En
el final de la avenida una camioneta hace su recorrido y se instala en uno de
los espacios de estacionamiento en las orillas del parque de pelota, la puerta
corrediza se escurre y de ella saltan dos jóvenes peloteros, lucen sus elegantes
uniformes de la selección nacional de Guatemala, sacan sus maletines y la
indumentaria, propia de su deporte, el mas grande con un par de zapatos en la
mano y halando su batera, mientras el mediano con guante de catcher en mano se
dirigen hacia la entrada del campo, mas atrás los padres, junto a la hermana
pequeña, la coqueta de ojos grandes que rebosa de felicidad y alegría.
El
hermano pequeño ha salido a toda máquina hasta posarse frente a la tribuna
donde localiza a un par de viejos que cubiertos con bufanda y chamarra se
encuentran sentados en una de las bancas del centro, se saludan de lejos,
acercándose para completar el grupo, él se sienta a la par de su abuela. De un
salto llega la niña quien cariñosamente les saludo y luego se pierde en la platea
donde junto a otros adolescentes preparan la bulliciosa porra.
La
algarabía es grande, ese día era especial nos encontrábamos reunidos para
disfrutar el partido de la final del
campeonato centroamericano de pelota juvenil. El estadio se encontraba radiante
con un buen número de público, que portaban banderas, camisa azul y blanco. Pitos, panderetas,
redoblantes y matracas, para mostrar apoyo al equipo nacional.
Los
18 jugadores y sus respectivos entrenadores ya dispuestos en el campo en plenas
labores de calentamiento, esperando los actos protocolarios y las actividades
previas al partido. La televisión se había hecho presente para darle difusión
al deporte de los batazos.
Uno
a uno fueron pasando los peloteros a colocarse en la línea del diamante después
de haber escuchado sus nombres en las bocinas de los altoparlantes, todo
seguido a una hurra, aplausos que llegaban hasta el corazón de los defensores
de los colores nacionales, allí estaban los muchachos que se habían fajado
durante muchos entrenamientos y en los juegos previos, que le habían dado la
oportunidad de estar en esa final.
Con
el público de pie se escucharon los himnos de los contendientes, mas el de
Guatemala fervorosamente fue cantado y aplaudido, por una gran mayoría de los
asistentes. Quizás un tanto nerviosos pero con la firme esperanza de triunfar
saltó la novena nacional al terreno, a sus respectivos calentamientos, en
espera al tan ansiado PLAY BALL. Las
porras locales no se hicieron esperar, retumbaban en el fondo de los jardines
el bullanguero apoyo a los jóvenes.
Detrás de corear los Strikes y
jugadas a favor del equipo chapín, sonaban los batazos que volaban en todas
direcciones sobre el tapete de verde grama que parecía una mesa de billar. Las
jugadas se producía y eran vitoreadas tanto por propios como por extraños, con
la certeza que los peloteros ponían su máximo empeño en sacar bien la tarea.
El
juego transcurrió entre vítores y desaprobación de alguna parte del público,
pero las hazañas de jugadores eran siempre un espectáculo digno de apoyar, el
tiempo se hacía corto, y los hits precedidos de carreras marcaban la pizarra,
el juego había sido cerrado y con una garra de ambos equipos que el resultado
podría inclinarse para cualquiera de las dos novenas.
El
marcador reflejaba un cerrado empate a tres carreras, en el transcurso de la parte baja de la
novena entrada, el equipo Pinolero había sacado a su mejor relevista, el
cerrador, que según decían las malas lenguas jamás había perdido un partido de
esa categoría. El manager de la novena nacional se reunió con su equipo y
cuerpo técnico, incitándoles a poner su mejor empeño.
Lo que permitía
tomar turno, al joven y tercer bate del equipo de Guatemala, él uno de los
mejores jugadores, junto a su hermano el catcher promesa del país y futuras
estrellas con visión para Grandes ligas.
El
pelotero tomo su bate, hizo un par de swings con la dona de metal y se dirigió
a la caja de bateo, con cuerpo y estatura adecuada se acomodo en el plato.
--- Strike......--- grito el Umpire principal por el primer lanzamiento.
Tras
dar un par de vueltas en el montículo, el pitcher se montó en el plato, observó
las señas y lanzó
--- Strike dos --- un lanzamiento un
poco arriba de las letras. Por
lo que el muchacho le cruzo una mirada al juez, como indicándole que había
equivocado se salió del cajón donde tomó varias respiraciones. Hizo su mejor
relajamiento y se colocó frente al pentágono. Un tercer lanzamiento salió de
los dedos del pitcher, rumbo al home, en ese momento el público enmudeció, el
silencio de todo el estadio se hizo evidente la pelota viajaba y parecía que su
trayecto era a cámara lenta y que nunca
llegaba a su destino, parecía haberse frisado la imagen. El sólido sonido del
choque del madero en contra de la redonda de cuero, nos lleva a un final feliz
de su travesía. La historia se vuelve
buena, porque el vuelo de la pelota después del encontronazo, reventó en un
grito de júbilo la blanca con costuras de cuero con el madero se dejo escuchar
en medio del silencio.
------- Se va, Se va, se, va.... y se fue.
--- Como un grito de victoria fue
recordado
El famoso
comentarista Abdon Rodríguez, creador del Ave María Purísima y tantas
expresiones famosas en la pelota chica
TE FUISTE MARCELINA.--- Y la pelota se fue.---
--- Yo si le voy, le voy a mi
Guate…--- coreaban las porras que de pie y brazos levantados aplaudiendo al
campeón
Guatemala
había ganado.
Los
cohetillos, los hurras, la algarabía dio
el estruendo final del comité de recepción que se hizo presente en el plato
mientras el héroe cruzaba el plato, donde le esperaba su hermano el catcher
para compartir su heroísmo y abrazarlo.
Toda
la familia aglomerada junto al malla del dog out de la derecha, gritaba llena
de orgullo por sus dos representantes.
Hoy
la hicimos, Haroldo Javier se hizo uno de los héroes y que honor para la
familia y la patria, habíamos ganado y el público coreaba:
--- Haroldo Javier, Haroldo Javier.
--- Esos son mis nietos---gritaba un
viejo, que de pie frente al back stop celebrando la hazaña de los patojos.