, que le habían dado la oportunidad de estar en esa final.
          Con el público de pie se escucharon los himnos de los contendientes, mas el de Guatemala fervorosamente fue cantado y aplaudido, por una gran mayoría de los asistentes. Quizás un tanto nerviosos pero con la firme esperanza de triunfar saltó la novena nacional al terreno, a sus respectivos calentamientos, en espera al tan ansiado PLAY BALL.  Las porras locales no se hicieron esperar, retumbaban en el fondo de los jardines el bullanguero apoyo a los jóvenes.
Detrás de corear los Strikes y jugadas a favor del equipo chapín, sonaban los batazos que volaban en todas direcciones sobre el tapete de verde grama que parecía una mesa de billar. Las jugadas se producía y eran vitoreadas tanto por propios como por extraños, con la certeza que los peloteros ponían su máximo empeño en sacar bien la tarea.
          El juego transcurrió entre vítores y desaprobación de alguna parte del público, pero las hazañas de jugadores eran siempre un espectáculo digno de apoyar, el tiempo se hacía corto, y los hits precedidos de carreras marcaban la pizarra, el juego había sido cerrado y con una garra de ambos equipos que el resultado podría inclinarse para cualquiera de las dos novenas.
          El marcador reflejaba un cerrado empate a tres carreras,  en el transcurso de la parte baja de la novena entrada, el equipo Pinolero había sacado a su mejor relevista, el cerrador, que según decían las malas lenguas jamás había perdido un partido de esa categoría. El manager de la novena nacional se reunió con su equipo y cuerpo técnico, incitándoles a poner su mejor empeño.
Lo que permitía tomar turno, al joven y tercer bate del equipo de Guatemala, él uno de los mejores jugadores, junto a su hermano el catcher promesa del país y futuras estrellas con visión para Grandes ligas.
          El pelotero tomo su bate, hizo un par de swings con la dona de metal y se dirigió a la caja de bateo, con cuerpo y estatura adecuada se acomodo en el plato.
--- Strike......--- grito el  Umpire principal por el primer lanzamiento.
          Tras dar un par de vueltas en el montículo, el pitcher se montó en el plato, observó las señas y lanzó
--- Strike dos --- un lanzamiento un poco arriba de las letras.                            Por lo que el muchacho le cruzo una mirada al juez, como indicándole que había equivocado se salió del cajón donde tomó varias respiraciones. Hizo su mejor relajamiento y se colocó frente al pentágono. Un tercer lanzamiento salió de los dedos del pitcher, rumbo al home, en ese momento el público enmudeció, el silencio de todo el estadio se hizo evidente la pelota viajaba y parecía que su trayecto era a  cámara lenta y que nunca llegaba a su destino, parecía haberse frisado la imagen. El sólido sonido del choque del madero en contra de la redonda de cuero, nos lleva a un final feliz de su travesía. La historia se  vuelve buena, porque el vuelo de la pelota después del encontronazo, reventó en un grito de júbilo la blanca con costuras de cuero con el madero se dejo escuchar en medio del silencio.
-------  Se va, Se va, se, va.... y se fue.
--- Como un grito de victoria fue recordado
El famoso comentarista Abdon Rodríguez, creador del Ave María Purísima y tantas expresiones famosas en la pelota chica  TE FUISTE MARCELINA.--- Y la pelota se fue.---
--- Yo si le voy, le voy a mi Guate…--- coreaban las porras que de pie y brazos levantados aplaudiendo al campeón
          Guatemala había ganado.
Los cohetillos, los hurras, la algarabía  dio el estruendo final del comité de recepción que se hizo presente en el plato mientras el héroe cruzaba el plato, donde le esperaba su hermano el catcher para compartir su heroísmo y abrazarlo.
Toda la familia aglomerada junto al malla del dog out de la derecha, gritaba llena de orgullo por sus dos representantes.
          Hoy la hicimos, Haroldo Javier se hizo uno de los héroes y que honor para la familia y la patria, habíamos ganado y el público coreaba:
--- Haroldo Javier, Haroldo Javier.
--- Esos son mis nietos---gritaba un viejo, que de pie frente al back stop celebrando la hazaña de los patojos.



  

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